Invasiones bárbaras, invasiones germánicas, época de las invasiones o periodo de las grandes migraciones, son distintas denominaciones para el periodo histórico caracterizado por las migraciones masivas de pueblos denominados bárbaros por el Imperio romano. La mayor parte de ellos eran los pueblos germánicos, aunque hubo otros que llegaron a invadir grandes extensiones del Imperio, ocupándolas violentamente; siendo la causa directa de la caída del Imperio Romano de Occidente. Se desarrolló aproximadamente entre el siglo III y siglo VIII y afectó a la práctica totalidad de Europa y la cuenca del Mediterráneo, marcando la transición entre la Edad Antigua y la Edad Media, que se conoce con el nombre de Antigüedad Tardía. Los pueblos germanos o germánicos son un histórico grupo etnolingüístico de pueblos originarios del norte de Europa que se identifican por el uso de las lenguas germánicas, un subgrupo de la familia lingüística indoeuropea que se diversificaron a partir de una lengua original, reconstruible como idiomaprotogermánico, en el transcurso de la Edad de Hierro. En términos historiográficos son tanto un grupo de entre los pueblos prerromanos, en las zonas germanas al oeste del Rin, provincias de Germania Superior e Inferior, en que se estableció una fuerte presencia del Imperio romano. Fueron romanizadas, como un grupo de pueblos bárbaros exteriores al limes del Imperio, situados al este del Rin y al norte del Danubio (Germania Magna). Precisamente el que protagonizó las denominadas invasiones germánicas que provocaron la caída del Imperio romano de Occidente, al instalarse en amplias zonas de éste los suevos, vándalos, godos (visigodos y ostrogodos), francos, burgundios, turingios, alamanes, anglos, sajones, jutos, hérulos, rugios, lombardos, etc. Los vikingos protagonizaron posteriormente una nueva oleada expansiva desde Escandinavia, la zona originaria de todo este grupo de pueblos, que afectó a las costas atlánticas (normandos) y a las estepas rusas y Bizancio (varegos). Otros pueblos que intervinieron fueron los cimbros, teutones, ambrones, queruscos, frisones, ingaevones, hermiones, istvaeones, chatti, bátavos, marcomanos, esciros y gépidos.
Algunos pueblos germánicos se fusionaron con la población romana dominante demográficamente en las zonas que ocuparon de Europa suroccidental (galo-romanos, hispano-romanos, italo-romanos); mientras que otros se convirtieron en la base etnográfica de las actuales poblaciones de Europa central y noroccidental (escandinavos o nórdicos -la mayor parte de los países nórdicos: daneses, suecos, noruegos, islandeses, y los isleños de las Islas Faroe, con excepción de bálticos, fineses y lapones-, alemanes -en el sentido del ámbito lingüístico alemán, que incluye a los austriacos, la mitad de los suizos y otros grupos de habla alemana de Europa central y oriental desde Francia hasta el Cáucaso-, las poblaciones de habla neerlandesa -noroeste de Alemania, Países Bajos y norte de Bélgica- y anglosajona). En Europa oriental los pueblos germánicos se vieron desplazados por otros (especialmente los pueblos eslavos y los magiares), para pasar posteriormente a protagonizar una nueva fase expansiva. Las migraciones de los pueblos germánicos se extendieron por toda Europa durante la Antigüedad Tardía (Völkerwanderung) y la Edad Media (Ostsiedlung). Estos términos historiográficos se concibieron y utilizaron de forma no neutral, sino como justificación del expansionismo alemán hacia el este en la Edad contemporánea (Drang nach osten). También en el ámbito religioso se produjo una fusión de los elementos germánicos y romanos: algunos ya habían sido cristianizados bajo credo arriano en Oriente en el siglo IV, otros continuaban con las religiones nórdicas tradicionales. La conversión al catolicismo de suevos visigodos y francos en el siglo VI fue clave para su éxito de la formación de sus respectivos reinos germánicos. Hacia el siglo XI todos los pueblos germánicos, incluidos los escandinavos, estaban incluidos en el ámbito de la cristiandad latina. Las lenguas germánicas se convirtieron en dominantes a lo largo de las fronteras romanas (Austria, Alemania, Países Bajos, Bélgica e Inglaterra), pero en el resto de las provincias romanas occidentales, los inmigrantes germánicos adoptaron los dialectos latinos que se estaban transformando en lenguas romances. Actualmente las lenguas germánicas se hablan a través de gran parte del mundo, representadas principalmente por el inglés, alemán, neerlandés y las lenguas escandinavas.
Los pueblos germanos (también llamados Teutones en literatura antigua) son un histórico grupo etnolingüístico, originarios del norte de Europa y están identificados por el uso de las Lenguas Germánicas Indoeuropeas, que se diversificaron a cabo de un Común Germano en el transcurso de la Edad de Hierro Prerromana. Los descendientes de estos pueblos se convirtieron, y en muchas áreas han contribuido a, grupos étnicos en el norte de Europa occidental: escandinavos (daneses, suecos, noruegos, islandeses, y los isleños de las Islas Faroe, pero no los fineses y lapones), alemanes (incluyendo los austriacos, suizos con lengua materna alemana, y otros de origen alemán), holandeses, flamencos, e ingleses, entre otros. La migración de los pueblos germánicos se extendió por toda Europa en la Antigüedad Tardía (300-600) y la Alta Edad Media. Las lenguas germánicas se convirtieron en dominantes a lo largo de las fronteras romanas (Austria, Alemania, Países Bajos, Bélgica e Inglaterra), pero en el resto de las provincias romanas (occidentales), los inmigrantes germánicos adoptaron dialectos latinos (Romance). Con el tiempo todos los pueblos germánicos fueron cristianizados. Los pueblos germánicos de Europa, como los francos, sajones, vándalos, anglos, lombardos, suevos, burgundios y godos, destruyeron el Imperio Romano, y lo transformaron en Europa Medieval. Hoy en día las lenguas germánicas se hablan a través de gran parte del mundo, representadas principalmente por el inglés, alemán, neerlandés, y las lenguas escandinavas. Como un adjetivo, germani es simplemente el plural del adjetivo germanus, que deriva del término griego y latino Germania para una área geográfica de tierra en las orilla oriental del Rin (Germania interna), que incluía regiones de Sarmacia así también una área bajo el control romano en la orilla oeste del Rin. El nombre se comenzó a usar desde que Julio Cesar lo adoptara de un término gaélico para los pueblos al oeste del Rin, que probablemente significa “vecino“. El etnónimo parece ser certificado en la inscripción Fastos Capitolinos, para el año 222, donde simplemente se refiera a pueblos “asociados”, como los relativos a los galos.
