jueves, 18 de septiembre de 2014

NO TODO VALÍA POR LEALTAD A MAO...Post Jo


  • Es una de 

  •  Song Binbin coloca la banda de los guardias rojos a Mao, en 1966. - Foto:
    Song Binbin coloca la banda de los guardias rojos a Mao, en 1966. - Foto:


Es una de las imágenes icónicas de la Historia contemporánea china. Una adolescente con gafas, prominente dentadura y coleta le coloca en el brazo la banda de los guardias rojos a Mao. Cuesta saber quién está más satisfecho frente a los aplausos del millón de guardias rojos apretados en la plaza de Tiananmen. Dicen que el fundador de la República Popular de China le recomendó entonces que cambiara su nombre (significa amable en mandarín) por yaowu, algo parecido a sé violenta. Song Binbin es la joven. Contaba 17 años en 1966, pero su fama le precedía. La hija de Song Renqiong, uno de los ocho padres inmortales de la patria, había protagonizado dos semanas atrás unos hechos que iniciaron la Revolución Cultural. "El primer cañonazo", en palabras de Mao.


Song había colgado en junio un cartel en su colegio de Pekín denunciando al personal docente. Las tensiones desembocaron en una turbamulta que golpeó hasta la muerte a Bian Zhongyun, directora del colegio. La primera víctima de los estudiantes funcionó como catalizador. Algunos expertos señalan que un centenar de profesores fueron torturados hasta morir en un solo distrito pequinés en las siguientes dos semanas y otros quedaron inválidos. Estudios oficiales cifran en 1.800 los asesinatos de los guardias rojos en Pekín entre agosto y septiembre.


Song regresó por primera vez a la escuela el pasado mes para inclinarse ante el busto de la directora asesinada y mostrar su "eterno arrepentimiento y pena". "Si no pedimos perdón ahora no tendremos más oportunidades, ojalá nuestros profesores pudieran ver nuestras disculpas", dijo entre lágrimas, ya canosa. Vive en EEUU, adonde huyó después de que la furia revolucionaria acabara desacreditando incluso a su familia. Aquellos hechos, sostiene, la han atormentado desde entonces y que ni siquiera abría las cartas que llevaban el nombre que le dio Mao.


El Gran Timonel intuía débil su poder en 1966 después de que su calamitosa campaña del Gran Salto Adelante, sumada a graves sequías, acabara en la mayor hambruna de la Historia moderna. Mao apeló a los viejos dogmas revolucionarios frente a la supuesta burguesía y el discurso caló en hordas de fanáticos jóvenes que ejercieron de jueces de la pureza ideológica a través de torturas y asesinatos impunes. "No hay que temer al desorden", rezaba la Declaración de los 16 puntos, guía del movimiento. Se abrían años de caos y desmanes que casi destruyeron el país y causaron millones de muertos. La revolución sirvió a Mao para domar a esa élite intelectual crítica que opinaba sobre los sufrimientos del pueblo. Pensó que la distancia entre sus atalayas y los campesinos nublaba su juicio, así que mandó a intelectuales y escritores a trabajar en el campo durante años. Otros fueron asesinados o inducidos al suicidio. Purgada la oposición, los guardias rojos desaparecieron.


Las disculpas de Song han sido fuertemente comentadas en una sociedad aún traumatizada por aquella década. Unos las aplaudieron y otros las juzgaron de cobardes por tardías. No le bastaron a Wang Jingyao, viudo de Bian, quien tomó fotos del cuerpo destrozado para que quedaran como recuerdo de la ignominia. Y otros exigieron que las disculpas lleguen del Partido Comunista de China. Muchos eximen de culpa a Mao y señalan a la Banda de los Cuatro. Era la facción más extremista del Gobierno, que dirigió la campaña y ocultó los sufrimientos del pueblo al líder. Es revelador que la historia oficial marque el día de su arresto (5 de octubre de 1976) como el del final de la Revolución Cultural y no el de la cercana muerte de Mao.


En aquella década delirante se sustenta la paz social que Pekín repite como un mantra. El exprimer ministro Wen Jiabao alertó dos años atrás de que China se abocaba a una tragedia como la Revolución Cultural si no acometía reformas políticas. El tabú se ha ido levantando poco a poco e incluso la prensa oficial ha responsabilizado del error a Mao, además de señalar al país por dejarse arrastrar por aquella locura. "La insistencia en mantener la integridad durante un periodo caótico es una de las enseñanzas que cualquier chino debería aprender", se leía en un editorial del Global Times .

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