“Mis víctimas eran ligues de una noche.
Siempre me dejaban claro que tenían que volver al trabajo.
Y yo no quería que se fueran”.
Jeffrey Dahmer
Jeffrey Lionel Dahmer nació el 21 de mayo de 1960 en Milwaukee, en el estado estadounidense de Wisconsin.
A diferencia de la generalidad de los asesinos seriales, tuvo una infancia feliz cobijado por sus padres, Lionel Dahmer y Joyce Flint.
Tras reiteradas mudanzas, en 1967 la familia compró una casa en Bath, Ohio, donde Jeffrey pasó el resto de su infancia y adolescencia.
Años después, Jeffrey Dahmer contaría cómo, cuando iba de pesca con su padre, le gustaba abrir en canal a los peces y ver cómo morían.
A los diez años empezó a torturar a todo tipo de animales que cazaba en el bosque cercano a su casa. Una vez muertos, coleccionaba sus huesos. Tenía en formol varios tipos de insectos.
Dahmer comenzó a ser cada vez más introvertido, aunque realizaba algunas actividades en la secundaria, como trabajar en el periódico y jugar al tenis.
Era considerado por sus compañeros como alguien "raro", extravagante y que tenía problemas con el alcohol y la marihuana.
Cuando tenía diecisiete años, sus padres se divorciaron. Su padre volvió a casarse meses después.
En junio de 1978, cuando tenía veinte años, encontró a Steven Hicks haciendo autoestop, y lo llevó a su casa. Dahmer era homosexual y tenía la fantasía de recoger a un autoestopista y acostarse con él.
Una vez en su casa, se dio cuenta de que Hicks no era homosexual y cuando éste quiso irse, Dahmer no pudo soportarlo y lo golpeó en la cabeza para luego estrangularlo con una pesa.
Luego lo desmembró y lo puso en bolsas de plástico, y las metió en su coche con intención de tirarlas por un barranco.
A medio camino, la policía lo detuvo por conducir demasiado a la izquierda. Le preguntaron por las bolsas que llevaba en el asiento trasero y Dahmer contestó que era basura. Le creyeron y como pasó el test del alcoholímetro, le pusieron una multa por conducir fuera de su carril y lo dejaron ir.
Volvió a su casa con los restos del cadáver y los escondió en una tubería de su casa, donde permanecieron por varios años.
Su padre y su madrastra lo convencieron para ir a la universidad, y en el otoño de 1978 ingresó en la Ohio State University. Pero sus problemas de alcohol hicieron que la abandonara en el siguiente semestre.
En 1979, su padre lo convenció para entrar al ejército y fue enviado a Alemania, en donde permaneció unos años hasta ser dado de baja a causa de su alcoholismo.
Luego de vivir un tiempo en Florida, volvió a su casa en Ohio. Aprovechó para desenterrar los restos de su primera víctima, destruyó los huesos y los esparció en la maleza.
Tras su primer asesinato se sintió culpable y asustado. Intentó reprimir sus deseos sexuales y homicidas acudiendo a la iglesia, dejando el alcohol y manteniéndose en estado de celibato. Vivió así un tiempo, lo que explica que pasaran casi diez años hasta su siguiente crimen.
Con el tiempo pensó que podía intentar satisfacer algunos de sus deseos sin hacerle daño a nadie, volvió a beber y empezó a frecuentar lugares de ambiente gay.
Dahmer se fue a vivir a casa de su abuela; allí tenía un maniquí que guardaba en su closet. Tenía relaciones sexuales con el maniquí y fantaseaba con que era un cadáver.
En 1986 fue detenido por exhibicionismo público; poco antes había querido desenterrar a un joven muerto recientemente, para disfrutar de su cuerpo, pero el suelo helado a causa de las nevadas se lo impidió.
En septiembre de 1987, conoció a Steven Toumi en un bar gay. Bebieron mucho y fueron a una habitación de hotel. Dahmer no recordaría cómo lo asesinó, sólo que cuando despertó a la mañana siguiente descubrió que el chico estaba muerto.
Para deshacerse del cadáver, compró una maleta, en la que lo metió y llevó al sótano de la casa de su abuela. Allí tuvo sexo con el cadáver, después lo desmembró y lo tiró a la basura. Se quedó con la cabeza, a la cual hirvió y blanqueo, para después exponerla como trofeo en su habitación. A quienes preguntaban, les decía que había comprado el cráneo a un estudiante de Medicina.
Algunos meses después conoció a su próxima víctima, Jamie Doxtator. Doxtator era un joven de catorce años que rondaba las puertas de los bares para homosexuales en busca de alguien con quien acostarse. De esta misma forma, Dahmer también conoció a Richard Guerrero en marzo de 1988.
El bar gay donde Dahmer conocía a sus víctimas
El 25 de septiembre de 1988 se mudó a un departamento en Milwaukee, donde su carrera criminal comenzaría realmente en serio.
Al otro día de instalarse en su nueva casa, le ofreció cincuenta dólares a un chico laosiano de trece años para posar para unas fotografías, pero lo drogó y abusó de él.