El escritor que al parecer introdujo el nombre “Germani” en el corpus de la literatura clásica es Julio César. Él usa Germani de dos formas ligeramente distintas: una para describir los pueblos no-gaélicos de Germania, y uno para denotar el Cisrhenani Germani, un grupo un tanto difusa de los pueblos en el noreste de la Galia, que no puede ser claramente identificado como celta o germánico. En este sentido, Germani puede ser un préstamo de un exónimo celta aplicado a las tribus germánicas, sobre la base de la palabra para “vecino” o de “hombres de los bosques“, debido a que el territorio alemán actual fue casi totalmente cubierta de densos bosques. Tácito sugiere que podría ser de una tribu que cambió su nombre después de que los romanos lo adaptaron, pero no hay pruebas de ello. La sugerencia de derivar el nombre del término gaélico para “vecino” invoca al gair Antiguo irlandés, gergalés, “cerca“, irlandés gearr, “atajo, corto” (una corta distancia) de una raízProto-celta gersos, más relacionado con chereion del griego antiguo, “inferior” y del inglés gash. La raíz protoindoeuropea pudo haber sido de la forma khar-, kher-, ghar-, gher-, “corte”, de la que también hitita kar-, donde también el griego character. Al parecer, las tribus germánicas no tenían una auto-designación (“endónimo“) que incluía a todas las personas de habla germánica, pero se excluyeron todas las personas no-germánicas. Los pueblos no-germanos (principalmente celtas, romanos, griegos, los ciudadanos del Imperio Romano), por otro lado, fueron llamados walha-. Sin embargo, el nombre de los suevos — la cual se designó un grupo más grande de las tribus y se utilizan casi indiscriminadamente con Germani de César — fue posiblemente una equivalente germánica del nombre en latín (swē-ba- “autentico“). Tratando de identificar un término vernáculo contemporáneo y la nación asociada a un nombre clásico, desde el siglo X en adelante los escritores latinos usaron el adjetivo teutonicus (originalmente derivado de los teutones) para referirse a Francia Oriental (“Regnum Teutonicum”) y sus habitantes. Este uso sigue estando en parte, presente en el español actual; por lo que el uso del español “teutones“, en referencia a los pueblos germánicos en general, además de la tribu específica de los teutones que derrotaron en la Batalla de Aquae Sextiae en 102 aC.
Según los hallazgos arqueológicos, se establecieron hacia el año 500 a. C. sobre las costas del mar Negro y el mar Báltico. Los antiguos griegos no supieron de su existencia y los romanos sólo los conocieron cuando los germanos comenzaron a avanzar hacia el interior de Europa al inicio de la Era cristiana. Julio César (De Bello Gallico) diferenció entre los germanos cisrenanos (Cisrhenani Germani, esto es, los «germanos a este lado del Rin» y los germanos transrenanos Germani Transrhenani o, simplemente,Transrhenani, «transrenanos»). El avance de los germanos hacia el occidente en aquella época pudo haber sido causado por catástrofes naturales o por su gran aumento demográfico. Se estima que en esa época sumaban entre uno y cuatro millones. Para contener sus avances, los romanos crearon una frontera fortificada, el limes («límite» o «frontera»), a lo largo del Rin y el Danubio. Entre los años 235 y 285, Roma estuvo sumida en un periodo de caos y guerras civiles. Esto debilitó las fronteras, y los germanos, en busca de nuevas tierras, se desplazaron hasta la frontera norte del Imperio; en esa época eran 6 millones de personas (cerca de un millón emigran al este, a la actual Ucrania). Los emperadores de la época permitieron el ingreso de los germanos bajo dos condiciones: debían actuar como colonos y trabajar las tierras, además de ejercer como vigilantes de frontera. Sin embargo, la paz se acabó cuando Atila, el rey de los hunos, comenzó a hostigar a los germanos, que invadieron el Imperio. Después de la retirada de los hunos, las tribus bárbaras se establecieron en el interior del Imperio: los francos y burgundios tomaron la Galia; los suevos, vándalos y visigodos se asentaron en Hispania; los hérulos tomaron la península itálica tras derrotar y destituir al último emperador romano, Rómulo Augústulo. Posteriormente, los hérulos se enfrentarían a los ostrogodos, saliendo estos últimos victoriosos y dominando toda la península.
Los distintos pueblos germánicos se asentaron en diferentes zonas del antiguo Imperio romano de Occidente, fundando reinos en los que los germanos pretendieron inicialmente segregarse como una élite social separada de la mayoría de la población local. Con el tiempo, los más estables de entre ellos (visigodos y francos) consiguieron la fusión de las dos comunidades en los aspectos religioso, legislativo y social. La diferencia cultural y de grado de civilización entre los pueblos germánicos y el Imperio romano era muy notable, y su contacto produjo la asimilación por los germanos de muchas de las costumbres e instituciones romanas, mientras que se conservaron otras propias de sus antiguas tradiciones e instituciones, formando así la cultura que se desarrolló en la Europa medieval y que es la base de la actual civilización occidental. Sin duda el rasgo más definitorio de los germanos es la lengua, ya que el concepto es ante todo etnolingüístico. No obstante, aunque las lenguas germanas antiguas eran cercanas entre sí, los germanos no hablaban la misma variante, sino variedades diferentes derivadas del proto-germánico. Además de la lengua existían otros rasgos ampliamente extendidos entre todos los pueblos germánicos. Todos se regían por una monarquía electiva. El rey o jefe de la tribu era elegido por una asamblea de guerreros, que además administraban la justicia, pactaban la paz o declaraban la guerra. No poseían un código legislativo, por lo que se regían por el derecho consuetudinario. La organización en cuanto al poder era bastante simple. La clase de los nobles era la que tenía acceso a los puestos de mando (asamblea de guerreros, mandos militares) y de la que podían ser nombrados los reyes de las tribus. Los hombres libres, quienes formaban parte del ejército, practicaban la caza y otras actividades cotidianas. Los esclavos, quienes debían trabajar las tierras y obedecer a un amo. Aunque aparentemente compartían una lengua ancestral común, al momento de su avance sobre el interior europeo ya tenían varios dialectos hablados principalmente por: los pueblos nórdicos o escandinavos, los germanos occidentales, los germanos orientales. Su organización social era de tribus independientes, que ocasionalmente se confederaban para la guerra, aunque a menudo también lo hacían entre ellas. Eran pastores y agricultores seminómadas, cuyos asentamientos eran poco duraderos. No tenían alfabeto (el rúnico de los escandinavos se usaba sólo para fines religiosos), por lo que no hay registros escritos de su historia hasta su encuentro con los romanos. Tenían esclavos y hacían vasallos semilibres a los pueblos conquistados. Algunas tribus, como los francos, establecieron relaciones de clientela con los romanos, sirviendo ocasionalmente en sus ejércitos. Estas relaciones sentaron la base del futuro régimen feudal, y los dominios que establecieron fueron el origen de los reinos medievales y los actuales países europeos.
Y ahora vamos a profundizar en algunos de los principales pueblos germánicos. Los godos eran uno de los grupos pertenecientes a los pueblos germánicos orientales y una de las muchas tribus del otro lado de la frontera oriental a las que los romanos llamaban bárbaras o germánicas. Probablemente su origen esté en Götaland, lo que es hoy el sur de Suecia, aunque para algunos autores su origen es báltico, pero no de la península escandinava. Eran uno de los pueblos germánicos originarios de Escandinavia que al expandirse por media Europa amenazaron el poder del Imperio Romano. Durante el siglo III se dividieron en dos tribus independientes: los ostrogodos y los visigodos. Ambas mantuvieron contactos y alianzas puntuales. Se han encontrado muchos restos de los godos en la actual Polonia, donde permanecieron durante siglos y llegarían hasta las llanuras de Ucrania. En el siglo III, tras haber partido desde su lugar de origen al sur de la actual Suecia, los godos avanzaron hacia el Sur, siguiendo el curso del Vístula para luego penetrar por las llanuras danubianas hasta las orillas septentrionales del mar Negro. En su larga migración, después de dejar tras de sí a numerosos pueblos afines (los esciros y los gépidos en el Vístula, los hérulos y los rugios en Pomerania, los burgundios en la cuenca alta del Elba y los vándalos en la desembocadura del mismo río), perdieron su uniformidad étnica debido a riñas y confrontaciones internas entre los clanes de la tribu (las fuentes que describen este hecho son muy escasas), transformados en una nación relativamente poderosa, se dividieron en dos facciones: losostrogodos al Este (entre el Don y el Dniéper) y visigodosal Oeste (entre el Dniéper y el Tisza). Al poco tiempo, los godos poseían una fuerte organización dinástica que les permitió adquirir una capacidad de choque y una penetración mayor que las demás tribus germánicas, invadieron Dacia y se asentaron en ella por un periodo aún no establecido exactamente por las fuentes godas a pesar de haber sido derrotados en el 214 por el Emperador Caracalla. El contacto con el Imperio romano prontamente introdujo cierta civilización en las tribus góticas, sobre todo en las orientales (ostrogodos), muchos de cuyos miembros decidieron integrarse en las legiones imperiales como voluntarios.
