viernes, 25 de enero de 2013

EL REY SALOMÓN Y EL ARCA DE LA ALIANZA....Iª PARTE....Jo


Salomón es un personaje descrito en la Biblia como el tercer y último rey del Israel unificado (incluyendo el reino de Judá). Es célebre por su sabiduría, riqueza y poder, pues La Biblia’ ‘lo considera el hombre más sabio que existió en la Tierra. Logró reinar cuarenta años y su reinado quedaría situado entre los años 970 a.C. y el 930 a.C. aproximadamente. Construyó el Templo de Jerusalén, y se le atribuye la autoría del Libro de Eclesiastés, libro de los Proverbios y Cantar de los Cantares, todos estos libros recogidos en la Biblia. Es el protagonista de muchas leyendasposteriores, como que fue uno de los maestros de la Cábala. En el Tanaj (libro hebreo, a una versión del cual los cristianos llaman Antiguo Testamento) también se le llama Jedidías. En la Biblia se dice del rey Salomón que heredó un considerable imperio conquistado por su padre el rey David, que se extendía desde el Valle Torrencial, en la frontera con Egipto, hasta el río Éufrates, en Mesopotamia. Tenía una gran riqueza y sabiduría y administró su reino a través de un sistema de 12 distritos. Poseyó un gran harén, el cual incluía a «la hija del faraón». Honró a otros dioses en su vejez y consagró su reinado a grandes proyectos de construcción. La Biblia dice del rey Salomón que era «el más sabio de los hombres», que podía pronunciar un discurso sobre la biodiversidad de todas las plantas, «desde los cedros del Líbano hasta el hisopo que crece en los muros, y animales, y pájaros, y cosas que se arrastran, y peces».  Entre los distintos autores que han tratado sobre Salomón y el Arca de la Alianza, se distingue Erich von Daniken, que lo relata, con su estilo atrevido,  en su obra “Profeta del Pasado”, en la que me he basado para escribir este artículo.
Según el Éxodo,  Dios ordenó a Moisés que construyera un Arca. Las instrucciones que Moisés recibió fueron: “Mira bien y hazlo fabricar según el diseño que se te ha propuesto en el monte”. El Zohar, obra principal de la Cabala, dedica al Arca de la Alianza casi cincuenta páginas, y ha consignado hasta los más mínimos detalles que pasaron inadvertidos a los ojos de otros narradores. A primera vista podrá sorprender que el Zohar hable del Arca de la Alianza bajo el epígrafe de «El Antepasado de los Días». Pero es evidente que la descripción cuadra con el Arca. En el Zohar se dice que Moisés recibió de Yahveh, el Dios de Israel, instrucciones para la construcción de una caja según especificaciones exactamente detalladas, y con destino al «Antepasado de los Días». El recipiente debía acompañarle con el misterioso «Antepasado» en la travesía del desierto. Aunque sabemos que el Arca existió, hay dudas sobre su verdadero tamaño y se discute su finalidad.  Una de las primeras cosas que hizo el Rey David, padre de Salomón,  fue trasladar el Arca de la Alianza desde su última ubicación temporal hasta la capital, como preparativo para su emplazamiento en una Casa de Yahveh que David planeaba erigir. Pero ese honor, según le dijo el profeta Natán, no sería suyo debido a la sangre derramada por sus manos en las guerras y en sus conflictos personales. Este honor, se le dijo, sería para su hijo Salomón. Todo lo que se le permitió hacer mientras tanto fue erigir un altar, cuyo lugar exacto se lo mostró a David un «Ángel de Yahveh, de pie entre el Cielo y la Tierra», que señalaba el lugar con una espada. También se le mostró unTavnit, un modelo a escala del futuro templo, y se le dieron detalladas instrucciones arquitectónicas, que, llegado el momento, David transmitió a Salomón en una ceremonia pública, diciendo: “Todo esto, escrito por Su mano, me hizo comprender Yahveh, de todas las obras del Tavnit”.
En la Biblia se dice: “hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza“.  Con respecto a imagen y semejanza,  Maimónides, en su obra “Guía de los Descarriados“, distingue dos conceptos: tzélem (forma) y demut (semejanza), de tóar (aspecto) y tavnit (configuración).  Tóar y tavnit expresan la figura material, mientras que tzélem y demut la forma espiritual.  La Tora (Instrucción), al indicar tzélem y demut define el espíritu y nos confronta con uno de los principios básicos del Hebraismo. No es posible elevarse a Elohim por medio de la materia, tóar y tavnit, (Isaías XLIV) y sí por medio del espíritu, tzélem y demut. En el cuarto año de su reinado (480 años después del comienzo del Éxodo, según la Biblia), Salomón comenzó la construcción del Templo, «sobre el Monte Moriah, como se le había mostrado a su padre, David». Mientras se traían maderas de los cedros del Líbano, se importaba el oro más puro de Ofir y se extraía y se fundía el cobre para los lavabos, había que erigir la estructura con «piedras talladas y cinceladas, grandes y costosas piedras».Los sillares de piedra tuvieron que prepararse y tallarse según el tamaño y la forma deseados, pero  en otra parte, ya que la construcción estaba sujeta a una estricta prohibición contra el uso de cualquier herramienta de hierro en el Templo. Así, los bloques de piedra tuvieron que ser transportados y ubicados en el lugar sólo para su montaje. «Y la Casa, cuando estaba en construcción, se hizo de piedra, lista ya antes de ser llevada hasta allí; de modo que no hubo martillo ni sierra, ni ninguna herramienta de hierro en la Casa mientras se estuvo construyendo».
 
Ofir (hebreo estándar Ofir, hebreo de Tiberíades Ôp̄îr) es un puerto o región mencionada en la Biblia que fue famosa por su riqueza. Se cree que el rey Salomón recibía cada tres años un cargamento de oro, plata, sándalo, piedras preciosas, marfil, monos y pavos reales de Ofir. Estudiosos de la Biblia, arqueólogos y otras muchas personas han intentado determinar la localización exacta de Ofir. Muchos estudiosos modernos sostienen que podía haber estado en el suroeste de Arabia, en la región del actual Yemen. Ésta es también la posible localización de Sheba. Otra posibilidad es la costa africana del Mar Rojo, ya que el nombre puede ser derivado de la etnia Afar de Etiopía. Otros posibles localizaciones varían enormemente. El Easton’s Bible Dictionary (1897) menciona la conexión a «Sofir», el nombre copto para la India, y también una posible conexión a Abhira, en la desembocadura del río Indo. Flavio Josefo lo conectó con Cophen, un río indio, a veces asociado a una parte de Afganistán. Algunos estudiosos, que proponen conexiones entre Eurasia y América antes de la llegada de Colón, también han hecho sus propias hipótesis, incluyendo lugares como Perú.
