miércoles, 21 de noviembre de 2012

LA EPOPEYA DE VON LETTOOW Y SUS ASKARI...Post Jo




1914. Acaba de estallar la Primera Guerra Mundial. Mientras en Europa la batalla se prevé dura y equilibrada, en las colonias todo parece visto para sentencia. Los alemanes, que apenas disponen de unos pocos territorios en África y Oceanía, no tienen, parece, la más mínima posibilidad de resistir ante la inmensidad de las posesiones británicas, francesas, belgas y portuguesas. Como mucho, pueden intentar molestar a los ingleses un tiempo, para retener recursos en África, y evitar así que refuercen sus efectivos en Europa, pero no mucho más.

Al comenzar la guerra, prácticamente todas las posesiones alemanas cayeron bajo el control aliado excepto Tanzania, cuyo jefe militar era el coronel Paul von Lettow-Vorbeck. Éste disponía tan sólo de unos 200 oficiales alemanes, 1700 soldados alemanes y 2500 askari, guerreros nativos que formaban una excelente milicia.

Ante esta perspectiva, los británicos decidieron enviar una expedición desde la India, donde disponían de numerosas tropas, para que desembarcase cerca de la ciudad de Tanga y atacase a los alemanes. La dirigía el general Aitken, al mando de 8000 hombres, la mayoría indios, excepto algunos oficiales británicos. En teoría, una operación sencilla, pero fatalmente dirigida por Aitken, cuyas tropas, continuamente hostigadas por los askari, nunca supieron reaccionar adecuadamente. Se cuenta que, para colmo, los indios fueron atacados por abejas, como si la selva misma estuviera de parte de los alemanes, por lo que a veces a la batalla de Tanga se la conoce como la batalla de las abejas. Finalmente, las tropas del Imperio Británico tuvieron que reembarcar como pudieron, dejando atrás abundante material, que a von Lettow-Vorbeck le vino de maravilla para equipar a su ejército.

Hubo una anécdota caballeresca del final de esta batalla que merece ser recordada. Mientras las tropas británicas reembarcaban a toda prisa, von Lettow-Vorbeck se acercó con una bandera blanca para conversar con el general Aitken, y le ofreció un poco de brandy mientras discutía con él detalles de la batalla. Una manera de ver la guerra que sólo se entiende desde la mentalidad de aquella época.

Justo tras el desastre de Tanga, los británicos intentaron un ataque de caballería sobre el Kilimanjaro, creyendo que estaría desprotegido, pero fueron igualmente rechazados, perdiendo el triple de hombres que los alemanes. De este modo la campaña se calmó momentáneamente.

En 1915, los británicos y los belgas intentaron un ataque naval en el lago Tanganyika, pero fracasaron estrepitosamente. Los alemanes, ante la imposibilidad de imponerse a la flota británica en el Índico, habían desmontado un cañón de su buque de guerra SMS Königsberg, para armar al buque civil Graf von Götzen, que venció a sus rivales y quedó convertido así en el dueño del lago Tanganika. Nuevamente los aliados hacían el ridículo frente a unas tropas alemanas muy inferiores en número.

Ya en 1916, el general Smuts, al frente de 7000 indios y 13000 africanos y británicos, y apoyado también por los belgas, lanzó una operación desde todos los frentes que, en teoría, debía eliminar del mapa al pequeño ejército afro-alemán. También von Lettow-Vorbeck había reforzado sus tropas, pero estaba en demasiada inferioridad, así que practicó la guerra de guerrillas para no ser cazado mientras los británicos recorrían el territorio de Tanzania sufriendo enormemente por culpa de las enfermedades. Los alemanes incluso aprovechaban para refugiarse en Mozambique, débilmente defendido por los portugueses, y así despistar a los aliados.

Por fin, en 1917 se produce un encuentro entre ambos ejércitos: la batalla de Mahiwa, donde los británicos sufrieron enormes pérdidas, si bien las de los alemanes, pese a ser muy inferiores, eran importantes dado el reducido número de su ejército. Aún así, fue una gran victoria que les permitió sobrevivir durante bastante tiempo.


En 1918, los afro-alemanes llevaron a cabo su última acción de guerra: conquistaron la ciudad de Kasama, en Zambia, pero en seguida se les notificó que hacía ya dos días que Alemania se había rendido y la guerra había terminado. Cuando esta noticia fue confirmada, von Lettow-Vorbeck se dirigió con su ejército a la ciudad de Abercorn, donde entregaron las armas a los británicos.


Su contingente fue el último en rendirse de toda la guerra, puesto que sólo se entregaron dos semanas después de que en Europa se hubieron detenido las hostilidades. De hecho, habían estado luchando incluso tras la rendición de Alemania.

La campaña de von Lettow-Vorbeck y sus hombres es una de las hazañas más increíbles de la historia, pues resistieron toda la Primera Guerra Mundial en un territorio aislado, frente a ejércitos muy superiores y sin ser vencidos nunca, sólo entregándose cuando la guerra acabó, no por haber sido derrotados. Por eso de vuelta a Alemania, y ascendido ya a general, von Lettow-Vorbeck fue tratado como un héroe y su unidad fue la única que recibió el homenaje de desfilar por la puerta de Brandemburgo.

Posteriormente pasó unos años grises en Alemania, participando ocasionalmente de la política. Hitler, al llegar al poder, intentó captarle para la causa nazi, pero von Lettow-Vorbeck difícilmente podía simpatizar con la mentalidad racista de los nazis tras haber luchado hombro con hombro junto a sus soldados negros en África. Cuentan que el viejo general mandó a Hitler literalmente "a tomar por culo", y ante el enorme prestigio que le reodeaba, Hitler no se atrevió a hacer nada contra él. Pasó la guerra con total discreción y dos de sus hijos murieron en el frente. Acabada ésta, apenas tenía recursos económicos, pero aquí se puede observar otro detalle propio de la generación que aún vivió el siglo XIX: el general Jan Smuts, que había luchado contra él en África en 1916, consiguió para él una pensión a cargo del estado británico. Smuts incluso le animó a volver a África para visitarle en Ciudad del Cabo, y el viejo general marchó para allá en 1953. Durante su trayecto, fue recibido por sus veteranos askari en Tanzania, que le rindieron honores mientras cantaban para él su vieja canción de marcha en swahili: Haya Safari!

En 1964 murió Paul Emil von Lettow-Vorbeck, pero aún queda una anécdota de sus hazañas que nos vuelve a recordar la mentalidad de aquellos hombres. A su muerte, el estado alemán decidió recompensar a los supervivientes de la milicia africana por sus pasados servicios, así que un funcionario se trasladó a Tanzania para intentar encontrar a los veteranos que aún quedasen, y entregarles el dinero. Unos trescientos ancianos se presentaron y dijeron haber luchado junto a von Lettow-Vorbeck. Pero claro, existía la duda de que todos los que se presentasen fuesen realmente antiguos askari, los guerreros negros del ejército colonial. Entonces, a alguien se le ocurrió una manera de comprobarlo. Cada hombre debía tomar un bastón, mientras el funcionario daba órdenes de firmes, apunten, etc. en alemán. Si eran los auténticos veteranos de von Lettow-Vorbeck, debían saber seguir las instrucciones. Así fue. Ni uno sólo había olvidado la instrucción, ni tampoco nadie se había hecho pasar por quien no era. Las pagas se entregaron, y así acabó la historia de aquella gran aventura.

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