Sin embargo, la presión hostil en los confines del imperio se hizo cada vez más fuerte por obra de los visigodos, siendo una de sus causas el explosivo aumento poblacional de los bárbaros y el simultáneo ocaso de la capacidad militar del imperio. Hacia el año 247, los visigodos completaron la ocupación y conquista de Dacia, venciendo y asesinando al emperador Decio en la batalla de Attrio. Al mismo tiempo comenzaron con la invasión de los Balcanes hacia Bizancio, por una parte, y la de Italia y Panonia, por otra. Contra ellos lucharon los emperadores Claudio II (llamado El Gótico) y Lucio Domicio Aureliano, logrando contener sus invasiones y por casi dos siglos retrasaron su empuje hacia Occidente. Más adelante se aliaron con Constantino II y se convirtieron al cristianismo por obra del obispo Ulfilas, que tradujo la Biblia a su lengua. Las guerras entabladas entre los emperadores romanos y los gobernantes godos a lo largo de casi un siglo devastaron la región de los Balcanes y los territorios del noreste del Mediterráneo. Otras tribus se unieron a los godos y bajo el gran rey Hermanarico establecieron en el siglo IV (350) un reino que se extendía desde el mar Báltico hasta el mar Negro, teniendo como súbditos a eslavos, ugrofineses e iranios. Hacia el 370, los hunos arrasaron el vasto reino visigodo del rey Hermanarico y dispersaron a todas las tribus góticas. A partir de este momento, los visigodos reemprendieron su marcha hacia el Oeste (Europa central) y ya no pudieron ser detenidos: en el año 378 derrotaron y dieron muerte en la Batalla de Adrianópolis, al emperador romano Valente, pudiendo obtener así un tributo por una paz que sería sólo temporal; en el 395 iniciaron una expedición contra la península Itálica al mando de Alarico I, llegando a saquear Roma en el 410 y establecerse cinco años más tarde en la provincia romana de Hispania (hoy España y Portugal), fundando a partir de estos hechos, un reino que perduraría por los siguientes 300 años y que termina desapareciendo por la invasión y ocupación árabe en el año 711.
A la muerte de Teodorico el Grande, el control de la política ostrogoda cayó en manos de su hija Amalasunta, la cual ejerció el poder en nombre del rey niño Atalarico, hasta que este falleció en 534. La regencia se caracterizó por un viraje político hacia Oriente, generando una fuerte oposición interna. La pronta desaparición de su hijo forzó a la regente a la búsqueda de un monarca formal tras el que seguir moviendo los hilos del gobierno. El elegido fue Teodato, con el que contrajo matrimonio a fines de 534. Este se alejó pronto del palacio de Rávena y ordenó la eliminación de su mujer en abril de 535, posiblemente instigado por Teodora que buscaba un casus belli para la intervención de Justiniano I. Ese mismo año Justiniano daría dos golpes de mano que le permitieron tomar Sicilia, al mando de Belisario,y Dalmacia, porIlírico Mundo. Teodato recurrió a una embajada papal, pero se envió una embajada Imperial paralela al propio monarca ostrogodo para establecer un acuerdo secreto de cesión de Italia al imperio. Los diversos contratiempos que atravesaba el Imperio en ese momento, como la revuelta de África y la recuperación de territorios por germanos en Dalmacia, indujeron a Teodato a romper el compromiso y a hacer frente a los ejércitos de Justiniano. Justiniano reorganizó la jerarquía militar para poder poner al frente de las campañas italianas a Belisario, ya que Mundo había fallecido en la ofensiva de Dalmacia. En su lugar se puso a Constantino, que recuperó la ofensiva en Dalmacia, reocupando Salona y expulsando a los ostrogodos de la región. Belisario ocupó Nápoles y finalmente Roma a comienzos de diciembre. Teodato, antes de la caída de Roma, fue depuesto por Vitiges, comandante de su guardia personal que demostró tener gran capacidad para las artes guerreras y puso sitio a Roma. El precio de la conquista del reino ostrogodo quizá podría considerarse excesivo. Se provocaron continuas campañas de desgaste, siendo víctima principal la población itálica, que sufrió la destrucción de su tejido social, productivo, político y fue azotada por la peste. Los veinte años de lucha aceleraron dramáticamente la transición al mundo medieval. Roma perdió su entidad urbana y dejó de ser la ciudad por antonomasia del mundo Mediterráneo.
La Pragmática Sanción de 554, mediante la cual Italia era reintegrada al Imperio romano, ratificaba la situación de facto al otorgar a los obispos el control de diversos aspectos de la vida civil (como la actividad de los jueces civiles) y la administración de las ciudades, poniéndolos a cargo del aprovisionamiento, la anona y los trabajos públicos, al tiempo que quedaban exentos de la autoridad de los funcionarios imperiales. Con el hundimiento de los reinos, los godos desaparecieron de la historia, habiendo asimilado rápida y totalmente a la civilización romana. La rama que más tiempo perduró fue la de los godos de Crimea, los cuales perdieron su independencia en el año 1475 frente a los turcos, en tanto su lengua, aún viva en parte del siglo XVI, no parece haberse extinguido hasta el siglo XVIII. A finales de 552 Justiniano podía considerar la campaña itálica como finalizada, accediendo ese mismo año a la petición de ayuda formulada en el 551 por el rebelde visigodo Atanagildo a cambio de una franja costera desde Valencia a Cádiz. La colaboración oriental fue decisiva para decantar la guerra civil en el reino peninsular hispano a favor de aquel candidato frente a Agila. Pero la compensación territorial nunca fue plataforma para la conquista de la antigua Hispania. De hecho, las zonas concedidas en 552 comenzaron a menguar en las décadas siguientes, especialmente durante el reino de Leovigildo, hasta su evaporación en el 624, con la conquista de Cartagena en la época del rey Suintila. Cuando tuvieron los primeros contactos con el Imperio romano, los godos se dieron al pillaje dentro de sus tierras. Cuando se instalaron en Dacia, se dedicaron a la extracción de recursos minerales que luego comercializaban con los romanos. Con el establecimiento en la provincia romana de Dacia, se produce un profundo cambio en la estructura económica y social de los godos. En un principio se trataba de un pueblo seminómada en donde todos los hombres eran libres y tenían los mismos derechos ante sus caudillos, siendo todos guerreros en potencia, para luego pasar a ser una sociedad dedicada a la actividad agrícola y en menor escala ganadera. Nace así una fuerza de campesinos libres que no deben guerrear y otra casta que estaba conformada por guerreros profesionales que se entregaban de lleno a la preparación militar.