Llevó siete años finalizar la construcción del Templo y equiparlo con todos los utensilios del ritual. Después, en la siguiente celebración del Año Nuevo («en el séptimo mes»), el rey, los sacerdotes y todo el pueblo presenciaron el traslado del Arca de la Alianza hasta su lugar permanente, en el Santo de los Santos del Templo. “No había nada en el Arca, salvo las dos tablillas de piedra que Moisés había puesto en su interior en el Monte Sinaí”. En cuanto el Arca estuvo en su lugar, bajo los querubines alados, «una nube llenó la Casa de Yahveh», obligando a los sacerdotes a salir apresuradamente. Después, Salomón, de pie ante el altar que había en el patio, oró a Dios «que mora en el cielo» para que viniera y residiera en esta Casa. Fue más tarde, por la noche, cuando Yahveh se le apareció a Salomón en un sueño y le prometió una presencia divina: «Mis ojos y mi corazón estarán en ella para siempre». El Templo se dividió en tres partes, a las cuales se entraba mediante un gran pórtico flanqueado por dos pilares especialmente diseñados. La parte frontal recibió el nombre de Ulam («Vestíbulo»); la parte más grande, la del medio, era el Ekhal, término hebreo que proviene del Sumerio E.GAL («Gran Morada»). Separada de ésta mediante una pantalla, estaba la parte más profunda, el Santo de los Santos. Se le llamó Dvir, literalmente: “El Orador”, pues guardaba el Arca de la Alianza con los dos querubines sobre ella, de entre los cuales Dios le hablaba a Moisés durante el Éxodo. El gran altar estaba en el patio, no dentro del Templo. Los datos y las referencias bíblicas, las tradiciones antiguas y las evidencias arqueológicas no dejan lugar a dudas de que el Templo que construyó Salomón (el Primer Templo) se levantaba sobre la gran plataforma de piedra que todavía corona el Monte Moriah (también conocido como el Monte Santo, Monte del Señor o Monte del Templo).  Todo parece indicar que el Arca de la Alianza podía ser algún sofisticado medio de comunicación, incluyendo, al vez, algún tipo de hologramas. O, especulando todavía más, algún tipo de puerta estelar.
Dadas las dimensiones del Templo y el tamaño de la plataforma, existe un acuerdo general sobre dónde se levantaba el Templo, y sobre el hecho de que el Arca de la Alianza, dentro del Santo de los Santos, estaba emplazada sobre un afloramiento rocoso, una Roca Sagrada que, según firmes tradiciones, era la roca sobre la que Abraham estuvo a punto de sacrificar a Isaac. En las escrituras judías, la roca recibió el nombre de Even Sheti’yah, «Piedra de Fundación», pues fue a partir de esa piedra que «todo el mundo se tejió». El profeta Ezequiel la identificó como el Ombligo de la Tierra. Esta tradición estaba tan arraigada, que los artistas cristianos de la Edad Media representaron el lugar como el Ombligo de la Tierra y siguieron haciéndolo así aún después del descubrimiento de América. El Templo que construyera Salomón (el Primer Templo) lo destruyó el rey babilonio Nabucodonosor en 576 a.C, y lo reconstruyeron los exiliados judíos a su regreso de Babilonia, 70 años después. A este respecto vale la pena resaltar que la tradición interna de la Orden Masónica afirma que Jacobo de Molay, el último maestre de los Templarios, hizo crear poco antes de ser quemado en la hoguera cuatro grandes logias masónicas. Estos mismos rituales  remontan a Salomón, el monarca israelita, los orígenes del Arte que ellos practican. Pero afirman que este llegó a occidente a través de los Caballeros del Templo de Salomón. Es decir, defienden que la masonería se había configurado en Tierra Santa por obra de las órdenes militares, especialmente la del Temple, y que, como hemos visto, fueron estas fraternidades de constructores llegadas a occidente las que habrían originado la francmasonería moderna (ver el artículo “La enigmática Orden del Temple”).
El profeta Samuel, que también fue juez, y que, como tal, debía ser un buen observador, escribió: “Ahora, pues, manos a la obra: haced un carro nuevo, y uncid al carro dos vacas recién paridas, que no hayan traído yugo… Tomaréis después el Arca del Señor y la pondréis en el carro; colocando a su lado en un cofrecillo las figuras de oro que le consagrasteis por el pecado”. Y Samuel incluso nos habla de otro carro utilizado para el transporte: “Y pusieron el Arca de Dios en un carro nuevo, sacándola de la casa de Abinadab, que habitaba en una colina; siendo Oza y Ahio, hijos de Abinadab, los que iban guiando el carro nuevo… Y a cada seis pasos que andaban los que llevaban el Arca del Señor…”. Pese al empleo de uno o varios carros y la tracción a cargo de dos vacas fuertes, el peso muerto no debió ser superior en ningún caso a unos trescientos kilos, aproximadamente, pues a veces el Arca es transportada y trasladada por los levitas, sacerdotes a cargo de los santuarios de Yahveh: “Y a cada seis pasos que andaban los que llevaban el Arca del Señor, inmolaban un buey y un carnero”. Pero, ¿qué era lo que transportaron a través del desierto los judíos, entre grandes trabajos y durante cuarenta años? Si tantas molestias les causaba, ¿por qué no podían desprenderse de ese objeto?  Lazarus Bendavid (1762-1832), filósofo y matemático de Berlín, que dirigió la Academia libre judía, fue un «judío ilustrado y conocido filósofo», que consiguió demostrar que «el Arca de la Alianza de los tiempos mosaicos debió contener un grupo bastante completo de instrumentos eléctricos, cuyas influencias se hacían sentir en el exterior». Lazarus Bendavid no sólo fue un hombre sabio, sino que además se adelantó con mucho a su época. Sabía que el acceso al Arca de la Alianza estaba rigurosamente limitado a un círculo muy restringido de personas, y que ni siquiera los Sumos Sacerdotes podían acercarse al Arca todos los días, sin peligro de sufrir un terrible accidente.