Los padres realizaron la denuncia y el 30 de enero de 1989 fue encontrado culpable, pero sólo permaneció en la cárcel diez meses antes de ser liberado.
Cuando Dahmer, en condición de régimen semiabierto, solicitó la libertad bajo palabra, incluso su padre, uno de sus más acérrimos defensores, escribió al juzgado oponiéndose a su excarcelación antes de que finalizara el programa de tratamiento, pero aun así fue puesto en libertad.
Mientras era procesado por abuso de menores, Dahmer conoció a Anthony Sears en un bar. Le ofreció dinero para sacarle unas fotografías y lo llevó a la casa de su abuela donde lo estranguló, tuvo sexo con su cadáver y lo desmembró. Él quería que sus amantes se quedaran en la casa con él y ante la negativa de éstos, los mataba.
Luego de cumplir su condena por abuso y de mudarse a su departamento en Milwaukee, Dahmer asesinó a doce personas más, hasta julio de 1991. Su táctica era siempre similar: los invitaba a ver pornografía o a sacarse unas fotos, les ponía una droga en la bebida, los estrangulaba, tenía sexo con el cadáver y se masturbaba encima del cuerpo. Después tomaba fotografías de las víctimas y de cada etapa del desmembramiento.
Solía utilizar ácidos para deshacer la carne y los huesos, pero solía conservar la cabeza y los genitales como trofeo. Llegó a comprar un barril que llenaba de ácido y tenía en un rincón de su casa.
Otra de sus características era comer parte de sus víctimas, para alimentar la fantasía de que empezaban a formar parte de él. Practicó la necrofagia casi todo el tiempo y guardaba en su refrigerador varios trozos de carne envuelta en bolsas de plástico.
El 8 de julio de 1990, una de sus víctimas en potencia se puso a gritar con tal fuerza que Dahmer no tuvo más remedio que dejarla marchar; el incidente fue denunciado a la policía, con la descripción de un agresor llamado Jeff y la dirección de su apartamento, pero no se llevó a cabo ninguna investigación.
Juguete inspirado en “El Carnicero de Milwaukee”
La segunda oportunidad se dio a finales de mayo de 1991, cuando Dahmer secuestró en un centro comercial a otro muchacho laosiano que resultó ser el hermano pequeño del que tres años antes había conseguido escapar de él; se llamaba Konerak Sinthasomphone. En su departamento lo drogó y le realizó unas trepanaciones en el cráneo para inyectarle ácido en el cerebro; ya antes había tratado de crear un zombie con otra de sus víctimas, perforando la cabeza con un taladro y metiéndole agua hirviendo en el cerebro a través del orificio.
El joven consiguió escapar cuando Dahmer salió a tomarse una cerveza a un bar. Dahmer lo había violado. El chico salió corriendo desnudo a la calle, donde se congregó una multitud que le prestó auxilio hasta la llegada de la policía. El muchacho no podía hablar porque estaba aturdido por el ácido que Dahmer le había inyectado en el cerebro.
El edificio de departamentos donde Jeffrey Dahmer vivía y mataba
Por increíble que parezca, los policías y los bomberos que acudieron a la llamada de urgencia se dejaron convencer por Dahmer, quien llegó cuando estaban atendiendo al chico: les aseguró que el muchacho era su amante y que estaba muy borracho. Los policías llegaron al extremo de acompañar al laosiano a casa de su agresor. Creyeron la historia del amante al ver las fotografías que Dahmer la había tomado al chico desnudo poco rato antes.
La puerta del apartamento 213
La policía depositó al moribundo joven en una silla. Ni siquiera registraron la casa, ni vieron el santuario macabro que tenía; de hecho, se fueron rápido ante el hedor que desprendía el interior y que Dahmer atribuía a las cañerías del edificio; unos minutos después, el muchacho era estrangulado. Si la policía hubiese revisado el apartamento, habría encontrado un cadáver en una de las habitaciones, además de docenas de pruebas de otros asesinatos.
El interior del departamento
Dahmer quería tener control sobre sus víctimas, y su intención al realizar las trepanaciones era convertirlos en una especie de zombies que lo obedecieran ciegamente. Dijo que se obsesionó con crear un zombie porque quería un amante silencioso, que hiciera todo lo que él le pedía y que se quedara haciéndole compañía.
También mostró interés por las ciencias ocultas. Dahmer quería construir lo que él unas veces llamaba “Centro de Poder” y otras “Templo”, formado por una larga mesa en la que colocaría seis calaveras. Dos esqueletos completos la flanquearían, uno a cada extremo, suspendidos del techo. Una gran lámpara se erguiría en el centro de la mesa y extendería seis globos de luz sobre las calaveras. El propósito de Dahmer era crear un entorno desde donde conectar con otro nivel de percepción o del ser, a fin de conseguir el éxito en el amor y las finanzas. Estaba además inspirado por las películas de la saga La guerra de las Galaxias, de George Lucas.