Surge también una aristocracia que se dedica a acumular grandes riquezas obtenidas mayoritariamente del comercio con el Imperio romano. Este cambio social y económico de convertirse en una nación agrícola, conlleva a que las aspiraciones militares de los godos sean la conquista de tierras fértiles donde poder asentarse y desarrollar la actividad mayoritaria. En todo el territorio conquistado se produce este poderoso fenómeno, pero se muestra una acentuación en comarcas visigodas, pues limitaban con el Imperio, por un lado, y con los ostrogodos, por el otro, mientras que estos últimos poseían la retaguardia desprotegida ante invasiones hunas y de otros grupos bárbaros. Cabe destacar que los godos absorbieron con facilidad innovaciones tecnológicas, como el estribo, el arco, la equitación y nuevas tácticas militares basadas principalmente en la caballería armada con arco y flecha. Con estos avances y la riqueza obtenida del comercio con los romanos, los godos se convierten prontamente en una gran potencia que se encuentra por encima de otros pueblos germánicos. Esto hace que se transformen en un problema para el Imperio romano. Este desarrollo económico (y también el desarrollo militar) produjo preocupación dentro de los límites imperiales, por lo que Aureliano se decidió a proclamar el Deus et dominus natus, reconociendo así a la nación goda asentada en Dacia, en el año 270. De esta forma, los romanos reconocían a los godos como una nación amiga y vecina, a pesar de que las incursiones al otro lado del Danubio proseguían sin importar lo que se estipulara en los tratados. Con el Deus et dominus natusse intentó pacificar a los godos, haciéndoles creer que eran gratos y necesarios para el Imperio; como bien se sabe, los romanos siempre fueron buenos diplomáticos.
El idioma gótico es una de las más antiguas de las lenguas germánicas. Se han encontrado escritos de leyendas populares de la Edad Media y algunos estudiosos afirman que el idioma se habló hasta el siglo XVI, cuando se extinguió definitivamente. El idioma gótico es una lengua germánica extinta, que, con la lengua de los burgundios, vándalos, hérulos y rugenos, constituía el grupo germánico oriental. A diferencia de las últimas, de las cuales sólo se conocen algunos nombres propios y algunos sustantivos, el gótico es conocido por fragmentos que se conservan de la traducción de la Biblia, efectuada por Ulfilas, que convirtió y evangelizó a los godos. Estos, asentados al principio al norte del Danubio, fueron conducidos por el mencionado obispo en el año 348 al otro lado del río, cerca de Nicópolis, para que pudiesen escapar de las persecuciones anticristianas decretadas por Atanarico. La obra de Ulfilas fue de gran importancia. No sólo era gran conocedor de su propia lengua, sino también del latín y griego. Se vio en la necesidad de trasladar los conceptos, los hechos culturales y los objetos de la civilización grecorromana a una lengua alejada de todo ello, debido a las características culturales del pueblo que la hablaba y carente también, si se exceptúan las inscripciones rúnicas germánicas, de cualquier tradición literaria. Por lo tanto, Ulfilas tuvo que crear primeramente un alfabeto proveniente del griego, pero con rasgos latinos y rúnicos, y solucionar a continuación los complicados problemas relacionados con la semántica. Aún con la limitación de tratarse de una lengua de una sola persona y resultado de una traducción, es la primera lengua germánica documentada. Además la lengua gótica posee ciertos trazos de conservación -ausente o en vías de desaparición en otras lenguas germánicas- que colocan a este idioma histórico bastante cerca de aquella abstracción científica que constituye el germánico común.
Los suevos (en latín suebi o suevi; en alemán Sueben, Sweben o “Schwaben“) fueron un pueblo germánico procedente del norte de Europa. Su asentamiento primitivo se encuentra en la zona del mar Báltico, llamado por los romanos Mare Suebicum. Cornelio Tácito los menciona, aunque llama suevos a todos los pueblos germánicos del este (alamanes, cuados, marcómanos y turingios). En sus migraciones, los suevos se dirigieron hacia el sur y el oeste, quedándose un tiempo en el área de la Alemania moderna. Todavía existe una región alemana llamada Suabia (Schwaben, cuyos habitantes en castellano actual se llaman suabos) que viene a equivaler a una parte del antiguo reino de Wurtemberg en el moderno Estado federado de Baden-Wurtemberg y la zona sudoccidental de Baviera, con centros en Stuttgart, Ulm, Tubinga y Augsburgo, entre otros. Así mismo, en Galicia existen dos parroquias de nombre Suevos, en las comarcas de La Coruña y La Barcala, y hasta cuatro pequeñas poblaciones más con dicha denominación. Además, en Asturias también existe la Sierra del Sueve. En esta época, varias tribus se separaron del grupo central de los suevos para formar los alamanes, de donde nos llega, a través del francés, el nombre de Alemania. Para este período, o al menos para gran parte del mismo, las fuentes principales son las obras de Isidoro de Sevilla y las de dos cronistas testigos de los acontecimientos que relatan: Hidacio, natural de Chaves (Portugal) comarca del actual Limia/Lima, y Paulo Orosio, natural de Braga.
Dirigidos por su rey Hermerico, en diciembre de 406 y en compañía de otros pueblos germánicos cruzaron el Rin, que estaba helado, a la altura de Maguncia, penetrando en el Imperio romano. Durante dos años se movieron a sus anchas por las Galias, dedicándose al saqueo y el pillaje. En 409, junto con vándalos y alanos penetraron en Hispania, atravesando el Pirineo Occidental. Estos pueblos asolaron el norte de la península, hasta que en 411 suevos y vándalos asdingos se asentaron en la provincia de Gallaecia, firmando un pacto (foedus) con el emperador Honorio y estableciendo su centro político en Bracara Augusta (actual Braga, en Portugal). Pronto surgieron desavenencias con los vándalos, los cuales se dirigieron a la Bética y posteriormente pasaron al África romana. Debido a su escaso número (apenas unos 30.000), los suevos estuvieron agrupados. Su régimen de gobierno era la monarquía. Los reyes suevos se extienden desde Hermerico hasta Andeca, que en el 585 fue derrotado por el rey visigodo Leovigildo. En su Historia Sueborum, Isidoro de Sevilla deja constancia de que el Regnum Sueborum duró exactamente 177 años y fecha erróneamente su inicio en el 408 (ya que los suevos no penetraron en la península Ibérica hasta el 409). El área territorial del reino de los suevos, así como su centro de gravedad, fueron variando con el tiempo. En un principio, el grueso de la población sueva se asume que se asentó entre la desembocadura del Duero y la ría de Vigo. Tras la marcha de los visigodos de la Península en el 418, los vándalos se enfrentan a los suevos, derrotándolos en la batalla de los montes Nervasos, y sólo la intervención de los romanos los salva del desastre. Los vándalos abandonan posteriormente la Península para instalarse en África, dejando a los suevos como único pueblo bárbaro en Hispania. El rey Requila comenzó una etapa de expansión, logrando tener bajo su control toda la península salvo la Tarraconense (en poder del Imperio), trasladó su capital de Braga a la capital lusitana, Mérida, y derrotó en el 446 a Vito, general romano que intentó parar la expansión sueva. En el 453 Requiario, su sucesor, firma la paz con los romanos, entregándoles la Cartaginense, pero en el 456 decide pasar a la ofensiva invadiendo la Cartaginense. Esto provoca la intervención de los visigodos, que derrotan a los suevos en la batalla del río Órbigo (456, cerca de la actual Astorga).