Dice Bendavid: «La visita al Santo de los Santos, según testimonio de los talmudistas, iba siempre unida a un peligro mortal; los Sumos Sacerdotes se le acercaban siempre con cierto temor, y se juzgaban afortunados si conseguían alejarse de nuevo sin que les hubiese acaecido nada malo». Después de una guerra contra los israelitas, a los que vencieron, los filisteos, tribu hebrea de procedencia occidental, confiscaron el Arca del Señor. Habían observado que los israelitas concedían mucha importancia al misterioso artefacto y esperaban sacar beneficio de su posesión. Pero los filisteos no supieron qué hacer con él. En todo caso, tardaron poco en darse cuenta de que todas las personas que se acercaban al Arca enfermaban o morían. Entonces empezaron a trasladar su botín de un lugar a otro, pero en todas partes ocurrió lo mismo: los curiosos que se aproximaban demasiado enfermaban con tumores y caída del cabello. Muchos padecían grandes vómitos, y algunos murieron de una muerte horrible.  Los filisteos fueron un pueblo de la Antigüedad, del cual existen testimonios en diferentes fuentes textuales (asirias, hebreas, egipcias) o arqueológicas. Ellos se mencionan en la genealogía de las naciones, donde juntamente con Caftorín, fueron descendientes de Mesraín. Se hacen conjeturas que con bastante probabilidad habían venido de Creta, algunas veces identificada con Caftor y que no dejaban de ser gente más bien “pirata“. Los filisteos aparecen en fuentes egipcias donde son presentados como los enemigos de Egipto venidos del norte, mezclados con otras poblaciones hostiles conocidas colectivamente por los antiguos egipcios bajo el nombre de Pueblos del Mar. Tras su enfrentamiento con los egipcios, los filisteos se establecieron en la costa suroeste de Canaán, es decir, en la región central de la actual Franja de Gaza. En contextos posteriores, este territorio sería denominado Filistea en época romana, antes denominado Judea Samaria. Sus ciudades dominaron la región hasta la conquista asiria por Tiglatpileser III en el año 732 a. C.. Seguidamente, fueron sometidos a los imperios regionales y parecen haber sido asimilados progresivamente. Las últimas menciones a los filisteos datan del siglo II a. C., en la Biblia.
Y aquí nos extenderemos en los misteriosos Pueblos del Mar, que  son la imagen más viva de la terrible hecatombe que asoló Grecia, Asia Menor y Egipto en una incontenible oleada de destrucción sin parangón en la toda la Historia. Antes de iniciarse la guerra de Troya, el mundo civilizado vivía un equilibrio de poderes perfectamente asentados. Grecia estaba dominada por los micénicos, Egipto era un estado fuerte y poderoso, Troya dominaba la costa occidental turca y los hititas el resto de la península turca y Siria. Pero a finales del siglo XIII, todo ese equilibrio de poderes se vino abajo por causas aún no aclaradas. Los griegos micénicos que habían destruido Troya fueron aplastados por una oleada invasora que borró todo resto de su civilización. Los fantásticos palacios fortificados micénicos como Tirinto o Micenas fueron asaltados y destruidos, la población se dispersó, los campos se abandonaron, la zona se despobló e incluso la escritura se perdió. Sólo la ciudadela micénica de Atenas, encaramada en lo alto de la Acrópolis resistió la destrucción. Todo lo demás fue destruido. Grecia se sumió en una Edad Oscura que habría de durar más de 400 años. En esa misma época, todo el Asia menor fue literalmente arrasado. Ugarit en Siria, Tarso en el sur de la costa turca, uno a uno todos los enclaves civilizados fueron destruido. Egipto fue invadido y a duras penas consiguió rechazar a los asaltantes a un altísimo coste del que ya nunca más se recuperaría. El poderoso imperio Hitita también fue arrasado. Su capital, Hattusa, con sus soberbias fortificaciones que causaban asombro en el mundo entero fue destruida y arrasada hasta los cimientos. Jamás la Historia había visto ni verá tal hecatombe que hizo retroceder siglos el curso de la Historia, condenando a florecientes civilizaciones a volver a la Edad de Piedra.
¿Quién hizo esto? ¿Quién fue el responsable de tal hecatombe? Este es, precisamente, uno de los mayores enigmas de la Historia. Quizás algún día sepamos lo que realmente ocurrió. Hace poco más de 100 años pensábamos que Troya o Micenas eran invenciones de un poeta y ni siquiera sabíamos que los hititas habían existido. hemos conseguido conocer la pregunta y algún día sabremos la respuesta. De momento sólo podemos formular hipótesis más o menos fiables.  Los relieves de Medinet-Habu muestran a los guerreros de Los Pueblos del Mar con toda claridad. Su armamento no es ni micénico ni egipcio. Los curiosos yelmos de tiras hacia arriba son parecidos a los de colmillos de jabalí pero al revés. Llevan largas espadas de corte de forma triangular y escudos redondos con asa central. Algunos llevan corazas con hombreras. Otros guerreros, en otras partes de los relieves llevan cascos con cuernos.  Se cree que no hubo un único responsable de esta gigantesca y escalofriante debacle, sino muchos. En 1285 a.C. tuvo lugar la famosa batalla de Kadesh, la primera gran batalla de la Historia que enfrentó a dos fuerzas colosales: los imperios egipcio e hitita, en un grandiosos choque que, ante el inmenso poder de ambos contendientes, quedó en tablas. El equilibrio entre las dos superpotencias quedó fijado por la diplomacia, que  formalizó mediante un famoso tratado entre el rey Muwatali de los hititas y Ramsés II de Egipto el acuerdo en el que se desenvolvería todo el mundo civilizado. Sin embargo, apenas 85 años después comenzó la cadena de destrucciones. En 1200 a.C. la civilización micénica fue borrada de la faz de la tierra con una contundencia tal que permaneció oculta más de 3.000 años. Toda la costa del Mediterráneo oriental fue arrasada por una ola sanguinaria sin parangón en la Historia que llegó poco después, en 1186 a.C. a Egipto.