Alguna vez que Dahmer abrió un armario y el administrador olió el contenido de un barril de plástico con capacidad para más de cien litros, lleno de la solución de ácido que utilizaba para disolver los huesos, el administrador a punto estuvo de desvanecerse. El le explicó que allí vertía el agua sucia de la pecera y el hombre se lo creyó. Poco después, tiró el barril con su contenido y adquirió un enorme bidón azul de petróleo, donde guardaba los torsos.
Las víctimas
El 22 de julio de 1991, Tracy Edwards, su última víctima, consiguió escapar esposado. La policía lo vio y esta vez decidieron investigar. Fueron al apartamento del hombre que lo había raptado y al revisar la habitación descubrieron varias fotografías de cadáveres, restos humanos en el refrigerador y una cabeza en el congelador.
El refrigerador de Jeffrey Dahmer
También hallaron huesos, cadáveres a medio desmembrar, el barril lleno de ácido y las herramientas que Dahmer utilizaba para torturar y matar. Las paredes estaban llenas de sangre, había trozos de cuerpos mutilados, siete cráneos y muchos huesos.
Los cadáveres en el departamento
Curiosamente, Tracy Edwards, su víctima final, al salir a explicar su caso en televisión fue identificado como el acusado de una violación a una chica poco tiempo antes. Dahmer intentó huir, pero fue detenido.
El arresto
Días después, los vecinos de Dahmer dispararon a las puertas de su casa, ante el horror que causaron sus crímenes.
El departamento de Dahmer, sellado
Al principio Dahmer intentó negar sus crímenes, pero el cúmulo de pruebas encontradas (un barril lleno de restos humanos, cráneos puestos a secar y barnizados, el refrigerador con trozos de carne humana, centenares de fotos) le hizo cambiar de idea y facilitó una detallada descripción de los asesinatos.
Las investigaciones de la policía
No sólo confesó el asesinato de los jóvenes sino también una serie de prácticas que incluían copulación con los cadáveres, canibalismo y prolongadas torturas como preludio de los asesinatos.
El juicio comenzó el 27 de enero de 1992. Desde el principio quedó claro que le impulsaba un trastorno mental, a pesar de que él hacía todo lo posible por disimular su enfermedad.
La policía retira el bidón de los torsos y el refrigerador de Dahmer
Los medios hicieron del juicio un verdadero circo. Bautizaron a Jeffrey Dahmer como “El Carnicero de Milwaukee”. Una legión de fans comenzó a elaborar pinturas con su rostro, cómics, camisetas, caricaturas y hasta canciones dedicadas al asesino.
Revistas, periódicos y noticieros lo catapultaron al estrellato de los asesinos. Empezó a recibir cartas de fans y muchos seguidores lo convirtieron en su ídolo sangriento.
Los psiquiatras que lo atendieron en la prisión le dijeron que estaba enfermo, por lo que se declaró culpable con atenuante de enajenación mental, para ser condenado a una cárcel especial para enfermos mentales, pero el atenuante fue finalmente rechazado.
Dahmer fichado antes de su juicio
Dahmer se mostró tan sincero y cooperador como muchos otros asesinos en serie, sin embargo ni él mismo podía entender cómo había sido capaz de cometer todas aquellas atrocidades. Además, era acusado de tener motivos raciales en sus homicidios, algo que él desmentía.
Los familiares de las víctimas
Como testigo de la Defensa, fue citado Robert K. Ressler, el investigador que creó el concepto de “asesino serial”. Ressler, responsable de la elaboración de perfiles sobre criminales violentos y fundador de la Unidad de Ciencias del Comportamiento en el FBI, había colaborado en docenas de casos sobre multihomicidas y realizado entrevistas con todos ellos. Ressler se había bautizado a sí mismo como “El que lucha con monstruos”, aludiendo a una frase de Nietzsche: “El que lucha con monstruos debe procurar no convertirse en uno. Cuando miras al abismo, el abismo también mira dentro de ti”.
Robert K. Ressler: “El que lucha con monstruos”
Sobre el Caso Dahmer, Ressler escribió en uno de sus libros:
“En enero de 1991, unos meses después de mi retiro del FBI, la Universidad de Wisconsin me invitó a dar un curso de elaboración de perfiles criminales en Milwaukee. Era un encargo rutinario y no me detuve a pensar en las consecuencias hasta que por los titulares de la prensa me enteré de que el verano de aquel mismo año, habían detenido en Milwaukee a Jeffrey Dahmer.
“Dahmer estaba acusado de diecisiete asesinatos en aquella zona y en los alrededores de la casa donde había transcurrido su infancia, en Bath, Ohio. Para mí fue una grata sorpresa recibir una carta, el mes de agosto, de un investigador que había asistido al curso y que en aquel momento participaba en el esclarecimiento del caso Dahmer. ‘No se puede figurar hasta qué punto han sido útiles sus explicaciones para abordar los sucesos ocurridos recientemente en Milwaukee’, decía.