Los visigodos persiguieron a los fugitivos hasta Braga, que saquearon, y ejecutaron a Requiario, al que habían capturado, dejando como rey a Agiulfo, que cometió innumerables tropelías, provocando una guerra civil que traería un periodo de caos en el reino. Esto impidió una ulterior expansión del reino suevo, que a partir de ese momento quedaría limitado al noroeste de la Península Ibérica. En los años siguientes se sucedieron las luchas entre distintos pretendientes al trono, con una activa participación visigoda. Remismundo consiguió unificar el reino, y durante su reinado los suevos se convirtieron al arrianismo. Entre 469 y 558 hay una laguna histórica debido a la escasez de fuentes. Sólo consta el nombre del rey Teodemundo. Los suevos empiezan a reaparecer en la historia a mediados del siglo VI. Por esta época, el rey Charriarico o Karriarico o Carriarico (c. 550-559) introdujo el catolicismo, según el testimonio de Gregorio de Tours, al invocar a San Martín de Tours, gracias a cuya intercesión un hijo del rey se habría curado de una grave enfermedad, tras lo cual se trajeron unas reliquias del santo al reino suevo. La sustitución del arrianismo por el catolicismo pudo llevar aparejadas situaciones de tensión de las que, sin embargo, no hay noticias. Isidoro cita como primer rey católico a Teodomiro (559-570). Asimismo, a finales del siglo V y principios del VI, contingentes de población celta procedentes de Gran Bretaña y huyendo de las invasiones anglosajonas se instalan en la costa lucense, aproximadamente entre el río Eo y la ría de Ferrol. Esta población se organizó en torno a una diócesis propia con sede en Britonia (lugar que los expertos identifican habitualmente con la actual parroquia de Santa María de Bretoña, ubicada en el municipio lucense de Pastoriza). Su participación en los asuntos del reino queda atestiguada por la participación de su obispo Mailoc en los Concilios de Braga de los años 561 y 572. En tiempo de Charriarico parece haber predicado en el reino suevo otro Martín, San Martín Dumiense o de Braga (c.520-580), luego arzobispo de Braga, de quien se dice que realizó la conversión de muchos suevos arrianos (quizás Gregorio de Tours confunda a ambos santos) y que influyó notablemente en Teodomiro, al principio de cuyo reinado (hacia el 560), cuando ya se había consolidado el catolicismo, estableció varios monasterios en el reino, entre ellos el de Dumium cerca de Braga, del que fue abad hasta que los obispos del reino le aclamaron como Obispo (metropolitano) de Braga el 567.
El 575 Leovigildo, rey de los visigodos, penetró en las montañas de la actual provincia de Orense, que aparentemente deberían haber estado bajo control del rey de los suevos. A caballo entre los territorios actualmente leoneses —donde los visigodos aún no habían establecido su poder antes del 573 (y que debieron independizarse después de 457)— y las tierras de los suevos, habían surgido señoríos locales de vinculación incierta, probablemente iniciados después del 457, al debilitarse el reino suevo, y consolidados posteriormente hasta lograr una independencia efectiva (el reino suevo no había intentado combatir con los visigodos ni siquiera en los momentos de mayor debilidad de éstos, con Atanagildo, cuando otros rivales aparentemente menos poderosos se atrevían a desafiarle). Y tampoco consta que en ningún momento intentaran someter las regiones asturleonesas, que antes les habían pertenecido y luego debieron autogobernarse, ni Cantabria, donde en cambio penetraban los vascones. En esta zona Leovigildo hizo prisionero a un señor local (loci senior) llamado Aspidius, junto a su esposa e hijos, y se adueñó de sus dominios. Aspidius gobernaba al parecer sobre un pueblo conocido por araucones o aregenses, que dieron nombre a las montañas de la zona. No se sabe si fue a consecuencia de ello que se inició en 576 una guerra con los suevos o, como parece más probable, la conquista del dominio de Aspidius fuera ya el primer episodio de la misma, tras la cual Leovigildo continuaría su progresión. El rey suevo Miro (570-583) solicitó la paz, probablemente basada en un reconocimiento del poder visigodo en los dominios de Aspidius y quizás otros territorios, accediendo a ella Leovigildo. Pudo influir en el ánimo del rey el conocer la noticia de la rebelión de los campesinos de la Oróspeda Occidental (Sierra Morena). La paz quedó firmada el 577 probablemente con un vasallaje suevo al reino visigodo. Unos años después el rey suevo Miro marcha con su ejército a territorio visigodo. Según unos autores, los suevos acudían para ayudar al rebelde Hermenegildo contra su padre Leovigildo. Fueron cercados y Miro hubo de rendirse y jurar fidelidad al rey visigodo. Según otros, Miro llegó con sus tropas, tomó parte en las operaciones al lado de su supremo señor Leovigildo y contribuyó a la toma de Sevilla.
Juan de Biclaro asegura que se permitió a Miro entrar en Sevilla, donde murió poco después (583), pero Gregorio de Tours afirma que se retiró a sus dominios en Gallaecia donde falleció este mismo año. Para Isidoro de Sevilla, en su Historia de los suevos, y para Juan de Biclaro, Miro acudió en ayuda de Leovigildo; puede suponerse que su ejército hubo de participar en las operaciones de sitio de Sevilla, desde el principio o una vez derrotado. Si Miro tomó parte en el sitio de Sevilla al lado de Leovigildo, entraría en la ciudad el 583 y moriría poco después, aunque podría ser cierta la versión de Gregorio de Tours indicando que se retiró a sus dominios (tal vez ya estaba enfermo) dejando quizás a una parte de su ejército en Sevilla, muriendo nada más llegar, el mismo año 582. Si, como dice Gregorio de Tours, ayudaba a Hermenegildo, sería derrotado, pudiendo entrar en Sevilla (por concesión del rey) donde murió el 582 o 583 (antes o después de la toma de la ciudad por el rey) o pudo retirarse a sus dominios el mismo 582, muriendo el 582, o bien ya el 583 después de la ¨conquista de Sevilla. Desde el 583 o 584 reinó en el reino suevo Eborico, hijo del rey Miro que había jurado fidelidad a Leovigildo mediante un tratado antes de morir. Eborico firmó un tratado de paz con Leovigildo, según Gregorio de Tours, lo cual debió acontecer el 583. Hacia el año 584 el rey suevo fue destronado por su cuñado Andeca (Odiacca) y encerrado en un monasterio. El nuevo rey casó con la esposa de Eborico, llamada Sisegutia, sin que se sepa si Andeca se separó o había enviudado de su matrimonio anterior (con la hermana de Eborico). Pero Leovigildo reaccionó y en 585, simultáneamente a la guerra con Borgoña (que llevó su hijo Recaredo), invadió el reino suevo, lo devastó y capturó a Andeca al que hizo tonsurar (entrar a formar parte de la clerecía), lo que le inhabilitaba para reinar, y lo envió a Pax Julia (Beja). Además, las naves que hacían las travesías comerciales entre el reino suevo y territorios francos pertenecientes a Gontrán de Borgoña fueron destruidas. El tesoro real suevo cayó en poder del vencedor, y los territorios del reino suevo pasaron a ser posesión visigoda, convirtiéndose en una nueva provincia. Como los suevos se habían convertido al catolicismo durante el reinado de Teodomiro, padre de Miro, Leovigildo restauró el arrianismo, y se sabe que obispados arrianos se restablecieron en los territorios suevos (seguramente doce), pues cuatro obispos se convirtieron después al catolicismo en el III Concilio de Toledo en 589 y los obispos arrianos nombrados por el rey visigodo convivieron con los católicos.
