Se dice que el famoso Liceo de Barcelona es un edificio maldito. La Sociedad Cultural Liceo Filarmónico Dramático Cultural Barcelonés se creó en 1837 con el objetivo de obtener recursos para la milicia nacional.
Cuando se compró el solar para edificar el Liceo, los rumores hablaban que el lugar estaba maldito. Había pertenecido desde el siglo XVI a un convento de monjas trinitarios descalzos que se dedicaban a curar almas en pena.
En 1835 el convento se quemó y quedo totalmente destruido, los monjes muertos se enterraron allí mismo, como era costumbre. Tras estos acontecimientos y con el paso del tiempo, el inmueble se utilizó como almacén para las tropas napoleónicas y después como club político liberal. Cuando ya estaba todo reconstruido, el edificio volvió a ser pasto de las llamas.
Quizá el creador del Liceo, el arquitecto Miquel Garriga i Roca, desconocía lo que se hallaba bajo sus pies, en los cimientos; para muchos, las almas de los trinitarios todavía estaban allí y el lugar estaba maldito.
La construcción del nuevo Liceo finalizó el año 1847. Tuvo una época de esplendor en que se representaron obras como la opera "Ana Bolena" de Donizzeti, aunque por desgracia duró poco. Catorce años después, en 1861, se volvió a quemar. Como si fuese una pesadilla las gentes insistían en que el lugar estaba maldito para siempre.
Había un refrán o dicho catalán que advertía: "Soy búho y voy solo, si lo volvéis a levantar, lo volveré a quemar".
Todos pensaron que la representación de un baile de Carnaval fue la que reactivó la maldición, pues los trinitarios consideraban todo ello como demoníaco.
Tras un año de reconstrucción, gracias al aporte de los más potentados económicamente, el Liceo volvió a abrir sus puertas hasta que, en 1893, un anarquista, Paulino Pallás, arrojó una bomba en un acto terrorista e hirió al capitán general Martinez Campos. Un mes después, otro anarquista, Santiago Salvador, lanzó dos bombas durante la representación de la ópera "Guillermo Tell". Uno de los artefactos explotó en la fila 13 y causó veinte muertos y más de cincuenta heridos.
La construcción del nuevo Liceo finalizó el año 1847. Tuvo una época de esplendor en que se representaron obras como la opera "Ana Bolena" de Donizzeti, aunque por desgracia duró poco. Catorce años después, en 1861, se volvió a quemar. Como si fuese una pesadilla las gentes insistían en que el lugar estaba maldito para siempre.
Había un refrán o dicho catalán que advertía: "Soy búho y voy solo, si lo volvéis a levantar, lo volveré a quemar".
Todos pensaron que la representación de un baile de Carnaval fue la que reactivó la maldición, pues los trinitarios consideraban todo ello como demoníaco.
Tras un año de reconstrucción, gracias al aporte de los más potentados económicamente, el Liceo volvió a abrir sus puertas hasta que, en 1893, un anarquista, Paulino Pallás, arrojó una bomba en un acto terrorista e hirió al capitán general Martinez Campos. Un mes después, otro anarquista, Santiago Salvador, lanzó dos bombas durante la representación de la ópera "Guillermo Tell". Uno de los artefactos explotó en la fila 13 y causó veinte muertos y más de cincuenta heridos.
Pero ya casi en nuestros días, cuando la maldición parecía haberse dormido, en el mes de febrero de 1994, el Liceo volvió a quemarse.
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