“Más tarde, mi intervención en el caso Dahmer fue más directa y personal. En otoño coincidieron en ponerse en contacto conmigo la Defensa y un policía que pasó mi historial profesional al Fiscal. Mi amigo (el abogado) Park Dietz iba a presentarse por la acusación, pero en aquella ocasión mi opinión difería de la suya y acepté asesorar a la Defensa. No es que creyera que Dahmer fuera inocente desde el punto de vista legal o médico, pero me parecía que existían circunstancias atenuantes que permitían plantear un caso de locura.
“En mi opinión, Dahmer no respondía ni al perfil clásico del criminal organizado ni al del desorganizado: mientras que un asesino organizado sería legalmente cuerdo, y un asesino desorganizado sería para la ley claramente demente, Dahmer era ambas cosas y ninguna de las dos, una especie de criminal mixto, por lo que cabía la posibilidad de que un tribunal considerase que no estaba en su sano juicio cuando cometió algunos de sus últimos asesinatos. Si acepté, fue por la alegación que Gerry Boyle quería que Dahmer presentase.
“El 13 de enero de 1992, Boyle anunció a la prensa y al tribunal que Dahmer, que en un principio se había declarado ‘no culpable por enajenación mental’, ahora se declaraba ‘culpable pero enajenado’. La alegación ‘culpable pero enajenado’ está prevista por la ley de Wisconsin, aunque no por la de otros muchos estados. En virtud de ella, fuera cual fuera el resultado del juicio, Dahmer pasaría el resto de sus días recluido en una institución segura. Si la defensa ganaba el caso, la institución sería un hospital psiquiátrico; si perdía, sería la cárcel. ‘Éste es un caso sobre el estado mental de Dahmer’, anunció Boyle a la prensa”.
La celda de Dahmer
En una entrevista realizada con Jeffrey Dahmer en la prisión y publicada en su libro Dentro del monstruo en 1997, Robert Ressler intentó una aproximación a la psique de Dahmer. Este es un extracto de esa entrevista histórica, desarrollada mientras se efectuaba el juicio del “Carnicero de Milwaukee”:
“Imaginen, si así lo desean, una voz grave y sonora, aparentemente lacónica, reposada y fluida, pero con signos evidentes de una gran tensión y de esfuerzo por controlar lo que está diciendo. Hay que arrancarle las palabras. Para animarlo a seguir, yo murmuraba monosílabos de asentimiento después de cada frase, pero los he eliminado de la transcripción para facilitar la lectura. Dahmer quería dar la impresión de que colaboraba y de que recordaba lo que había hecho con cierta objetividad, como si el autor de los asesinatos hubiera sido otra persona muy distinta”.
Robert Ressler entrevistando a Jeffrey Dahmer en la biblioteca de la prisión
Robert Ressler: Retrocedamos a la época de Bath, cuando cometiste tu primer delito, y quitaste la vida a un ser humano. ¿Antes de eso...?
Jeffrey Dahmer: No hubo nada.
RR: ¿Ninguna agresión, ni nada parecido?
JD: No. Violencia contra mí, sí. Fue a mí a quien atacaron, sin motivo.
RR: ¿Puedes describir brevemente lo que ocurrió?
JD: Había ido a visitar a un amigo y volvía de noche a casa; vi que se me acercaban tres chicos del instituto, estudiantes de último año. Uno de ellos sacó una porra y me golpeó en la nuca. Así, sin motivo. Eché a correr.
RR: Hablemos un poco de la ruptura de tu familia. Es doloroso para mucha gente, para la gente que ha hecho lo mismo que tú, y puede convertirse en un elemento importante de su vida. Permíteme que te pregunte: ¿en algún momento sufriste alguna agresión sexual?
JD: No.
RR: Entonces, ésta no fue la causa. He oído de tu interés por diseccionar animales y cosas por el estilo. ¿Cuándo empezó?
JD: A los quince o dieciséis años. (En la clase de Biología) nos hicieron diseccionar un lechón.
RR: ¿Cómo describirías tu fascinación por, bueno, por la desmembración (Dahmer se ríe) de animales?
JD: Pues... uno fue un perro grande que encontré en la carretera. Iba a separar la carne, blanquear los huesos, reconstruirlos y venderlo. Pero no llegué a hacerlo. No sé cómo empecé a meterme en esto; es una afición un poco rara.
RR: Me parece recordar que pusiste la cabeza en un palo y lo dejaste detrás de tu casa.
JD: Fue una broma. Encontré al perro y lo rajé para ver cómo era por dentro. Después se me ocurrió que sería divertido clavar la cabeza en una estaca y dejarla en el bosque. Llevé a uno de mis amigos y le dije que me lo había encontrado entre los árboles. También le tomé una fotografía.
RR: ¿Qué edad tenías entonces?
JD: Creo que dieciséis.
La cabeza empalada de un perro muerto: broma juvenil de Dahmer
RR: Tenías unos dieciocho años cuando cometiste el primer asesinato, ¿no es cierto?