Apenas el rey visigodo salió del país, los suevos se rebelaron y aclamaron como rey a un noble llamado Malarico. Pero la rebelión fue sofocada por fuerzas visigodas sin necesidad de la intervención de Leovigildo. Las fuentes de la época coinciden en reconocerle al reino Suevo-Galaico un elevado nivel cultural, alcanzado seguramente en varios campos, aunque hagan más hincapié en la sabiduría y destreza literaria de San Martín Dumiense. La producción literaria de Martín Dumiense se extendió a los campos canónico, litúrgico y ascético-moral. Casi todas sus obras tienen un destinatario concreto, lo cual revela la intensa actividad intelectual que, con centro en Dume (y en Braga cuando Martín asume la dignidad metropolitana), irradia por Galicia en todas direcciones, en especial hasta las sedes episcopales. Apenas más se sabe de la vitalidad artística y cultural de la Galicia del siglo VI y se padece una desorientación en lo referente a la actividad constructora. No se pone en duda la transmisión hasta la actualidad de una cantidad relativamente abundante de obras menores, entre las que destacan las laudas sepulcrales, procedentes de diferentes necrópolis(algunas tan relevantes como las de San Martiño de O Grove, y sobre todo la descubierta en el subsuelo de la catedral de Santiago de Compostela). Ya Sarmiento identificó las denominadas “laudas de estola” como propias del período germánico (entre los siglos VI y VII) y hoy en día también mantiene Schlunk la autoría sueva, destacando la lápida procedente de Tui con la inscripción hic requiescat modesta como una de las escasísimas muestras de escritura de aquel momento. Este mismo autor enumera piezas de orfebrería (pendientes, broches) encontradas en diferentes lugares del reino que califica como bizantinas, confirmación de tendencia general mantenida en el reino por el siglo VI, así como de contactos culturales con el Mediterráneo. El concilio II bracarense (ordenado por el rey suevo Miro en 572) incluye disposiciones relativas a la construcción de nuevas iglesias y a la consagración de las ya existentes, de lo que se deducen dos evidencias: que muchas, en efecto, ya existían (bien desde la baja época romana, bien desde la conversión del siglo V) y que a lo largo del siglo VI se desenvolvió una actividad constructora y reconstructora intensa, impulsada por una iglesia fortalecida por la monarquía católica sueva (entonces los visigodos eran arrianos). Por otra parte, se conservan testigos de iglesias, como la futura catedral de Orense, del 550, o el palacio episcopal de Iria Flavia, del 572; la de San Martiño de Churío (Irixoa, Betanzos), y la iglesia de San Pedro de Rocas (Orense); se demuestra, por lo tanto, que muchas de las iglesias catalogadas como visigodas en el territorio de la vieja Gallaecia bien pueden ser suevas antes que visigodas.
La iglesia de Santa Comba de Bande está catalogada como visigoda basándose en su análisis morfológico, dando por supuesto que el arco de herradura es exclusivamente propio de esa cultura. A continuación se constituye un grupo de construcciones bajo esa catalogación: Santa Comba de Bande, São Pedro de Balsemão (Viseu), São Frutuoso de Montelios (Braga), San Pedro de la Nave (Zamora), pero la inconsistencia cronológica para ubicarlos en el siglo VII es manifiesta. Un documento de Celanova fue utilizado para datar la erección de Santa Comba de Bande en el año 672 y, a partir de ese dato, considerándolo sólido, se confirman las otras obras estilísticamente semejantes, para las que de hecho por sí mismas no existe datación fija. De esta forma se constituye un círculo vicioso, cuando además resulta que el tal documento de Celanova no autoriza semejante cronología. De ser así estaríamos en condiciones de sospechar que obras estilísticamente semejantes pudieran haber sido erguidas en época sueva, no visigoda, en especial aquellas de rasgos más comunes y específicos. Los supuestos motivos célticos (transmitidos posteriormente a lo largo del románico gallego) hablan de una hechura autóctona, pero la influencia oriental o bizantina cobra mayor lógica en el contexto del siglo VI, cuando los contactos del reino suevo-gallego apuntaban en esa dirección y no los del visigodo. Díaz y Díaz reconoce que esos contactos establecidos por la Galicia del siglo VI con Oriente permiten explicar ciertos detalles de las obras artísticas gallegas. Por eso no debe extrañar que algún autor tenga catalogada la iglesia de Montelios como suevo-bizantina, atendiendo a un criterio tipológico extensible a las demás. Se sabe de sobra que el elemento estructural más característico de estas construcciones es su peculiar arco de herradura, convertido en emblema del arte visigodo; sin embargo, sin entrar en la consideración de que suevos y visigodos llegasen a compartir el mismo recurso arquitectónico.
Los vándalos fueron un pueblo germano de Europa central. Su lengua pertenece a la rama germánica oriental que habitaban las regiones ribereñas del Báltico, en la zona de las actuales Alemania y Polonia. A principios del siglo V d.C. cruzó la Galia y la Península Ibérica, se instaló brevemente en el valle del Guadalquivir, pasó el estrecho de Gibraltar y, comandado por Genserico, creó un reino en el norte de África, centrado en la actual Túnez y que, finalmente, fue destruido por los bizantinos el año 534. Los lugiones o vándalos ocupaban el territorio al oeste del Vístula y junto al Oder, hasta el norte de Bohemia. La palabra vándalo parece tener un doble significado y querría decir «los que cambian» y «los hábiles», mientras que su otro nombre, lugios o lugiones, también con doble significado, querría decir «mentirosos» y «confederados». Parece ser que al principio las tribus de los vandulios (o vandalios) y la de los lugios (o lugiones), junto con las de los silingos, omanos, buros, varinos (seguramente llamados también auarinos), didunos, helvecones, arios o charinos, manimios, elisios y najarvales correspondían a pequeños grupos de origen similar, integrando otra rama del grupo de los hermiones, que formaron después un gran grupo identificado generalmente como lugiones, cuyo nombre predominaba para designar a todos los pueblos componentes incluidos los vándalos. Más tarde (siglo II d. C.) acabó prevaleciendo el nombre de vándalos para el conjunto de pueblos. La llegada de los godos los obligó a desplazarse hacia el sur y a asentarse en las riberas del mar Negro, siendo por tanto vecinos y en ocasiones aliados de los godos. Durante el siglo I, las tribus del grupo de los lugiones o lugios (incluyendo entre ellas a las tribus de la rama de los vándalos) estuvieron en guerra frecuente con los suevos y los cuados, contando ocasionalmente con la alianza de otras tribus, especialmente los hermunduros. A mediados de siglo derrocaron a un rey de los suevos, y en el 84 d. C. sometieron temporalmente a los cuados. Durante parte de este siglo y en el siguiente, se fusionaron las diversas tribus de lugiones y dieron origen a un grupo mayor, conocido por vándalos.
En tiempos de las Guerras Marcomanas ya predomina la denominación de vándalos y aparecen divididos en varios grupos: los silingos, los lacringos y los victovales, estos últimos gobernados por el linaje de los Asdingos (Astingos o Hasdingos), y cuyo nombre evocaba su larga cabellera. Junto a los longobardos, los lacringos y victovales o victofalios cruzaron el Danubio hacia el 167 y pidieron establecerse en Panonia. Los asdingos o victovales, dirigidos por Rao y Rapto (cuyos nombres son traducidos como «tubo» y «viga»), no fueron admitidos en Panonia (donde se habían establecido longobardos y lacringos), por lo que avanzaron hacia el año 171 en dirección a la parte media de los Cárpatos durante las Guerras Marcomanas, y de acuerdo con los romanos se instalaron en la frontera septentrional de Dacia. Más tarde se adueñaron de la Dacia Occidental. Al parecer, los vándalos quedaron divididos únicamente en asdingos (o victovales) y silingos, desapareciendo – mezclada entre ambos grupos y con los longobardos – la tribu los lacringos durante el siglo III. A partir de 275, los asdingos se enfrentaron a los godos por la posesión del Banato (abandonado por Roma), mientras que los silingos, seguramente bajo presión de los godos, abandonaron sus asentamientos en Silesia y emigraron junto a los burgundios para acabar estableciéndose en la zona del Meno. Sus ataques a Recia fueron rechazados por Probo. El rey asdingo Wisumarh (Visumaro) combatió contra los godos procedentes del Este al mando de Geberico, que atacaron sus territorios. Wisumarh murió en lucha contra los godos, y los integrantes de las tribus de vándalos que no quisieron someterse a los godos, hubieron de pasar a territorio imperial, instalándose en Panonia, donde también se asentaron los cuados. A principios del siglo V habían abandonado Panonia (como también los cuados) y se unieron a los suevos y alanos para invadir las Galias. En las primeras luchas del año 406 murió el rey Godegisel (Godegisilio). Pocos años después, los dos grupos vándalos acabaron fusionados. Llegaron a Hispania en 409 d. C., donde se establecen como federados. Hacia el 425 asolaron y saquearon la ciudad de Carthago Nova, actual Cartagena, y en el 426 tomaron la ciudad de Hispalis (Sevilla) con Gunderico al mando.