Los invasores de Egipto llegaron por tierra y, caso raro, también por mar, por lo que los egipcios se refirieron a ellos como “Los Pueblos que venían de las Islas del Mar“. Puesto que sólo la civilización egipcia logró sobrevivir al desastre, las únicas referencias que tenemos de tal debacle son las suyas, especialmente las que adornan las paredes del templo de Medinet-Habu, levantado por Ramsés III para conmemorar su importantísima victoria sobre estos terribles invasores. No fue por casualidad que los egipcios los llamaran “Los Pueblos“, ya que no se trataba de una sola nación, sino de muchas naciones lanzadas al saqueo y la destrucción. El que una nación marinera como Egipto tuviera tantas dificultades para vencer a la flota enemiga en la batalla del Delta demuestra que se trataba de una fuerza invasora perfectamente organizada, con un componente naval, el que más impresionó a los egipcios, de primerísimo orden. Los relieves de Medinet-Habu demuestran que las naves de los Pueblos del Mar eran iguales o superiores a las egipcias, lo que nos pone en la pista de pueblos esencialmente marineros con un dominio de la técnica naval tal que sólo pudieron haber venido, paradójicamente, de esa misma zona geográfica, el mar Egeo, ya que ni en el Mediterráneo occidental ni en el mar Negro existía nada parecido. ¿Es posible que la caída de Troya y de toda su enorme zona de influencia causara la ruina de todos los pueblos que la componían lanzándolos a la piratería?
Salvo algún problema de fechas, esto es, a grandes rasgos, lo que se piensa  que ocurrió. No sólo con la caída de Troya, sino con la caída en cadena de toda la civilización micénica que empujó hacia el sur a miles y miles de personas que lo habían perdido todo y que sólo conservaban sus barcos y sus armas. Todo ello fue una reacción en cadena ante la caída de la civilización micénico-troyana. Pero ¿cuál fue el detonante que convirtió al Mediterráneo oriental en el sangriento escenario de una masacre tal? Hace siglos, los inmigrantes llegaban a millares en oleadas sucesivas que trastocaron la Historia de la Humanidad hasta la Edad Media. Uno de esos movimientos demográficos afectó a un pueblo centroeuropeo germánico que, ante la presión de otras invasiones asiáticas, no tuvo más remedio que abandonar sus tierras y bajar hasta Grecia. Ese pueblo eran los dorios, que se cree fueron los responsables de sumir a Grecia en la Edad de Piedra, no por su propia fuerza, sino por la debilidad micénica, a la que la reciente victoria contra Troya no parecía haber fortalecido, sino todo lo contrario. El relato de Homero sobre la vuelta de los reyes micénicos a casa es una historia desgarradora,  que refleja las tremendas conmociones socio-económicas que siguieron a la guerra y que debilitaron sin remedio a la civilización micénica hasta dejarla indefensa frente a la invasión doria. Los testimonios arqueológicos nos muestran formidables fortificaciones como Micenas o Tirinto arrasadas, palacios como Pilos destruidos y un cambio brutal que lleva a Grecia de la más rica civilización de todo el continente europeo a la Edad de Piedra. La escritura micénica, la Lineal B, se pierde para siempre,  y la arquitectura que dio los soberbios palacios y las fabulosas tumbas abovedadas de los reyes queda reducida a cabañas de piedra y tierra con tejados de ramas, la cerámica, único arte funcional que sobrevive, deja la frescura traída desde la Creta minoica y se transforma en la austera geometría germánica.
Los dorios conocían el hierro, con lo que sus guerreros tenían una ventaja enorme sobre los micénicos armados con bronce. Todo se juntó para darle la puntilla a tan gloriosa civilización. La famosa leyenda de El Retorno de los Heráclidas nos habla de los hijos de Heracles, el Hércules romano, que tras la muerte de su padre regresan a Grecia para hacerse por las bravas con la península griega que reparten en tres partes. Muchos creen que esta antiquísima leyenda es una explicación legendaria de la invasión doria y la creación de tres grandes agrupaciones de estados. Pero no se cree que sólo los dorios fueran los responsables de la caída micénica. Hoy en día hay una nueva hipótesis que exculpa a los dorios para echar casi toda la responsabilidad sobre los Pueblos del Mar. Según esta hipótesis, la invasión doria fue una consecuencia y no la causa de la caída micénica, lo que es un argumento que sirve también para explicar la caída del Imperio Hitita. Pero hay algo que no encaja, ya que poco antes de la destrucción de las ciudadelas micénicas sus fortificaciones fueron reforzadas e incluso se construyó un muro defensivo en el istmo de Corinto, lo que parece indicar una amenaza del norte, más que del sur. Yo creo que los ataques rabiosos de Los Pueblos del Mar (como el que destruyó Pilos) debilitaron de tal modo a los griegos micénicos que les fue imposible resistir la invasión doria. Tan sólo la ciudad de Atenas resistió al invasor germánico. 400 años más tarde, desde esa misma Atenas surgiría una corriente como jamás ha conocido la Humanidad, pero esta vez será una oleada de filósofos, científicos y artistas que llevarán un alto nivel de civilización.
Una vez la costa turca sumida en el caos por la caída de Troya,  ahora se sumaba toda Grecia. Y toda esta orgía de destrucción empuja lenta pero inexorablemente a miles y miles de personas hacia el cercano y rico Este, que tras la destrucción de Troya no puede ni mantener a sus ciudadanos. Y, evidentemente, cada vez son más y más los pueblos que, por tierra o por mar, bajan por la costa hasta Siria arrasándolo todo a su paso, de la misma forma que los dorios han arrasado Grecia. Los archivos encontrados en las excavaciones muestran el terror despertado en las ciudades ante la inminencia de la destrucción. Un frenético intercambio de mensajes entre distintas ciudades y gobiernos que muestran el pánico ante la destrucción que avanza inexorablemente. El poderoso Imperio hitita cae víctima de la oleada destructora que ya se encamina más hacia el sur, hacia el delta del Nilo, donde Ramsés III logrará frenarla a costa de la ruina de Egipto. Los cronistas egipcios identifican algunas naciones integrantes de estos Pueblos del Mar. Sabemos que los Peleset son los Filisteos de la Biblia, que los Shardana colonizaron Cerdeña junto con otros restos de esta oleada que llegaron a Italia y que serían el núcleo de la civilización etrusca siglos después. Incluso en Hispania también han sido detectadas perturbaciones demográficas en dicha época. La conclusión más lógica es que la caída de Troya provocó el caos en la costa turca. Caos que provocó que florecientes civilizaciones se lanzaran a la piratería y el bandidaje como único medio de subsistencia. Eran pueblos navales, por lo que, con sus tierras destruidas tras diez años de guerra, convirtieron al mar en su nuevo hogar. Los ataques provocaron más ruina y caos, que como una bola de nieve se extendió a la civilización de los griegos micénicos, debilitándolos de tal modo que sucumbieron a la presión doria. Los  nuevos contingentes de desesperados, que nada tenían, se unieron a la bola de nieve que, tras destruir toda la costa turca y Siria, ahora se dedicaba a atacar el Imperio Hitita, al que tampoco logró destruir, pero que debilitó de tal forma que sus eternos enemigos pudieron lanzarse sobre él, despedazándolo. Ya sólo quedaba Egipto, que gracias a su enorme fortaleza pudo rechazar la destrucción aún a costa de perder su grandeza definitivamente.