JD: Antes llevaba un par de años teniendo la fantasía de encontrar a un hombre guapo haciendo dedo y (pausa dramática)... gozar sexualmente de él (…) Ocurrió por casualidad una semana que no había nadie en casa. Mi madre estaba fuera con David, en un motel a unos ocho kilómetros; yo tenía el coche, eran más de las cinco de la mañana y regresaba a casa después de haber bebido. No buscaba a nadie, pero a un kilómetro de casa, lo vi. Hacía dedo. No llevaba camisa y era guapo. Me sentí atraído por él. Pasé por delante de él, frené y pensé: “¿Qué hago? ¿Lo hago subir o no?” Le pregunté si quería fumar un porro y él respondió:“¡Estupendo!” Fuimos a mi habitación, bebimos unas cervezas y en el rato que pasamos juntos vi que no era gay. No sabía cómo retenerlo, más que agarrando la barra de las pesas y golpeándolo en la cabeza. Luego lo estrangulé con la misma barra (…) Estaba muy asustado por lo que había hecho. Anduve un rato de un lado para otro por la casa. Al final me masturbé (…) Más tarde bajé el cadáver al sótano. Me quedo allí, pero no puedo dormir, vuelvo a subir a la casa. Al día siguiente tengo que pensar en una manera de deshacerme de las pruebas. Compro un cuchillo de caza. Por la noche vuelvo a bajar, le abro el vientre y me masturbo otra vez.
RR: ¿Te excitó sólo el físico?
JD: Los órganos internos.
RR: ¿Los órganos internos? ¿La acción de destriparlo?
JD: Sí, luego le corto un brazo. Luego todo el cuerpo en pedazos. Meto cada trozo en una bolsa y después todo en tres bolsas grandes de plástico para la basura. Pongo las bolsas en la parte trasera del coche y me voy a tirar los restos a un barranco, a quince kilómetros. Son las tres de la madrugada. Voy por una carretera secundaria desierta y, a mitad de camino, me para un policía, por ir demasiado a la izquierda. El agente pide refuerzos. Son dos. Me hacen la prueba de alcoholemia. La paso. Iluminan el asiento trasero con la linterna, ven las bolsas y me preguntan qué es. Les digo que basura, porque cerca de mi casa no hay ningún vertedero. Me creen a pesar del olor. Me ponen una multa por circular demasiado a la izquierda... y vuelvo a casa (…) (Las bolsas) las volví a dejar en el sótano. Agarré la cabeza, la lavé, la puse en el suelo del cuarto de baño, me masturbé; luego volví a meter la cabeza con el resto de las bolsas, abajo. A la mañana siguiente... metí las bolsas en una tubería de desagüe enterrada que medía unos tres metros. Aplasté la entrada de la tubería hasta cerrarla y las dejé unos dos años y medio dentro.
RR: ¿Cuándo volviste a buscarlas?
JD: Después del ejército, después de trabajar un año en Miami. Abrí la tubería, agarré los huesos, los rompí en trozos pequeños y los esparcí por la maleza.
RR: ¿Tienes idea de dónde te vino esta fantasía de tomar a alguien por la fuerza? ¿También imaginabas quitar la vida a alguien?
JD: Sí, sí. Todo... todo giraba alrededor de tener un dominio absoluto. Por qué, o de dónde me vino esto, no lo sé.
RR: ¿Te sentías fuera de lugar en tus relaciones con la gente?
JD: En el pueblo donde vivía, la homosexualidad era el máximo tabú. Nunca se hablaba de eso. Yo sentía deseos de estar con alguien, pero nunca conocí a nadie que fuera gay, por lo menos que yo supiera; sexualmente era muy frustrante.
RR: ¿Cómo te aficionaste a (las píldoras para dormir)?
JD: Llevaba un tiempo yendo al sauna y la mayoría de los que conocía allí quería sexo anal; a mí esto no me interesaba, prefería encontrar una manera de quedarme toda la noche con ellos sin necesidad de esto.
RR: En aquella época, ¿tenías intenciones de llevarte a alguien a casa?
JD: No, en absoluto. Por eso empecé a utilizar el maniquí. ¿Sabía esto? Buscaba la manera de satisfacerme sin hacer daño a nadie.
RR: ¿Intentaste apartarte de todo esto?
JD: Sí. Durante dos años. Alrededor de 1983 empecé a frecuentar la iglesia con mi abuela. Quería enderezar mi vida. Iba a misa, leía la Biblia, intentaba apartar todo pensamiento relacionado con el sexo, y durante esos dos años salí adelante. Pero una noche, en la biblioteca local, leyendo un libro y pensando en mis cosas, se me acercó un chico, me tiró una nota en el regazo y se alejó apresuradamente. La nota decía: “Si bajas al lavabo de la planta baja, te la chupo”. Me lo tomé a broma y no le di más importancia. Pero unos dos meses después empecé otra vez, el impulso, la compulsión. Aumentó el deseo sexual. Volví a beber y a frecuentar los sex-shops. En aquel tiempo tenía controlado el deseo, pero quería encontrar la manera de saciarme sin hacer daño a nadie. Así que me hice socio del sauna, iba a bares gay e intentaba obtener satisfacción con el maniquí. Luego ocurrió el incidente del cementerio. Leí la esquela de un joven de dieciocho años y me presenté en el tanatorio. Vi el cadáver y era un hombre muy atractivo. Cuando lo hubieron enterrado, agarré una pala y una carretilla con la intención de llevarme el cadáver a casa. Alrededor de medianoche me dirigí al cementerio, pero el suelo estaba helado y tuve que abandonar mi propósito.
