En julio de 1917 la nueva Rusia con aspiraciones democráticas surgida de la Revolución, se jugaría su futuro apostando a la carta de continuar en la guerra y obtener una victoria militar que diera lustre al gobierno de transición. En caso de fracasar su supervivencia peligraría ya que acechaban por la derecha los que querían la vuelta del zarismo o en todo caso una dictadura militar, y por la izquierda los bolcheviques que soñaban con una dictadura del proletariado.
La Rusia de “Febrero”
El Gobierno Provisional del príncipe Lvov
Tras la Revolución de Febreroi de 1917 y la abdicación del zar Nicolás II, la situación política era complicada. Inicialmente había una dualidad de poderes en Petrogrado: por un lado el Comité Provisional de la Duma (Parlamento) formado por diputados liberales, y por otro el Sóviet (Consejo) de Petrogrado, un órgano formado como medio de representación política de los trabajadores y soldados de la capitalii.
Nicolás II despidiéndose de las tropas de su escolta, antes de su abdicación. Ilustración de Pavel Ryzhenko (fuente: 01varvara.wordpress.com).
Era necesario un gobierno de transición, de ahí que a instancias de la Duma se formara un gobierno provisional (15 marzo) de corte burgués encabezado por el príncipe Georgi Lvov. En un primer momento el único enlace entre el Gobierno Provisional y el Sóviet, era la presencia del joven vicepresidente del Sóviet, Aleksandr Kérenski (Partido Social-Revolucionario) como Ministro de Justicia. Las relaciones entre ambos poderes eran tensas y tras una crisis de gobierno; mencheviquesiii y social-revolucionarios aceptaron implicarse más en el gobierno, aceptando seis carteras. Una de las más simbólicas era la de Guerra que asumiría Kérenski, el 18 de mayo.
El estallido de la revolución atrajo un gran interés tanto en aliados como en las potencias centrales, por su incierto impacto en el devenir de la guerra. Los aliados veían con buenos ojos la llegada de la democracia a Rusia, de hecho el presidente norteamericano Wilson estaba entusiasmado, lo cual les permitía presentar el conflicto como uno entre democracia y autoritarismo; pero lógicamente veían con clara preocupación una posible salida de Rusia de la guerra, sobre todo antes de que la reciente entrada de Estados Unidos en ella empezara a dar sus frutos. En las Potencias Centrales, el ánimo era el opuesto: esperanza en una salida de Rusia de la guerra que liberara tropas para el frente occidental, pero preocupación por lo que implicaba la caída de un régimen autoritario para sus respectivos regímenes.
Dentro de la propia Rusia no tenían tampoco las cosas muy claras. Los políticos liberales eran partidarios de seguir la guerra y cumplir las alianzas; manteniéndose así las importantes ayudas aliadas a Rusia y salvaguardando el “honor” de la nación. Por su parte mencheviques y social-revolucionarios, aunque inicialmente pacifistas estaban preocupados por el militarismo germano, acabaron aceptando las tesis de política exterior de Milyukov -ministro de relaciones exteriores y líder de los kadetesiv-, tras hacer un inútil llamamiento a todos los pueblos en liza en pro de una paz sin anexiones ni indemnizaciones. Sólo los bolcheviques se opusieron a la continuación de la guerra, haciendo gala de un “pacifismo anárquico” en palabras de sus opositores; pero su influencia en los sóviets era muy limitada.
Príncipe Georgi Lvov (izquierda). El primer presidente del Gobierno Provisional era un respetado político y cabeza de la Asociación Nacional de Zemstvos, una forma de gobiernos de carácter local existente en la última etapa zarista.
Aleksandr Kérenski (derecha). Abogado de profesión y dotado de gran oratoria; miembro del Partido Social-Revolucionario. Era natural de Simbirsk y por tanto paisano de Lenin, al que el padre de Kérenski había llegado a dar clases como profesor.
