sábado, 10 de noviembre de 2012
RICHARD KUKLINSKI "ICEMAN"....Post Jo
Richard Kuklinski falleció el 6 de marzo en la prisión estadounidense de Trenton (Nueva Jersey) a los 81 años de edad. Allí cumplía varias cadenas perpetuas por asesinato. Él siempre presumía de haber matado a más de 100 personas.
Su biografía carece de elementos glamourosos. Gastaba músculos rotundos, tatuajes, barba, y una crueldad inaudita. En Nueva York decían que el diablo estaba de su parte.
Padre de familia, soldado de la mafia y, sobre todo, 'killer' eficiente: incluso los Gambino, sus jefes, temían las reacciones del matarife y se hacían cruces con un tipo que acumulaba muescas hasta batir cifras récord.
En un documental que permitió realizar a la cadena HBO sobre su vida, cuando llevaba un lustro en prisión, declaró que, en su caso, "el asesinato era vocacional". Mataba por placer. Nunca dejaba testigos. Incluso los criminales que lo acompañaban durante sus correrías sudaban hielo. Cualquiera podía incorporarse a la lista negra.
Kuklinski nació en 1935 en la ciudad de Jersey en 1935. Su padre, alcohólico, solía pegarle con frecuencia. Su hermano mayor fue sentenciado a cadena perpetua tras violar a una niña de 12 años, a la que arrojó después al vacío desde una torre, junto con su perro.
Durante su adolescencia, Kuklinski se deleitaba torturando animales. Uno de sus pasatiempos consistía en arrojar gatos vivos al horno familiar. Con 14 años liquidó a otro muchacho de más o menos su misma edad para "proteger su territorio", como él declararía posteriormente. Fue su primer asesinato.
En 1960 conoció a Bárbara, su futura esposa, con la que tendría tres hijas. Su trabajo en la industria del cine, donde traficaba con pornografía que revendía a los Gambino, le introdujo en los círculos mafiosos. En breve, fue contratado para cobrar deudas. Su nombre circulaba por las calles como un viento de muerte.
A las ordenes de Roy DeMeo, psicópata y matón prominente, perfeccionó los métodos de trabajo. La clave para ganarse al mafioso consistió en matar a un hombre elegido al azar. La víctima paseaba a su perro por la calle y Kuklinski actuó sin dudarlo un instante. Roy DeMeo estaba impresionado: el chico "prometía".
Durante casi 20 años, los dos hombres lideraron un grupo al que se le atribuyen más de 100 asesinatos. Kuklinski cobraba 50.000 dólares por encargo. En palabras de su esposa, "nuestra vida era la típica de una familia americana".
Vida familiar Compraron una casa lujosa y en ella organizaban barbacoas. Aunque la relación con su esposa fue cualquier cosa menos idílica. Trató de ahogarla con una almohada, la amenazó con una pistola, estuvo a punto de atropellarla, pero ella siempre achacaba estos sucesos al estrés que padecía su esposo y terminaba perdonando sus excesos.
Kuklinski alcanzó un enorme grado de sofisticación en el empleo de cianuro para matar a muchas de sus víctimas. Lo hacía con un inhalador nasal que empleó, por primera vez, con un viandante como conejillo de indias. El hombre murió en 15 segundos. "Lo importante es sorprender a tu objetivo y aplicar la solución en su rostro. Así, todo el mundo creerá que ha sufrido un infarto". Aparte del cianuro, cualquier instrumento le servía para sus fines, desde un picahielos a un mazo.
A Kuklinski le apodaban 'Iceman' (Hombre de hielo) por otro de sus experimentos. Mantuvo dos años congelado el cuerpo de una víctima. Durante meses usó como cámara frigorífica el camión de los helados de Pongray. Quería averiguar si, gracias al frío, lograría confundir a los investigadores. Cuando la policía encontró el cuerpo, creyó que había fallecido tan solo 24 horas antes. Sin embargo, durante la autopsia, los forenses hallaron restos de hielo. Aunque erró por poco —unas horas más hubieran bastado para que se derritiera del todo— Kuklinski se regocijaba porque había coronado su currículum con un nombre rotundo. Poco después se deshizo de Pongray.
Cuando le atraparon, en 1986, su familia sufrió un colapso. Jamás había sospechado del respetable marido y prominente hombre de negocios. Kuklinski no sólo no negó los cargos —en principio cinco asesinatos—, sino que añadió varias decenas. Sin eufemismos, demostraba un ego de proporciones superlativas.
En 1992, Tom Shales, del 'Washington Post', prometió en una columna realizar un estudio de su psicología. Tras visionar el documental de la HBO se retractó: "A veces es mejor no penetrar en ciertas mentes".
Fuente: Escrito con sangre.
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