RR: ¿Descubriste que en los bares era fácil conseguir que alguien se fuera contigo?
JD: Exacto. Era un muchacho muy guapo. Le invité a la habitación del hotel. Estuvimos bebiendo. Yo tomaba Coca Cola con ron de alta graduación. Le hice beber a él también y se quedó dormido. Yo seguí bebiendo y debí de quedarme en blanco, porque no recuerdo nada de lo que ocurrió hasta que me desperté por la mañana. El estaba tumbado de espaldas, con la cabeza colgando del borde de la cama; yo tenía los antebrazos llenos de contusiones y él algunas costillas rotas y otras lesiones. Al parecer, lo había golpeado hasta matarlo (…) No recuerdo haberlo hecho y no tenía ninguna intención de hacerlo (…) Estaba horrorizado. Pero tenía que hacer algo con el cadáver. Lo encerré en el armario, me fui al centro comercial y compré una valija grande con ruedas. Lo metí dentro. Reservé la habitación para otra noche. Me quedé ahí sentado, aterrorizado. La noche siguiente, a la una de la madrugada, abandoné el hotel, pedí al taxista que me ayudara a meter la valija en el portaequipajes, y me dirigí a casa de mi abuela. Escondí la valija en el sótano y lo dejé allí aproximadamente una semana.
RR: ¿Y no despedía ningún olor?
JD: No, porque hacía frío. Era la Fiesta de Acción de Gracias y no podía hacer nada porque iban a venir unos familiares de visita.
RR: ¿Por qué no dejaste el cadáver en la habitación?
JD: Porque estaba a mi nombre.
Primer arresto de Dahmer
RR: Sigamos. Tienes el cadáver escondido allí abajo una semana…
JD: Mi abuela sale un par de horas para ir a la iglesia, y yo bajo a buscarlo. Agarro un cuchillo, le rajo el estómago, me masturbo, luego separo la carne y la meto en bolsas, cubro el esqueleto con una colcha y lo hago pedazos con una maza. Lo envuelvo todo y el lunes por la mañana lo echo a la basura. Excepto el cráneo. El cráneo me lo guardé (una semana). Lo metí en lejía concentrada para blanquearlo. Quedó limpio, pero demasiado frágil y lo tiré.
RR: Con el joven laosiano te salió el tiro por la culata. La policía te detuvo.
JD: Mmm-hmm. El agente y yo volvimos al apartamento. Registraron la casa. No encontraron el cráneo que tenía en una cómoda del vestíbulo (…) Estaba debajo de la ropa. En Ohio se les pasaron por alto las bolsas de basura y ahora no veían el cráneo.
RR: Si lo hubieran encontrado, las cosas habrían cambiado considerablemente, ¿verdad?
JD: Sí. Y salir del hotel como lo hice. No era nada normal. Cuestión de suerte.
RR: Según parece, habías elaborado un plan muy detallado para convencer a la gente de que fuera contigo. Estabas seguro de que siempre lo conseguirías.
JD: Sí. Pero algunas veces no funcionaba. Algunas veces, muy pocas, estaba muy borracho, y me llevaba a alguien que no era tan atractivo como había creído, y por la mañana tenía resaca y se iba. Otras veces no quise matarlos, porque no quería estar con ellos. Esto me ocurrió tres o cuatro veces. Otras noches no quería estar con nadie y volvía a casa a ver un video o leer.
RR: No tenías muchas cintas de video.
JD: A medida que pasaban los años, fui dejando de lado los videos y las revistas que no me atraían. Aparte de las películas porno, veía las del Jedi, la trilogía de La guerra de las galaxias. El personaje del Emperador, con su control absoluto, encajaba perfectamente en mis fantasías. Supongo que a mucha gente le gustaría tener el control total, es una fantasía muy común.
RR: Tuviste algo con las ciencias ocultas. ¿Era un intento de conseguir más poder?
JD: Sí, pero no fue nada serio. Hice algunos dibujos. Iba a librerías especializadas en ciencias ocultas y compraba material, pero nunca hice ningún ritual con las víctimas. Probablemente lo habría hecho seis meses más tarde, si no me hubieran detenido.
RR: Tengo una copia de un dibujo tuyo. Es toda una fantasía, ¿eh?
JD: Habría sido una realidad, con seis meses más.
RR: ¿Qué había detrás del hecho de que conservaras los esqueletos, los cráneos, el pelo, las partes del cuerpo?
JD: Conservar los cráneos era una manera de sentir que había sido un desperdicio total matarlos. Los esqueletos iba a utilizarlos para el Templo, pero ésta no fue la motivación para matarlos; se me ocurrió después.