Se aprueba la ofensiva
Tomada la resolución de continuar la guerra, había que decidir que hacer. El frente estaba relativamente tranquilo: “una traicionera prolongada inactividad” en términos (acusatorios) de la facción más belicosa de la Duma. Muchos soldados rusos habían abandonado las posiciones de primera línea pero sus rivales no estaban por aprovechar tal situación. Alemania no quería remover el avispero ruso y esperaba acontecimientos; además los ejércitos austro-húngaros habían sufrido un serio varapalo el año anterior y era mejor no ponerlos de nuevo a prueba innecesariamente.
La primera misión de Kérenski fue tomarle el pulso al ejército y averiguar si éste estaba dispuesto a seguir luchando y sobre todo si era capaz de tomar la ofensiva, ofensiva a la que se habían comprometido los rusos antes de la revolución a la hora de diseñar el plan aliado para 1917. En compañía del nuevo comandante en jefe ruso, general Brusílov, recorrió el frente arengando a las tropas. Los oficiales estaban en general a favor de una ofensiva, pero preocupados por la ruptura de la disciplina en las tropas; una orden del Sóviet había abolido buena parte de la brutal disciplina rusa, pero no se había establecido una nueva y eficaz disciplina en su lugarv. En cualquier caso un buen número de oficiales superiores fueron apartados o bien por su dudoso apoyo al nuevo régimen o bien por considerarlos ineficaces. Muchos soldados aclamaron las ardorosas arengas de Kérenski y se llegó a la conclusión de que había suficientes dispuestos a luchar; se confiaba en que estos arrastrarían al resto y prevalecería el tradicional patriotismo y estoicismo ruso.
General Alekséi Brusílov. Uno de los mejores generales de la Gran Guerra. Su ofensiva de 1916 sería una de las operaciones más exitosas de todo el conflicto. Nombrado comandante en jefe del Ejército Ruso en 1917, la Ofensiva Kérenski también es conocida como Segunda Ofensiva Brusílov.
El Gobierno Provisional era consciente de que estaba arriesgando mucho con la ofensiva, de ahí su insistencia en que los partidos de izquierda se involucraran en el gobierno y por tanto en la guerra. Si la ofensiva tenía éxito, el nuevo gobierno saldría reforzado tanto en el interior como en el exterior. La prevista ofensiva tenía que ser el “Valmy”vi de la Revolución Rusa. Brusílov se encontró por tanto que tenía que ganar una victoria moral, el objetivo en concreto de la ofensiva era lo de menos, y que apenas tenía dos semanas para ultimar los detalles.
Objetivo Leópolis
Descartada una ofensiva general en todo el frente por demasiado incierta, Brusílov decidió que la mejor oportunidad consistía en tratar de golpear en el sur en el frente austro-húngaro en la zona de Bukovina (Galitzia), entre los Cárpatos y el río Bug. Tras las líneas del frente se encontraban los campos petrolíferos de Drohobycz y la estratégica fortaleza de Leópolisvii. Dicha ciudad ya había sido capturada por los rusos en septiembre de 1914 y retomada por los austriacos en junio de 1915. Su recaptura sería un claro símbolo de triunfo a enarbolar por el nuevo régimen ruso.
Comandantes rusos (de izquierda a derecha): Aléksei Gutor (Frente Sudoeste), Iván Erdélyi (11º E.), Leonid Belkovich (7º E.) y Lavr Kornilov (8º E.).
El Frente Sudoeste ruso del general Gutor contaba con los ejércitos 7º (Belkovich) y 11º (Erdélyi) al norte de Dniester, encargados del ataque principal; mientras que al sur del río se encontraba el 8º ejército (Kornilov), que debía realizar ataques secundarios y ejercer de reserva.