Y volvemos al relato principal. Según dijo el profeta Samuel: “Por lo cual hicieron que se juntasen todos los sátrapas de los filisteos, los cuales dijeron: Devolved el Arca del Dios de Israel, y restitúyase a su lugar; a fin de que no acabe con nosotros y con nuestro pueblo. Porque se difundía por todas las ciudades el terror de la muerte; y la mano de Dios descargaba terriblemente sobre ellas, pues aun los que no morían, estaban llagados en las partes más secretas de las nalgas; y los alaridos de cada ciudad subían hasta el cielo: Los filisteos estuvieron en poder del maldito objeto durante siete meses, al cabo de los cuales ya no pensaban sino en desprenderse de él. Cargaron la caja sobre un carro, le uncieron dos vacas y las arrearon a latigazos, entre mugidos, hasta el límite de Betsamés. Por la mañana, cuando los betsamitas salieron al valle para segar el trigo, repararon en el carro con el Arca. Inmediatamente sacrificaron las vacas y llamaron a los sacerdotes levitas, como únicos que sabían manejar el Arca. Lo horrible es que aún murieron setenta jóvenes, por desconocer la peligrosidad del Arca; ingenuos como niños, se habían aproximado demasiado al peligroso cargamento, y «el Señor los hirió con grande mortandad»”. En 1978 aparece en Londres el libro “La máquina del manáuna obra escrita en colaboración por el naturalista George Sassoon y el ingeniero Rodney Dale. Los investigadores británicos se atuvieron a la descripción, más detallada, del Zohar, interpretándola y reconstruyéndola a la luz del saber técnico y biológico de nuestros días. Pretendieron demostrar que el Arca de la Alianza era un artefacto tecnológico , tal como sospechó Bendavid, acarreado por los israelitas durante su viaje a través del desierto para que no les fallara la provisión de un alimento rico en proteínas: el maná.
Parece ser que el Arca de la Alianza no era el Santo de los Santos, sino, entre otras cosas, el embalaje de una máquina que producía alimento. Sólo podían acercarse a la misma los «elegidos», es decir, aquellos que fuesen conocedores de su manejo. Las personas no iniciadas sufrieron lesiones, enfermaron o murieron porque la máquina, por los síntomas,  parece que irradiaba una fuerte radiactividad. El maná, según el libro del Éxodo, era el alimento enviado por Dios todos los días durante la estancia del pueblo de Israel en el desierto. Todos los días menos el sábado, por lo cual debían recolectar doble ración el viernes. También se encuentran referencias enmidrashes judíos que el maná tenían el sabor y la apariencia de aquello que uno más deseaba. En el arca de la alianza se conservaba una muestra suya. El maná también se menciona brevemente en el Corán, en las azoras al-Baqara,al-Araf, y Ta ha, mencionando la fuente divina del maná como uno de los milagros con los cuales Dios favoreció a los israelitas. En el libro del Éxodo se le describe apareciendo cada mañana después de que el rocío hubiera desaparecido, y debía ser recogido antes de que el calor del sol lo derritiera. Según Números llegaba con el rocío, por la noche. Según la descripción bíblica, el maná se parecía a las semillas de coriandro, era de color blanco, y tras molerlo y hornearlo se parecía a las obleas con miel, aunque en Números se describe del mismo color que la mirra india, y añade que algunas de las tortas sabían a tortas aceitadas.Los exégetas creen que estas diferencias se deben que el Éxodo es un texto yavista mientras el de Números es de fuente sacerdotal. El Talmud babilónico explica que las diferencias en la descripción se debían a que su gusto variaba según quien lo tomaba, miel para los niños, aceitunas para los jóvenes, pan para los mayores. La literatura rabínica clásica soluciona la cuestión de si el maná caía antes o después del rocío, explicando que lo hacía entre dos capas de humedad.
Es interesante observar que, independientemente, los egiptólogos Howard Middleton-Jones y James Michael Wilkie, en su primer libro sobre la Gran Pirámide, “Giza-Genesis – The Best Kept Secrets“, muestran cómo la explicación bíblica de la construcción del Arca es una descripción del pasaje hacia adentro de la Gran Pirámide, donde dicen que se almacena la Alianza, llamada el  Arca de la Alianza. Según se dice, el Arca de la Alianza es un portal, y reúne o hace puente entre bandas de frecuencia de dimensiones, algo similar a lo que es logrado por los llamados “agujeros de gusano” de la física y la ciencia ficción. Esta parece que es una de las funciones del Arca. Se afirma que La tecnología del Arca de la Alianza fue instalada en nuestro sistema planetario para contrarrestar desequilibrios y distorsiones creados por interferencias negativas.  La Gran Pirámide fue construida, al parecer, alrededor del 46.000 a.C., y luego reconstruida varias veces alrededor del 28.000 a.C., 10.500 a.C., y 9500 a.C., después de distintos cataclismos. Podríamos añadir que este lugar es también un  vórtice de energía central de la Tierra, correspondiente a un chakra en los humanos. Este vórtice fusionó las frecuencias de la tercera y cuarta dimensión. Y cuando está activo, dentro de la cámara de resonancia armónica de la Pirámide, crea una alineación interdimensional con un sistema similar en Sirio, lo que permite algún tipo de tele transportación.  El Arca está asegurada y oculta dentro de la Esfinge,  más allá del portal Interior de la Tierra alrededor de donde fue construida la Esfinge alrededor de la época de la Gran Pirámide.  Pero laTierra Interna no significa el centro de nuestra Tierra. La Esfinge fue construida, al parecer, por los Anunnaki, fundadores de la cultura sumeria. La cabeza era la de un Anunnaki como un recordatorio de su herencia. 
