-"Conde -le dijo el rey-, mi poder no tiene limites. Si yo os mandara tiraros al mar tendrías que arrojaros de cabeza al agua inmediatamente."
El conde no replicó, pero dando media vuelta se dirigió hacia la puerta del salón.
-"¿Dónde vais?" -le dijo el rey.
-"Señor, a aprender a nadar."
Y sin más echaron todos unas risotadas...

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