RR: Parece que tolerabas mal que la gente se marchara.
JD: Mis víctimas eran ligues de una noche. Siempre me dejaban claro que tenían que volver al trabajo. Y yo no quería que se fueran.
RR: Con el primer muchacho, al que intentaste convertir en zombie, no te salió bien. ¿Volviste a intentarlo?
JD: Lo intenté otra vez, doblé la dosis y el resultado fue fatal. Esta vez no hubo estrangulamiento. Luego intenté inyectar agua hirviendo. Más tarde se despertó. Estaba muy aturdido. Le di más píldoras y volvió a dormirse. Esto fue la noche siguiente. De día lo dejaba allí.
RR: ¿Hasta dónde perforaste el cráneo con el taladro?
JD: Sólo hasta el hueso. Lo inyecté. Estaba dormido y salí a tomar una cerveza rápida al bar de enfrente antes de que cerrasen. Cuando volvía, le vi sentado en la acera y alguien había llamado a la policía. Tuve que pensar deprisa: les dije que era un amigo mío que se había emborrachado y me creyeron. En mitad de un callejón oscuro, a las dos de la madrugada, con la policía a un lado y los bomberos al otro. No podía ir a ninguna parte. Me pidieron el carnet de identidad y se los enseñé. Trataron de hablar con él y les respondió en su lengua. No había rastros de sangre; le examinaron y se creyeron que estaba completamente borracho. Me dijeron que me lo llevara adentro; él no quería entrar, pero entre dos agentes lo subieron al apartamento.
RR: ¿Lo examinaron?
JD: No. Lo tumbaron en el sofá y echaron un vistazo al apartamento. No entraron en mi dormitorio. Si lo hubieran hecho, habrían visto el cadáver (de una víctima anterior) que aún estaba allí. Vieron las dos fotos que le había sacado antes al muchacho, que estaban encima de la mesa del comedor. Un agente le dijo al otro:“¿Lo ves? Ha dicho la verdad”. Y se marcharon.
RR: ¿Cuánto esperaste para descuartizarlo y deshacerte del cadáver?
JD: Hasta el día siguiente.
RR: ¿Cuánto tardaste?
JD: Unas dos horas (…) Tenía mucha práctica. Es un trabajo sucio. Trabajaba deprisa. Siempre en la bañera.
RR: Y te deshiciste de él. ¿Arrojaste mucho por el inodoro? ¿No se atascaba?
JD: No, jamás se me atascó.
RR: ¿Cómo ocurrió que empezaras a comer cadáveres?
JD: Mientras desmembraba (a uno de ellos). Guardé el corazón. Y los bíceps. Los corté en pedazos pequeños, los lavé, los metí en bolsas de plástico herméticas y las guardé en el congelador; buscaba algo más, algo nuevo para satisfacerme. Después los cociné y me masturbé mirando la foto.
RR: ¿Nunca sentiste inclinación por los niños? ¿Cuáles eran tus preferencias?
JD: Los hombres hechos y derechos (…) Todo el mundo cree que era una cuestión racial, pero eran diferentes. El primero era blanco, el segundo era un indio norteamericano, el tercero era hispano y el cuarto era mulato. El único motivo de que levantara hombres negros era que en los bares gay eran mayoría (…) Recuerdo a uno; nos desnudamos. Estuvimos en la cama, acariciándonos. Nos masturbamos. Y lo encontré tan atractivo que quise conservarlo.
RR: ¿Qué había dentro del bidón azul?
JD: Los torsos sin cabeza (…) Era para el ácido. Para tratar los torsos.
El bidón para los torsos
RR: ¿Cuál era el propósito de las lámparas?
JD: Eran globos azules. Apagaba la luz de arriba y conseguía dar una atmósfera misteriosa y oscura al escenario. Efectos especiales. Como en las películas del Jedi.
RR: ¿Y lo de tus lentes de contacto amarillos?
JD: Los dos protagonistas de estas películas llevaban unas lentes en los ojos que emanaban poder. Formaba parte de mi fantasía.
Comienza el juicio de Dahmer, quien viste la camisa a rayas perteneciente a una de sus víctimas
RR: ¿Y por qué barnizar los cráneos?
JD: Para darles un aspecto más uniforme. Después de unas semanas, algunos no estaban tan blancos como los otros y tenían un aspecto artificial, como fabricados para un anuncio.
RR: ¿Qué pasó con aquel muchacho que golpeaste con un martillo?
JD: Se marchó furioso, diciendo que iba a llamar a la policía. Quince minutos más tarde, regresó. Llamó a la puerta y le dejé entrar. Dijo que necesitaba dinero para el teléfono, o el taxi, o no sé qué. Me pareció increíble que volviera. ¿Puede creérselo? (…) Tenía miedo de dejarlo ir otra vez; forcejeamos unos cinco minutos. Los dos estábamos agotados. Estuvimos en el dormitorio hasta las siete de la mañana. Lo calmé; me prometió que no llamaría a la policía. Fuimos a la esquina, paré un taxi y ésa fue la última vez que lo vi.