Brusílov decidió poner toda la carne en el asador y dotar a los ejércitos atacantes de los cuerpos más sólidos: unidades de la Guardia, siberianas y finlandesasviii, “batallones de la muerte” o “batallones de choque” formados por entusiastas e incluso tropas checas para las que la lucha tenía un carácter de liberación nacional. Dichos ejércitos también iban a estar relativamente bien dotados de material, aunque sin alcanzar los estándares de los ejércitos del frente occidental; procediendo parte de este material de la ayuda aliada. En total las fuerzas de Gutor se componían de 54 divisiones, aunque el peso del ataque correspondería a 31-37, siendo el resto divisiones de reserva.
Comandantes de las potencias centrales (de izquierda a derecha): Max Hoffmann (Jefe de Estado Mayor del Frente del Este), Eduard von Böhm-Ermolli (jefe de G.E. y a su vez del E. 2º), Felix von Bothmer (E. del Sur), Karl Tersztyánszky (E. 3º).
Enfrente de los rusos, las fuerzas de las potencias centrales estaban al mando del general Böhm-Ermolli. El Heeresgruppe Böhm-Ermolli se componía de dos ejércitos austro-húngaros: 2º (Böhm-Ermolli) y 3º (Tersztyánszky), que estaban reforzados por un ejército alemán: Süd (Bothmer)ix. Aunque Böhm-Ermolli dependía del Cuartel General Alemán de Brest-Litovsk (Frente Oriental) desde que fuera derrotado por Brusílov el año anterior, había conseguido ganarse la confianza de sus nuevos jefes y tenía cierto margen de independencia. La ofensiva rusa no le pilló por sorpresa, ya que fue convenientemente informado por desertores y era consciente desde mayo del tenor de las discusiones en Petrogrado acerca de una ofensiva; de hecho Böhm-Ermolli recibió instrucciones para que no se limitara a elaborar a planes defensivos sino que fuera preparando una contraofensiva.
Sin embargo estaba por ver hasta que punto las tropas austro-húngaras se habían recuperado del vapuleo recibido el año anterior. Por lo demás, aunque numéricamente inferiores, las 30 divisiones de Böhm-Ermolli estaban bien equipadas y bien situadas para repeler un ataque.
La Ofensiva de Principios de Julio
Mapa de la Ofensiva Kérenski (1-12 Julio)
Inicio de la ofensiva
El día 1 de julio Kérenski dio personalmente la orden de iniciar la ofensiva. Se había presentado en el frente para tratar de dar un último empuje moral a las tropas. En una ocasión tuvo que subirse a lo alto de una trinchera y exponerse a la vista de los austro-húngaros para lanzar un discurso a una unidad que no se decidía a atacar. Los soldados se emocionaron y salieron de las trincheras, varios de ellos deteniéndose para abrazar a un emocionado Kérenski antes de atacar, al que hubo que impedirle que se uniera personalmente al combate.
Brusílov había ordenado concentrar a las tropas más fiables y a buena parte de su artillería en un frente de 48 km en el eje principal del ataque; en el resto del frente (otros 160 km) se debían hacer ataques secundarios y de diversión. El ataque fue precedido por dos días de un fuego artillero (29 y 30 junio) siguiendo las técnicas desarrolladas por Brusílov en el año anterior, en las que se hacía hincapié en la selección de objetivos en lugar de simplemente disparar la mayor cantidad de proyectiles posible a lo largo de todo el frente.
Kérenski en el frente, arengando y saludando a las tropas. Sus discursos tenían la habilidad de emocionar a los soldados, pero él mismo reconocía que el efecto se diluía rápidamente.
En el norte el ataque del 11º Ejército contra el 2º austro-húngaro fue todo un éxito. El 2º Ejército se colapsó por la presión rusa, dejando atrás unos 8.000 prisioneros. Especialmente destacable fue el avance de la Legión Checa en el área Koniuchi-Zborow. Eran soldados reclutados entre prisioneros de guerra checos y eslovacos, a los que se prometió el apoyo ruso a la creación de una nación. Habían sido puestos enfrente de la 19ª división austro-húngara que contaba con gran número de checos entre sus filas y que se negaron a disparar contra sus compatriotas e incluso algunos se cambiaron de bandox.