Por motivos desconocidos para nosotros, los “dioses” y “ángeles”, probablemente seres extraterrestres, tuvieron interés en aislar a un determinado grupo humano respecto de su ambiente habitual, y mantenerlo durante más de dos generaciones apartado de todo contacto con el resto de la humanidad. A través de su mediador, un profeta, ordenaron la segregación del grupo elegido, alejándolo de la civilización. Moisés, aunque también pudo ser otro el elegido, condujo a los israelitas a través del desierto. Al principio estos “dioses” mantuvieron a raya a los enemigos del pueblo errante: Según el Éxodo, “las aguas vueltas a su curso sumergieron los carros y la caballería de todo el ejército del Faraón que había entrado en el mar en seguimiento de Israel: ni uno tan siquiera pudo salvarse”. Se argumenta, por ejemplo, que los israelitas habrían aprovechado el reflujo para vadear un estrecho cubierto de plantas acuáticas, mientras que los egipcios, al seguirles, habrían sido sorprendidos por el flujo o crecida de las aguas. Por muchas cualidades privilegiadas que atribuyamos al pueblo elegido, no podemos negarles a los egipcios, los primeros que calcularon la duración del año en 365 días, y precisamente gracias a la observación de las crecidas del Nilo, un conocimiento sobre los períodos de la bajamar y la pleamar por lo menos tan completo como el de los israelitas. Por ello, no parece que los egipcios corrieran a ciegas a su perdición. Fueron desorientados a propósitopor unos misteriosos «ángeles»… y mediante una columna de fuego. Según el Éxodo: “En esto, alzándose el ángel de Dios que iba delante del ejército de los israelitas, se colocó detrás de ellos, y con él juntamente la columna de nube, la cual, dejada la delantera, se situó a la espalda, entre el campo de los egipcios y el de Israel; y la nube era tenebrosa (por la parte que miraba a aquéllos) al paso que (para Israel) hacía clara la noche, de tal manera que no pudieron acercarse los unos a los otros durante todo el tiempo de la noche”.
Esa nube no sería un meteoro casual, ya que Moisés manifiesta expresamente que la «columna de nube y fuego» era una señal de guía para los israelitas: “E iba el Señor delante para mostrarles el camino, de día en una columna de nube y por la noche en una columna de fuego, sirviéndoles de guía en el viaje, día y noche”. Nunca faltó la columna de nube durante el día, ni la columna de fuego por la noche delante del pueblo. Los fenómenos meteorológicos casuales son esencialmente transitorios; podrán presentarse durante minutos, o durante horas si se quiere, pero no a lo largo de meses y años.  Fue una aventura tremenda la de conducir a miles de seres humanos, mujeres, niños, ancianos, hombres y jóvenes por una región donde no hay frutos silvestres ni caza de que alimentarse. Los problemas de abastecimiento han hecho fracasar incluso a ejércitos modernos.  Los naturalistas británicos George Sassoon y Rodney Dale reconstruyeron el ‘Antepasado de los Días»con arreglo a las descripciones del Zohar. Según su opinión, se trataba de una máquina capaz de producir un alimento albuminoide, el maná, por síntesis partiendo de algas irradiadas. En los desiertos cálidos, con su ambiente poco propicio al desarrollo de la vida, las temperaturas varían entre 58 grados centígrados y —10 grados centígrados. La precipitación media anual apenas llega a los diez centímetros. Allí la naturaleza no produce nada susceptible de aliviar el hambre de un grupo numeroso de gente. Y sin embargo, Moisés no tuvo reparos en lanzar a su pueblo a través del interminable desierto abrasado bajo el sol. Parece que los “dioses” extraterrestres proveyeron de alimentos a los israelitas y que Moisés lo sabía de antemano. Pues «el Señor» que se le había aparecido en medio de una «zarza ardiente» le facilitó una máquina maravillosa que iba a librarle del problema para todos los años que durase la migración. Según George Sassoon y Rodney Dale, durante la noche almacenaba el agua recogida del rocío y la mezclaba con algas microscópicas del tipo Chlorella para producir cantidades ilimitadas de alimento. La síntesis de materia alimenticia a partir del agua y de las algas verdes se operaba por irradiación.
Pero la irradiación supone que hay una fuente de energía. ¿De dónde sacarla en medio del desierto? Según las investigaciones actuales seguramente fue un reactor nuclear en miniatura. El aparato mostrado por «el Señor» a Moisés en la montaña sagrada parece que no podía permanecer expuesto al aire libre. Quizá le perjudicasen las tempestades de arena del desierto, o las elevadas temperaturas a mediodía. También es posible que no conviniera permitir que el pueblo del éxodo viese la extraña máquina de donde salía su alimento. Sea como fuere, el caso es que construyeron para la misma un Arca, es decir un recipiente seguro, realizado sobre prototipo y con arreglo a especificaciones definidas. Por consiguiente, el Arca no era la máquina del maná, sino sólo el contenedor que servía para guardarla y transportarla. Durante los descansos prolongados, la máquina se guardaba en una tienda. Dada la peligrosidad de la radiación, el Arca no se colocaba nunca en medio del campamento. Moisés lo puso lejos, fuera del campamento, y lo llamóTabernáculo de la Alianza. Uno de los conceptos más fundamentales que se desarrollan en toda la Escritura lo constituye el hecho de que Yahveh está preparando una habitación para residir en medio del hombre. Las religiones en general se centran en ir a Dios, pero la Biblia nos asegura que Yahveh es el que viene a nosotros, es decir, a este mundo. El diseño del tabernáculo nos permite ver aspectos muy importantes de su venida. El Tabernáculo con sus detalles fueron revelados a Moisés en el Monte Sinaí. Pareciera que lo que Yahveh mostró a Moisés fue una visión del trono de Dios y de la “Nueva Jerusalén” para que Moisés hiciera un registro minucioso de lo observado. Este registro sirvió posteriormente para definir las especificaciones mismas del tabernáculo. El tabernáculo o tienda de reunión se situaba en medio de las tribus de Israel. Tres tribus por lado acampaban alrededor del tabernáculo. Una pared hecha de cortinas separaba el tabernáculo del pueblo mismo. Dentro del área se encontraba el altar de bronce, el lavatorio y el “Mikdash“.