RR: ¿Qué tipo de persona habrías deseado como compañero sexual?
JD: Me habría gustado tener un hombre blanco bien desarrollado y complaciente. Habría preferido tenerlo vivo y que estuviera siempre a mi lado.
RR: ¿Que saliera a trabajar y que llevara una vida normal, o que sólo estuviera contigo?
JD: Que sólo estuviera conmigo.
RR: ¿Alguna vez pensaste que el otro había hecho algo mal y que tú tenías justificación para...?
JD: No. Esto es lo que creía Palermo, el psicólogo forense: que yo lo hacía para librar al mundo de malvados. Y no lo hacía por eso. Nada de psicologías profundas, ¿eh? No siempre funcionan.
“Nos reímos y dimos por terminadas las sesiones. Dahmer aceptó volver a recibirme después del juicio para que yo siguiera con las entrevistas. Le dije que se cuidara y que fumaba demasiado. Me respondió que si terminaba teniendo un cáncer y se moría, solucionaría el problema a todos los que no sabían qué hacer con él”.
Todos los presentes en el juicio pudieron darse cuenta de hasta qué punto sus compulsiones y fantasías se habían apoderado de su mente, empujándole a seguir asesinato tras asesinato.
Después del veredicto habló por primera vez al tribunal diciendo:
“Señor juez, todo ha terminado. Me siento muy mal por lo que hice a esas pobres familias y comprendo su merecido odio. Asumo toda la culpa por lo que hice. He hecho daño a mi madre, a mi padre y a mi madrastra, pero los quiero mucho”.
Los padres de Jeffrey Dahmer durante el juicio
Un jurado corroboró que una persona, para ser considerada enferma mental, debe comportarse como tal la mayor parte del tiempo. Por consiguiente, consideró que Dahmer estaba legalmente en su sano juicio al cometer los crímenes.
Una vez emitido este veredicto, el jurado tuvo que considerar a Dahmer culpable de quince asesinatos y fue condenado a quince cadenas perpetuas, lo que equivaldría a unos 936 años de cárcel. En Wisconsin no existe la pena de muerte.
La prisión
Fue enviado al Columbia Correctional Institute en Portage donde, para su seguridad, no tenía contacto con los presos comunes. Pero Dahmer pidió a las autoridades tener más contacto con los otros presos, por lo que comenzó a comer con ellos y a realizar algunas tareas de limpieza.
La madre de Dahmer
El 28 de noviembre de 1994 realizaba tareas de limpieza con Christopher Scarver, un esquizofrénico de raza negra, y Jesse Anderson, que había asesinado a su esposa y culpado a un hombre negro.
Christopher Scarver, el asesino de Dahmer
La combinación de presos era muy peligrosa. Los guardias encontraron a Dahmer agonizante a causa de una golpiza y a Anderson mortalmente herido. Christopher Scarver cumplía cadena perpetua y había sido condenado a pesar de haber afirmado que unas voces le decían que era el Hijo de Dios, y le advertían acerca de si podía o no confiar en una persona. Dahmer fue trasladado al hospital, pero murió poco después.
La llegada de Dahmer al hospital
Para muchos, la muerte violenta de Dahmer fue un final apropiado; hubo otros, sin embargo, entre ellos algunos columnistas, que se enfurecieron porque Scarver había privado a los ciudadanos del derecho de tener a Dahmer purgando durante muchos más años los crímenes cometidos.
La muerte de Dahmer en la revista People
Los médicos extrajeron el cerebro de Jeffrey Dahmer para estudiarlo. Meses después, los padres de Dahmer se pelearon por la posesión de su cerebro, llegando incluso a enfrentarse ante los tribunales.
El cerebro de Dahmer en un frasco
La madre deseaba venderlo a un hospital de investigación mental, mientras que el padre sólo deseaba enterrarlo lejos de todo el mundo.
Titular sobre el cerebro de Dahmer
Además de inspirar ensayos, poemas, pinturas, discos e imitadores, en 2002 se estrenó una deficiente película llamada Dahmer basada en su historia real, protagonizada por Jeremy Renner. En 2008 le tocó el turno a Raising Jeffrey Dahmer, con el punto de vista de su padre. También hubo un amplio número de documentales. Dahmer terminó siendo conocido no sólo por la cantidad de personas que asesinó, sino también por practicar la necrofilia y el canibalismo, y por su manía de efectuar perforaciones en el cráneo para inyectar a sus víctimas agua hirviendo o ácido en el cerebro. Su gusto por desmembrar el cuerpo de sus víctimas y conservar sobre todo los torsos (por los que sentía adoración) y las cabezas, lo catapultó al Salón de la Fama de los asesinos seriales.
Nota manuscrita de Jeffrey Dahmer
VIDEOGRAFÍA:
Noticiero con escenas reales sobre la captura y juicio de Dahmer
FUENTE: ESCRITO CON SANGRE.
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