En el 2º día, siguió el avance y los rusos empujaron todavía más la línea de frente, obligando a los austro-húngaros a situarse detrás del río Strypa, llegando en algún sector a perder hasta 3 líneas de trincheras. Dos divisiones austro-húngaras -entre ellas la 19ª- tuvieron que ser completamente retiradas del frente y sustituidas por dos alemanas de reserva.
Soldados de la Legión Checoslovaca en Rusia. Formaban una brigada dentro del 11º E. Los días 1 y 2 consiguieron un gran éxito, poniendo fuera de combate a la 19ª División austro-húngara.
En el centro se enfrentaban el 7º Ejército y el ejército de Bothmer. Los alemanes ocupaban fuertes posiciones en la línea del río Zlota-Lipa. El objetivo ruso era el flanco izquierdo alemán en el área de Berezhany -cabeza de una vía férrea a Leópolis-, de tal manera que el avance del 7º estuviera en contacto con el avance del 11º. Aquí las cosas fueron más difíciles ya que los alemanes permitieron a los rusos cruzar la línea ya que los esperaban en una posición retrasada (a salvo de la barrera artillera inicial) para recibirlos con un fuego mortífero. En un momento crítico una división rusa rehusó avanzar, mal signo para tiempos venideros. Los rusos sufrieron mucho y sólo consiguieron lograr un éxito limitado gracias al colapso austro-húngaro en el norte (Koniuchi) que dejó el flanco alemán al aire. Los rusos consiguieron tomar unos 1.700 prisioneros. El segundo día de ofensiva, el 7º Ejército se tuvo que limitar a reafirmar las posiciones conquistadas.
Tropas rusas avanzando durante la Ofensiva Kérenski
El gran éxito del primer día de ofensiva, provocó euforia en el C.G. de Tarnopol. En un sólo día se había progresado en un frente de unos 70 km de largo y en algún punto con una profundidad de 30 km. Aunque no todos, buena parte de los soldados se habían lanzado al combate y se habían hecho grandes progresos y se habían tomado numerosos prisionerosxi. Kérenski escribió a Lvov para solicitarle que los regimientos atacantes fueran premiados con “banderas rojas revolucionarias” y afirmando: “suceda lo que suceda, este día pone fin a todas las calumnias lanzadas contra el ejército democrático ruso”.
Estancamiento
Durante los días 3 y 4, el 7º Ejército hizo de nuevo un esfuerzo contra Bothmer, pero el hábil general alemán consiguió rechazar los ataques con fuertes perdidas para los rusos. El 7º había sufrido numerosas bajas y la moral de las tropas decayó, y cada vez más soldados se negaban a avanzar. El fracaso del 7º, afectó al 11º que se detuvo a reconsiderar su posición, una vez que se vio claro que no podía contar con el otro ejército ruso para un avance combinado hacia Leópolis.
El día 6 de julio, Gutor ordenó al 11º reanudar de nuevo la ofensiva. Se lanzaron hasta 15 ataques durante el día y la noche, pero todos fueron rechazados por la nueva linea austro-húngara, organizada por un apurado Böhm-Ermolli, y que ahora contaba con una nueva división alemana recién llegada. Los ataques rusos se estrellaron bajo una combinación de fuego defensivo, los efectos de una tormenta y los ametrallamientos efectuados por la aviación.
Soldados austro-húngaros en una trinchera disparando granadas con sus fusiles.
El 11º finalmente se vino abajo. Cada vez más hombres abandonaban sus puestos en primera línea. Unidades enteras exigían no pasar más de 24 horas en el frente y sólo aceptaban ejercer funciones defensivas; incluso alguna unidad supuestamente confiable como un regimiento de guardias, tomo esa actitud. Kérenski y Brusílov habían confiado en que la victoria inicial enardeciera los ánimos de los soldados y los reluctantes se unieran al combate, pero el resultado estaba siendo el contrario: los que habían luchado consideraban que ya habían cumplido con su parte y que ahora les tocaba a otros completar el trabajo.