El lugar del Mikdash, es el sitio mas sagrado del mundo. En hebreo, la palabraMikdash (Templo) proviene de la palabra Kodesh (Sagrado). Este lugar es la raíz de la creación, la raíz de la vida. Otra razón por la que llamamos al Mikdashraíz de vida, es que aquí se creo al primer hombre: Adam (Adán). Por lo tanto, una persona que no esta ritualmente pura, no debe subir al Mikdash. Hay que tomar en cuenta, que incluso dentro del Mikdash, hay diferentes niveles de Kedusha (santidad). El primer nivel, es la subida al Monte del Templo. Para subir de manera pura, basta con la sumersión en la Mikve (baño ritual), de manera correcta y Kasher (o sea, apegarse estrictamente a las leyes de la Tora). Esta es la manera en que rectificamos y nos purificamos. Otro nivel de Kedusha (santidad) del Monte del Templo se fija por el Soreg(pared externa divisoria, que rodea el Mikdash), y aquellos que se encuentran impuros por contacto con un cadáver, o que no pertenecen al pueblo de Israel, tienen prohibido pasar este nivel. Según Sassoon y Dale, siguiendo las orientaciones del Zohar, el «Antepasado de los Días» funcionaba durante seis días seguidos en turno matutino, produciendo maná sin problemas de ninguna clase. El séptimo día aparentemente se destinaba al mantenimiento de la máquina. Estos trabajos de mantenimiento corrían a cargo de los levitas, instruidos por Aarón, el hermano de Moisés. Aarón había acompañado a Moisés en el Monte, y sin duda recibió instrucciones: “El Señor le dijo: Anda, baja; después subirás tú y Aarón contigo; pero los sacerdotes y el pueblo no traspasen los límites ni suban hacia donde está el Señor, no sea que les quite la vida”. Parece que los acompañantes extraterrestres del pueblo israelita se propusieron separar de su medio a este grupo humano. Cuando su vehículo espacial hubo aterrizado en la montaña, su comandante ordenó expresamente a Moisés que construyera una cerca alrededor del punto de aterrizaje, a fin de que nadie pudiese acercarse: “Baja e intímale al pueblo que no se arriesgue a traspasar los límites para ver al Señor, por cuyo motivo vengan a perecer muchísimos de ellos...”. Dijo entonces Moisés al Señor: “No se atreverá el pueblo a subir al monte Sinaí, puesto que tú me has intimado y mandado expresamente: Señala límites alrededor del monte y santifícale”.
Aparentemente, el pequeño grupo de “ángeles” extraterrestres hizo una clara demostración de su poder mediante una columna de fuego móvil o con el exterminio del ejército egipcio. Por lo que se explica en el Éxodo, la nave espacial expelía gases ardientes y producía un estruendo ensordecedor, ya que todo el monte Sinaí estaba humeando por haber descendido a él el Señor entre llamas.  Subía el humo como de un horno, y todo el monte causaba espanto. De la nave espacial fue descargada una máquina productora de alimento, y entregada a Moisés y Aarón. Durante los transportes, la máquina era guardada en un recipiente, el Arca del Testamento o Alianza, que se cargaba en una carreta de bueyes. Pero no debía pesar más de trescientos kilogramos, pues se citan algunos casos en que fue trasladado por hombres con ayuda de pértigas. Las personas que, por descuido, permanecían demasiado cerca del aparato, enfermaban, padecían vómitos y les salían llagas  y eczemas, muy propio de personas que han estado bajo fuertes readiaciones. Nadie sabía lo que se transportaba en el Arca, ya que al pueblo sólo se le dijo que los alimentaba «el Señor». El Tabernáculo donde estaba el Arca servía para guardar el secreto. Los levitas, después de recibir formación especial, atendían al servicio de la máquina revestidos con ropas apropiadas. Pero tampoco ellos conocían los principios en virtud de los cuales funcionaba. Tenían miedo de ella, pues en algunos de los accidentes también murieron sacerdotes. ¿Qué se hizo del «Arca de la Alianza»? De las descripciones del Éxodo se desprende que la máquina funcionó mientras estuvo correctamente atendida. Pero una vez conquistada la Tierra Prometida ya no fue necesaria, pues allí corría «leche y miel» a raudales, permitiendo introducir un poco de variación en la monótona dieta.
Sin embargo, parece había corrido el rumor de que los emigrantes superaron la travesía gracias al artilugio extraño que los proveía de alimento. Por ello, distintos soberanos deseaban poseer la máquina maravillosa. Ya hemos visto la derrota de los israelitas a manos de los filisteos y cómo éstos capturaron la máquina, teniendo que devolverla luego en vista de los muchos accidentes que acarreaba. ¿Dónde quedó la máquina, después de ser depositada en Betsamés? Durante veinte años, al menos, permaneció inmovilizada y fuera de servicio en una choza: “Vinieron, pues, los de Cariatiarín (Kirjath-Jearim) y transportaron el Arca del Señor, y la colocaron en casa de Abinadab, que habitaba en la colina (Gabaa) consagrando a su hijo Eleazar para que cuidase del Arca del Señor. Y sucedió que desde el día en que el Arca del Señor llegó a Cariatiarín pasó mucho tiempo (pues era ya el año vigésimo), y toda la casa de Israel gozó de paz siguiendo al Señor”. Fue Saúl, primer rey de Israel, que vivió hacia el año 1000 a.C, quien recordó a su yerno David (1013-973 a.C.) la existencia del Arca. Cuando David empezó a interesarse por el misterioso artefacto, éste se hallaba todavía en la choza de Abinadab, tal como fue entregado. David, en efecto, sintió interés, pero no tanto que se molestase en reservar al Arca un lugar digno en el palacio que precisamente estaba construyéndose. A lo mejor le hicieron temer algo las extrañas historias que aún corrían por el país, o quizá no le diese tanta importancia como para asignarle un lugar especial. En todo caso, se lo pensó bastante antes de obedecer a la sugerencia de su suegro y ponerse en camino con treinta mil hombres hacia Gabaa, en Judea, «para traerse el Arca de Dios».