En la primavera de 429, los vándalos, liderados por su rey Genserico, decidieron pasar a África con el fin de hacerse con las mejores zonas agrícolas del Imperio. Para ello lograron barcos con los cuales cruzaron el Estrecho y llegaron a Tánger y Ceuta. Luego se desplazaron al este, haciéndose, tras algunos años de lucha, con el control del África romana y la ciudad de Cartago que pasó a ser la capital de su reino, por tanto, las fuentes de producción de la mayor región cerealista del viejo imperio, que en lo sucesivo tuvo que comprar el grano a los vándalos, además de soportar sus razziaspiratas en el Mediterráneo Occidental. Para ello contaban con el gran puerto de Cartago y con la flota imperial en él apresada. Sobre la base de esta última, Genserico consiguió apoderarse de bases marítimas de gran valor estratégico para controlar el comercio marítimo del Mediterráneo occidental: las Islas Baleares, Córcega, Cerdeña y Sicilia. En 461, el emperador romano occidental Mayoriano reunió en la ciudad de Carthago Nova una flota de 45 barcos con la intención de invadir y recuperar para el Imperio Romano el Reino Vándalo, ya que su pérdida significaba el corte del flujo del cereal a Italia. La batalla de Cartagena se saldó con una gran derrota de la armada romana, que fue totalmente destruida y con ella las esperanzas de recuperar el norte de África para el Imperio. Sin embargo, el dominio vándalo del norte de África duraría sólo algo más de un siglo y se caracterizó por un progresivo debilitamiento militar del ejército vándalo, una gran incapacidad de sus reyes y aristocracia cortesana para encontrar un modus vivendi aceptable con los grupos dirigentes romanos y por la paulatina vida aparte de amplios territorios del interior, más periféricos y montañeses, donde fueron consolidándose embriones de Estados bajo el liderazgo de jefes tribales bereberes más o menos romanizados y cristianizados. La política de la monarquía vándala fue fundamentalmente defensiva y de amedrentamiento contra todos sus más inmediatos enemigos: La propia nobleza bárbara y la aristocracia provincial romana. Una labor de desatención social y descabezamiento político que a la fuerza habría de afectar a las mismas estructuras administrativas heredadas del Imperio, lo que ocasionaría su definitiva ruina. La causa profunda de dicha ruina no sería otra que la misma base del poder de los reyes vándalos, el ejército y las exigencias del mismo.
Genserico (428-477), el auténtico fundador del Reino vándalo, puso las bases del apogeo del mismo, pero también las de su futura decadencia. El cénit de su reinado y del poderío vándalo en África y el Mediterráneo lo constituyó la paz perpetua conseguida con Constantinopla en el verano del 474, en virtud de la cual se reconocían su soberanía sobre las provincias norteafricanas, las Baleares, Sicilia, Córcega y Cerdeña. No obstante, desde los primeros momentos de la invasión (429-430) Genserico golpeó a la importante nobleza senatorial y aristocracia urbana norteafricanas, así como a sus máximos representantes en estos momentos, el episcopado católico, procediendo a numerosas confiscaciones de propiedades y entregando algunos de los bienes eclesiásticos a la rival Iglesia donatista y a la nueva Iglesia arriana oficial. Tampoco pudo destruir las bases sociales de la Iglesia católica, que se convirtió así en un núcleo de permanente oposición política e ideológica al poder vándalo. Respecto de su propio pueblo, Genserico realizó en el 442 una sangrienta purga en las filas de la nobleza vándalo-alana. Como consecuencia de ello, dicha nobleza prácticamente dejó de existir, destruyéndose así el fortalecimiento de la misma, consecuencia del asentamiento y reparto de tierras. En su lugar, Genserico trató de poner en pie una nobleza de servicio adicta a su persona y a su familia. Elemento importante de dicha nobleza de servicio sería el clero arriano, favorecido con cuantiosas donaciones y reclutado entre bárbaros y romanos. Con el fin de eliminar posibles disensiones en el seno de su familia y linaje por cuestión de la sucesión real, suprimiendo así también cualquier papel de la nobleza en la misma, Genserico creó un extraño sistema de sucesión, tal vez a imitación del que pudiera existir en los principados bereberes, denominado seniorato o «Tanistry», en virtud del cual la realeza se transmitía primero entre hermanos por orden de edad y sólo después del fallecimiento del último de éstos se pasaba a una segunda generación. Los reinados de los sucesores de Genserico no hicieron más que acentuar las contradicciones internas de la Monarquía, en medio de un debilitamiento constante del poder central y su falta de sustitución por otra alternativa.
El reinado de su hijo y sucesor Hunerico (477-484) supuso un paso más en la tentativa de fortalecer el poder real, destruyendo toda jerarquía sociopolítica alternativa. Su intento de establecer un sistema de sucesión patrilineal chocó con la oposición de buena parte de la nobleza de servicio y de su propia familia, con el resultado de sangrientas purgas. El que dicha oposición buscara apoyo en la Iglesia católica supuso que Hunerico iniciase en 483 una activa política de represión y persecución de la misma, que culminó en la reunión en febrero de 484 de una conferencia de obispos arrianos y católicos en Cartago, en la que el rey ordenó la conversión forzosa al arrianismo. La muerte de Hunerico en medio de una gran hambruna testimonió el comienzo de una crisis en el sistema fiscal del Reino Vándalo, que habría de serle fatal. Guntamundo (484-496) trataría inútilmente de buscar buenas relaciones con la antes perseguida Iglesia católica para impedir la extensión del poder de los principados bereberes, y como legitimación del Reino vándalo frente a un imperio constantinopolitano que con la política religiosa del emperador Zenón había roto con el Catolicismo occidental. Sin embargo, el reinado de su hermano y sucesor Trasamundo (496-523) sería una síntesis de los dos precedentes, claro síntoma del fracaso de ambos. A falta de apoyos internos, Trasamundo buscaría sobre todo alianzas externas con Bizancio y el poderoso Teodorico, matrimoniando con la hermana de éste, Amalafrida. La crisis política del final del reinado del ostrogodo incitó a su sucesor y sobrino Hilderico (523-530) a buscar a toda costa el apoyo del emperador Justiniano I, para lo que intentó hacer las paces con la Iglesia católica africana, a la que restituyó sus posesiones. Política ésta que no dejó de crear descontentos entre la nobleza de servicio. Aprovechando una derrota militar frente a grupos bereberes, esta oposición logró destronarle, asesinarle y nombrar en su lugar a uno de los suyos, Gelimer (530-534). No obstante, un intento de crear una segunda monarquía vándala carecía de futuro. Falto de apoyos y debilitado militarmente, el Reino vándalo sucumbía ante la fuerza expedicionaria bizantina, de sólo 15.000 hombres, comandada por Belisario.