Tras el día 6 Brusílov y Gutor tuvieron que aceptar que ni el 7º ni el 11º estaban en condiciones de reanudar la ofensiva. Sin embargo a Brusílov todavía le quedaba una última baza: su antiguo ejército, el 8º.
La intervención de Kornilov
El 8º Ejército se había mantenido enfrente del 3º austro-húngaro, realizando ataques de diversión para apoyar el ataque principal y mantener fijas allí a las tropas. El día 6, los hombres de Kornilov desplegaron mayor actividad y los austro-húngaros se vieron expulsados del área de Stanislau. Entre el 6 y el 8 fueron contundentemente derrotados, e incluso los rusos hicieron huir a una división de reserva alemana. Los austro-húngaros no sólo perdieron su línea inicial de frente y numerosos prisioneros -12.000 según los rusos-, sino que ni siquiera pudieron resistir en el río Lukovica y se tuvieron que retirar hacia el siguiente río, el Lomnica.
Kornilov aprovechó el hueco creado para atacar al ejército de Bothmer en su flanco izquierdo, ahora expuesto. La caballería rusa marchó a tratar de situarse en la retaguardia de Bothmer, mientras Kornilov presionaba directamente hacia la posición de Halicz -punto de cruce del Dniester- en el flanco izquierdo de la línea de frente alemana, que caería entre el 9 y el 10. Todo el Grupo de Ejércitos de Böhm-Ermolli se tambaleó con este nuevo golpe. Sin embargo ya habían llegado nuevas divisiones alemanas procedentes del frente Oeste, y Bothmer pudo apuntalar el día 11 su flanco, aunque sus contraataques no consiguieran expulsar a los rusos del terreno ganado.
Ese mismo día 11 las tropas de Kornilov arrebatarían Kalusz a los austro-húngaros. Sería el último gran avance ruso -frenado el día 12-, que había conseguido alcanzar hasta unos notables 60 km de penetración. El día 12 hubo profundos cambios en el derrotado 3º Ejército. En primer lugar Tersztyánszky fue sustituido por el general Kritek, y se recibieron importantes refuerzos que permitieron retirar a 2ª línea a buena parte de las divisiones originales del 3º, que se encontraban en un estado lamentable. En la práctica, el 3º era ahora un nuevo ejército. Estos refuerzos y la aparición de fuertes lluvias en los días siguientes, impidieron a Kornilov progresar más allá. El día 16 se daba por vencido y abandonaba la cabeza de puente de Kalusz, con su ejército dando signos claros de agotamiento.
Kornilov con sus tropas. El ataque del 8º fue liderado por los “kornilovski”, batallones de choque formados por tropas voluntarias y que adoraban a su jefe.
La ofensiva había terminado. No había conseguido los objetivos propuestos, aunque ciertamente el comportamiento del ejército ruso había sido en general satisfactorio. Los rusos se vanagloriaron en sus informes de haber capturado 36.634 prisioneros, 93 piezas de artillería y 406 ametralladoras. Tal vez uno de los resultados más prometedores de la ofensiva había sido que había impresionado a los rumanos que estaban negociando un armisticio por su cuenta con Alemania y que cancelaron en la esperanza de que iba a darse un vuelco a la guerra en el Estexii.