Pero durante el transporte ya se produjo un accidente: “Y pusieron el Arca de Dios en un carro nuevo, sacándola de la casa de Abinadab, que habitaba en Gabaa; siendo Oza y Ahio, hijos de Abinadab, los que iban guiando el carro nuevo. Luego que sacaron el Arca de Dios de la casa de Abinadab, en cuya custodia estaba en Gabaa, Ahio iba delante del Arca… Más así que llegaron a la era de Nacón, extendió Oza la mano hacia el Arca de Dios, y la sostuvo, porque los bueyes coceaban y la habían hecho inclinar. Y el Señor, indignado en gran manera contra Oza, castigóle por su temeridad, y quedó allí muerto junto al Arca de Dios”. Es curioso que tras veinte años de inutilización, la máquina aún produjese fuertes descargas eléctricas. Por tanto, el reactor aún generaba energía. Superados algunos pequeños inconvenientes técnicos, el Arca y su contenido llegaron por fin a Jerusalén, lo cual causó tanto júbilo al rey David que se puso a bailar de alegría, desnudo y dando saltos ¿Acaso pretendía obtener maná para el aprovisionamiento de su pueblo? Por grande que fuese su satisfacción por poseer el Arca, David no se decidió a guardarla en palacio ni ordenó construir ningún templo a tal fin: “Introdujeron pues el Arca del Señor y la colocaron en su sitio, en medio del tabernáculo que le había mandado levantar”. Una vez más se hace el silencio alrededor del misterioso objeto. Fue el sucesor de David, el rey Salomón (aproximadamente 965-926 a.C), quien hizo instalar el Arca en el Sancta Sanctorum, un recinto del Templo dotado de un blindaje especial. Allí permaneció sin ser tocada durante trescientos años, a pesar de todas las guerras y revoluciones que tuvieron lugar en el reino israelita. En ese lapso de tiempo, el Templo fue saqueado por lo menos cuatro veces; los asaltantes se llevaron tesoros de piedras preciosas y oro… pero sorprendentemente no tocaron el Arca de la Alianza. No vuelve a ser mencionada en ninguna crónica. Y eso que los saqueadores se llevaron cosas de menos importancia, además de las joyas. ¿Acaso desconocían la existencia del Arca? ¿Temían su misterioso contenido? ¿O quizá los israelitas trasladaron a otro lugar, celosamente oculto, el preciado recuerdo de su propio éxodo a través del desierto? ¿Tal vez nadie sabía dónde estaba? ¿No será ésta la razón de que la pista se borre durante tanto tiempo?
En todo caso, y según los últimos indicios, el Arca había dejado de tener importancia para sus propietarios: “Colocad otra vez el Arca en el santuario del templo, edificado por Salomón, hijo de David, rey de Israel; porque ya no la tendréis que llevar más” (Crónicas) .  Salomón fue el segundo de los hijos que tuvieron el rey David y Betsabé. En la Biblia, el profeta Natán informa a David que Dios ha ordenado la muerte a su primer hijo como castigo por el pecado del rey, quien había enviado a la muerte a Urías, marido de Betsabé, para casarse con su esposa Según Samuel: «Has hecho blasfemar a los enemigos de Dios». Tras una semana de oración y ayuno, David supo la noticia de la muerte de su hijo y consoló a Betsabé, quien inmediatamente quedó embarazada, esta vez de Salomón. La historia de Salomón se narra en el Primer Libro de los Reyes y en el Segundo Libro de las Crónicas. Sucedió a su padre, David, en el trono de Israel hacia el año 970 a. C. Su padre lo eligió como sucesor a instancias de Betsabé y Natán, aunque tenía hijos de más edad habidos con otras mujeres. Fue elevado al trono antes de la muerte de su padre, ya que su hermanastro Adonías se había proclamado rey. Adonías fue más tarde ejecutado por orden de Salomón, y el sacerdote Abiatar, partidario suyo, fue depuesto de su cargo, en el que fue sustituido por Sadoc. Del relato bíblico parece deducirse que a la ascensión de Salomón al poder tuvo lugar una purga en los cuadros dirigentes del reino, que fueron reemplazados por personas leales al nuevo rey.
En la Bibliase dice del rey Salomón que heredó un inmenso imperio conquistado por su padre David que se extendía desde el Nilo, en Egipto, hasta el río Éufrates, en Mesopotamia. Asimismo  poseía  una gran riqueza y sabiduría y administró su reino a través de un sistema de 12 distritos. Poseyó un gran harén, el cual incluía a “la hija del faraón“. Honró a otros dioses en su vejez y consagró su reinado a grandes proyectos de construcción, incluyendo: el Templo,  el Palacio Real,  las murallas de Jerusalén, las ciudades reales de Meguido, Hazor, y Gezer, así como las ciudades para almacenes, para sus jinetes y para sus carros,  a lo largo de su imperio. Para ser consistentes con el modelo de otras culturas de la Edad del Bronce y de la Edad del Hierro en el antiguo Próximo Oriente (egipcios, babilónicos, asirios, e hititas), sería de esperar que numerosos documentos, artículos, e inscripciones en edificios o monumentos públicos hubieran sido dejados por este gran rey o, más tarde, por sus descendientes en su honor. Pero, sorprendentemente, todavía no se ha encontrado ningún artículo de cualquier clase que lleve su nombre. Las ciudades de Hazor, Meguido y Gezer han sido excavadas extensamente hoy en día. Se encontró en cada una de estas ciudades un estrato que contenía grandes palacios, templos y fortificaciones. No se ha hallado el nombre de Salomón, pero en cambio sí se ha encontrado el cartucho del faraón de la XVIII Dinastía Amenhotep III. En Jerusalén no ha sido posible excavar en el Monte del Templo, pero las extensas excavaciones realizadas en la ciudad, incluso en las áreas adyacentes al monte del templo, no han revelado la existencia de ningún palacio salomónico.  Es más, la excavación del Millo ha revelado (según la alfarería encontrada en él) que su construcción original también fue contemporánea del reinado de Amenhotep III de la XVIII Dinastía egipcia.

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