Los sajones (en latín, saxones) fueron una confederación de antiguas tribus germánicas vinculado en el plano etnolingüístico a la rama occidental. Sus modernos descendientes en la Baja Sajonia y Westfalia y otros Estados alemanes son considerados étnicamente germanos; el Estado libre de Sajonia no está habitado por sajones étnicos; el Estado de Sajonia-Anhalt sólo lo está en su parte noroccidental; los que se hallan en los Países Bajos orientales están considerados étnicamente holandeses; aquellos que se encuentran en el noreste de Bélgica están considerados étnicamente flamencos; aquellos que se hallan en el norte de Francia son considerados étnicamente franceses; y los que se encuentran en la Inglaterra meridional son étnicamente ingleses. Su zona de asentamiento más antigua que se conoce es Nordalbingia (Albingia septentrional), un territorio que se corresponde aproximadamente con la moderna Holstein. Los anglo-sajones participaron en el asentamiento germánico de Britania durante y después del siglo V. No se sabe cuántos emigraron desde el continente a Britania, aunque se hacen estimaciones de un número total de colonos germánicos entre 10.000 y 200.000. Desde el siglo XVIII, muchos sajones continentales se han asentado en otras partes del mundo, especialmente en Norteamérica, Australia, Sudáfrica y en territorios de la anterior Unión Soviética, donde algunas comunidades aún mantienen partes de su herencia cultural y lingüística, a menudo bajo la denominación común de “alemán“, “flamenco” y “holandés“. Debido a las rutas comerciales hanseáticas y las emigraciones durante la Edad Media, los sajones se mezclaron con otros pueblos y culturas, y también los influyeron, tanto con los pueblos escandinavos y los bálticos, como con los pueblos eslavos occidentales (polavianos y pomeranios). Son mencionados por primera vez por el astrónomo y geógrafo griego Claudio Ptolomeo en el siglo II de nuestra era, quien sitúa sus tierras en Jutlandia, entre el río Elba y el mar del Norte, entre lo que hoy es el noroeste de Alemania y el este de los Países Bajos. Esta región corresponde aproximadamente a Schleswig-Holstein, desde donde parece que se extendieron hacia el sur y el oeste. En el siglo V, los sajones formaron parte del pueblo que invadió la provincia romano-británica de Britania. Una de las otras tribus fueron los anglos germánicos, cuyo nombre, tomado junto con el de los sajones, llevó a la formación del término moderno anglosajones.
Se cree que la palabra «sajón» deriva de seax o sax, que es una especie de espada o cuchillo de piedra que usaban y por la que eran conocidos. Las tribus germánicas tomaban sus nombres de las armas que utilizaban. El seaxha tenido un impacto simbólico perdurable en los condados ingleses de Essex y Middlesex, pues ambos tienen tres seaxes en su emblema ceremonial. LaGeographia de Ptolomeo, escrita en el siglo II, menciona a una tribu llamadasaxones en el territorio al norte del río Elba inferior. Sin embargo, otras copias llaman a la misma tribu axones y se cree que es un error a la hora de escribir sobre la tribu a la que Tácito denomina aviones en su Germania. La referencia de Ptolomeo deriva de un texto anterior, romano y griego, que usa antiguas derivaciones del nombre sajón como Sacasena (en alemán,Sachsen) y Sacae. Plinio el Joven usó ambos términos, Sacae y Sacasena, para referirse a los sajones en su migración a través de una región de Armenia conocida por el historiador griego, Estrabón, como Sacasene o ‘Sajonia‘. Plinio también señala que el nombre de al menos algunos de los sajones cambiaron al sármata y al germano proporcionando algunas claves sobre cuándo «germano» y «sajón» emergieron como términos separados. Heródoto se refiere a los sajones como Sacae (Saka), pero considera que el término tiene origen persa. Heródoto también considera que los sajones vestían pantalones y que llevaban en la cabeza altas gorras rígidas que se elevaban hasta un punto, llevando arcos de su país y las dagas; una descripción muy sajona. El término «Saka» (Sacae) se ha descubierto en la roca de Behistún y en la tumba de Darío. Sin embargo, Julius Oppert ha argüido que los persas tomaron prestada la expresión meda «Saka», que se encuentra en Behistún, más que la denominación asiria de los gimirri(cimerios) que se halla en babilonio sobre la misma roca. La expresión «Saka»equivalía a «cimerio», pues ambos se refieren al mismo pueblo en dos idiomas diferentes. La primera mención no discutida del nombre sajón en su forma moderna data del año 356, cuando Juliano, más tarde emperador romano, los menciona en un discurso como aliados de Magnencio, un emperador rival de la Galia. Todas las menciones de los sajones durante el siglo IV y principios del V se refieren a piratas y señores de la guerra en la Galia y Britania, más que a una tribu específica o a los habitantes de un territorio determinado. Para defenderse de los ataques sajones, los romanos crearon un distrito militar llamado Litus Saxonicum («Costa sajona») a ambos lados del Canal de la Mancha. En 441/442 d.C., se menciona por vez primera a los sajones como habitantes de Britania, cuando un historiador galo anónimo escribió: «Britania cae bajo el dominio de los sajones».
Tras lo que sería la salida definitiva de las últimas legiones romanas de Britania en el año 407 d.C., los celtas romanizados (britanos) se vieron acosados por las tribus del norte, principalmente los pictos. Dichas tribus iniciaron un avance hacia el sur a la que los britanos sólo podían oponer una desesperada e inefectiva resistencia, agudizada por el hecho de que el campesinado y las clases más bajas de la sociedad volvían rápidamente a una cultura totalmente celta que jamás habían abandonado, con poca identificación de los valores culturales que los romanizados representaban. Ante la desesperada situación, los britanos trataron de buscar ayuda en el general romano Aecio, que no pudo hacer nada debido a la muy delicada situación del imperio en el continente. Un gran contingente de sajones, así como de anglos, jutos, frisones y posiblemente francos, invadieron o emigraron a la isla de Gran Bretaña (Britania) a comienzos de la Edad Media, en la misma época en que la autoridad romana decaía en Occidente. Los sajones habían estado acosando las costas oriental y meridional de Britania durante siglos, lo que llevó a la construcción de una serie de fuertes costeros llamados litora Saxonica o costa sajona, y muchos sajones y otros pueblos pudieron asentarse en estas zonas como granjeros mucho antes del fin del dominio romano en Britania. Según la tradición inglesa, sin embargo, los sajones (y otras tribus) entraron por vez primera en Britania en masa como parte de un acuerdo para proteger a los britones de incursiones de los pictos, población autóctona sin influencia romana, los irlandeses y otros. Según fuentes como la Historia Brittonum, los primeros habrían sido dirigidos por dos hermanos, Hengest y Horsa, a quienes el rey británico Vortigern, hacia 450, permitió asentarse con su pueblo en la isla de Thanet a cambio de sus servicios como mercenarios para defender la isla de Gran Bretaña contra los pictos. Hengist manipuló a Vortigern para que le concediera más tierra y permitiera que llegasen más colonos, lo que abrió el camino al asentamiento germánico en la isla de Gran Bretaña. Algunos autores dudan de la existencia de Hengist y Horsa, puesto que sus nombres significan «Semental» y «Caballo», por lo que pudieran tener reminiscencias más mitológicas que históricas. En lo que se refiere a la arqueología, hay testimonios de la presencia de mercenarios germánicos en los alrededores de Londres desde los primeros años del siglo V.
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