La Contraofensiva de Finales de Julio
Mapa de la Contraofensiva austro-alemana (19-31 julio)
Contraataque hacia Tarnopol
Ludendorff transfirió 6 divisiones del Oeste a Hoffmann en el Este, con el objetivo de poder hacer una contraofensiva, que Hoffmann le aseguró poder realizar si se le cedían al menos 4 divisiones. Habían empezado a llegar el día 9 y algunas tuvieron que ser utilizadas por Bothmer para apuntalar su flanco. Además Hoffmann implicó al 7º Ejército austro-húngaro (general Kövess), situado en los Cárpatos, que al no haber sido incomodado en su frente se encontraba en posición de amenazar el flanco del 8º ruso. El plan consistía en un ataque del 2º de Böhm-Ermolli, precedido por los refuerzos alemanes, en dirección a Tarnopol (C.G. Ruso), y tratando de cortar la vía férrea Tarnopol-Brody, con la ventaja de que el flanco del ataque quedaría protegido por unos lagos situados al norte de la línea de avance.
Soldados alemanes en el Frente del Este en 1917
El inicio de la contraofensiva debía de ser el día 15, pero las lluvias hicieron que se retrasase. Finalmente el día 19 se dio inicio a la contraofensiva. El ataque inicial -precedido de un bombardeo a cargo de 600 cañones y 180 morteros pesados- se hizo a cargo de tropas de la Guardia, en dirección a Zborow, contra las defensas del 11º Ejército. Dicho ataque estaba siendo aparentemente rechazado cuando un regimiento abandonó las trincheras y huyó, obligando a las unidades cercanas a retirarse. Otras unidades enviadas a apoyar la línea, también se negaron a combatir
El ataque pilló a los rusos en un momento de cambios. En el C.G. de Tarnopol se encontraban Brusílov y Kornilov; éste último había sido convocado para remplazar a Gutor, con la esperanza de que su carisma se transmitiera a las tropas. Inicialmente se pensó que el 11º podría hacer frente por sí sólo a la penetración e incluso Kornilov marchó de vuelta al 8º para hacer el traspaso de mando al general Cheremisov.
Los rusos confiaban en que las reservas fueran suficientes para detener la penetración. Sin embargo la desafección se extendía y la ruptura del frente se fue extendiendo desde la izquierda, mientras los alemanes avanzaban inexorables hacia Tarnopol. Para el 21 la ruptura se había extendido hasta el área de Berezhany en el frente de Bothmer, que pudo avanzar también contra el 7º -al mando ahora de Selivachev, tras la destitución de Belkovich-, recuperando por completo la línea del Zlota-Lipa y avanzando hacia Trembowla.
El “batallón de la muerte” femenino de María Bochkareva (la oficial condecorada situada a la derecha). Kérenski aceptó la idea de crear batallones de mujeres voluntarias en parte porque esperaba que su entusiasmo espoleara a sus compañeros masculinos. El de Bochkareva, fue el único batallón enviado al frente. Su comportamiento parece que fue bueno, estando dotado de una fuerte disciplina.
Los rusos hicieron un último intento desesperado por defender Tarnopol. Kornilov hizo un extenso uso de la pena de muerte que había sido restaurada y de sus leales regimientos de cosacos que se dedicaban a rodear e intimidar a los regimientos que se negaban a combatir, pero con poco éxito. En teoría había casi 12 divisiones para hacer frente a las 3 que avanzaban a Tarnopol, pero muchos soldados abandonaron sus puestos. Se consiguieron suficientes para contraatacar pero fueron rechazados por la artillería enemiga. Finalmente tras dos días de fuertes combates, cayó Tarnopol.
El avance hacia Czernowitz
Las órdenes de Hoffmann eran no avanzar más allá de Tarnopol en la izquierda y desplazar el centro de gravedad más al sur, poniendo en movimiento el 23 de julio, al 3º austro-húngaro y al ejército de Bothmer. El ataque debía ser apoyado por un avance del 7º austro-húngaro -perteneciente al Grupo de Ejércitos del archiduque José- pero éste se limita hacer un tímido avance.
La ofensiva de las potencias centrales ponía en serios apuros al 8º Ejército, que ocupaba un gran saliente, lo que implicaba un claro riesgo de ser embolsado. Además ante la inminente caída de Tarnopol se le había pedido que cediera varias unidades para su defensa. El 8º cedió rápidamente todo el terreno que aun conservaba de lo ganado a principios de julio. Ni siquiera pudo conservar ni Stanislau ni su posición inicial y sólo paró en Kolomea, en la zona entre el río Pruth y el Dniester, para a partir del 26 tratar de resistir allí y proteger Czernowitz.
Tropas rusas huyendo de la contraofensiva austro-alemana
Brusílov viendo como sus tropas iban cediendo, ordenó una retirada general, discutiendo por ello con Kornilov. El 1 de agosto, Kérenski reemplazaría a un desanimado Brusílov por Kornilov, como comandante en jefe, pero éste no podía hacer milagros. Czernowitz sería abandonada el 31 de julio, y en los primeros días de agosto los ejércitos centrales se limitaron a pequeños ataques para consolidar sus flancos y lograr la conexión entre los diversos ejércitos. La contraofensiva se dio por concluida más por falta de suministros y por cansancio, que por una decidida defensa rusa. En cualquier caso el ejército ruso había sido rechazado hasta aproximadamente la frontera entre Galitzia y Podolia.
Durante la contraofensiva los rusos habían perdido unos 40.000 hombres por 12.500 de los austro-alemanes, que habían conseguido avanzar unos 145 km en el punto de máxima penetración.
En total las perdidas rusas durante la campaña ascendieron a unas 60.000.
Hacia la Rusia de “Octubre”
Consecuencias
En Petrogrado la situación era difícil. Ya a mediados de julio, se habían producido disturbios y amotinamientos en la capital. El gobierno conseguiría controlar las denominadas “jornadas de julio” (16-20) , pero salió muy desgastado. El 20 de julio se formó un nuevo gobierno con Kérenski a la cabeza y dominado por mencheviques y social-revolucionarios.
Tras las noticias del fracaso, aderezadas con una honesta nota del Gobierno en la que reconocía que los soldados huían del frente, la posición del gobierno se volvió muy difícil. Se vio atacado desde la derecha por aquellos que añoraban la vuelta de la monarquía, aunque no necesariamente la vuelta de Nicolás II, y que ponían la ofensiva como un ejemplo de la incapacidad del nuevo gobierno. Por su parte en la izquierda, arreciaron las críticas, sobre por parte de los bolcheviques cuyo lema de “paz, pan y tierra” se hacía cada vez atractivo para un pueblo agotado. De hecho la costumbre de los oficiales rusos de achacar a la influencia bolchevique, cualquier desacato dentro del ejército, les hizo ganar una gran influencia entre los soldadosxiii.
Retrato de Aléksandr Kérenski, por Isaac Brodski. Tras la destitución de Kornilov, se nombró a sí mismo comandante en jefe de los ejércitos rusos. Al estallar la Revolución de Octubre hizo un intento de reunir tropas leales para luchar contra los bolcheviques. Fracasado, se exilió, negando su apoyo a ninguno de los dos bandos en la posterior Guerra Civil Rusa.
Mientras la situación empeoraba, Kérenski descubrió que entre sus apoyos ya ni siquiera se podía contar del todo con el ejército. Kornilov, el “hombre con corazón de león y cerebro de cordero” -en palabras del general Alekseiev-, y que había acabado la campaña con una aureola de héroe, estaba preparando un golpe de estado.
El 3 de septiembre caería Riga ante una ofensiva alemana. El 10 de septiembre, Kornilov sería denunciado, su golpe abortado y el día 15 detenido. Ante el temor de una violenta reacción del ejército, se habían distribuido armas a aquellos que estuvieran dispuestos a defender a la Revolución, entre ellos los bolcheviques que seguían ganando peso a pasos agigantados y agradecieron las armas ya que ellos mismos estaban preparando su propio golpe. Éste tendría lugar la noche del 6/7 de septiembre, en forma de la “Revolución de Octubre” que llevaría a Lenin y los bolcheviques al poder.
Autor: Flavius Stilicho
FUENTE: MUNDO HISTORIA
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