martes, 11 de diciembre de 2012

ALFONSO I DE ARAGÓN....Jo

Alfonso I de Aragón por Pradilla (1879).jpg
Retrato de Alfonso I, por Francisco Pradilla, 1879.


Alfonso I de Aragón el Batallador (c. 1073 – Poleñino, Huesca, 7 de septiembre de 1134) fue rey de Aragón y de Pamplona entre1104 y 1134.
Hijo de Sancho Ramírez (rey de Aragón y de Pamplona entre 1063 y 1094) y de Felicia de Roucy, ascendió al trono tras la muerte de su hermanastro Pedro I.
Destacó en la lucha contra los musulmanes, llegando a duplicar la extensión del reino de Aragón tras obtener la conquista clave de Zaragoza. Temporalmente, y gracias a su matrimonio con doña Urraca, gobernó sobre León, Castilla, Toledo, Navarra y Aragón haciéndose llamar entre 1109–1114 «emperador de León y rey de toda España» o «emperador de España», lo que duró hasta que la oposición nobiliaria forzó la anulación del matrimonio. Los ecos de sus victorias traspasaron fronteras; en la Crónica de San Juan de la Peña, del siglo XIV, podemos leer: «clamabanlo don Alfonso batallador porque en Espayna no ovo tan buen cavallero que veynte nueve batallas vençió». Sus campañas lo llevaron hasta las mismísimas Córdoba, Granada y Valencia y a infligir a los musulmanes severas derrotas en Valtierra, Cutanda, Anzul (en Puente Genil) o Cullera.
A su muerte, y en lo que es uno de los episodios más controvertidos de su vida, legó sus reinos a las órdenes militares, lo que no fue aceptado por la nobleza, que eligió a su hermano Ramiro II el Monje en Aragón y a García Ramírez el Restaurador en Navarra, dividiendo su reino.
Signum regis (firma real) de Alfonso I el Batallador, también empleada por otros reyes de la Casa de Aragón, como su hermano Pedro I y su descendiente Alfonso II el Casto o el Trovador

Alfonso fue hijo del rey de Aragón y Pamplona, Sancho Ramírez, y de Felicia de Roucy. Dado que no fue el primogénito del rey, pasó sus primeros años en el monasterio de Siresa, (Valle de Hecho, en los Pirineos oscenses), formándose en «letras» y arte militar con vistas a ser un señor feudal durante el gobierno de su hermano Pedro I de Aragón. Su ayo fue Lope Garcés «Peregrino», que obtuvo posteriormente del rey la tenencia de Pedro l a  en agradecimiento a los servicios prestados.

Siendo infante, Alonso Sánchez (como consta en diferentes documentos) se formó en las tareas de gobierno como señor de Biel, Luna, Ardanés y Bailo, localidades de las Cinco Villas y la Jacetania cercanas a la frontera con los musulmanes. Reinando su hermanastro , participó en la toma de Huesca (batalla de Alcoraz, 1096) y en la expedición de ayuda al Cid en tierras valencianas contra los almorávides, venciendo al ejército de Yusuf ibn Tasufin en 1097 en la batalla de Bairén.

Inicialmente el infante Alfonso Sánchez no estaba destinado a reinar. Sin embargo, una serie de hechos despejaron su camino al trono. Tras la muerte de su padre Sancho Ramírez en 1094 durante un sitio a Huesca, moría el mismo año su primogénito Fernando, y luego, en 1104, su hermano el rey Pedro I, que se había quedado a su vez sin herederos, pues había perdido a sus dos hijos: Isabel (1103) y Pedro (1104).

Alfonso I gobernó como rey de Aragón y Pamplona; en un documento de 1108 se señala que reinaba en Aragón, Pamplona, Sobrarbe, Ribagorza, Pallás y Arán; en mayo de 1130, aparece Alfonso como reinante en «Ribagorza, Aragón, Pamplona y en Arán». Sobrarbe y Ribagorza eran antiguos condados unidos al Reino de Aragón en tiempos de Ramiro I.

La muerte de su hermano en el Valle de Arán, parte entonces del Condado de Ribagorza, dejó un incipiente Reino de Aragón que, si bien había tomado la principal ciudad del Pirineo, Huesca, en 1096 tras labatalla de Alcoraz y logrado conquistar en 1100 Barbastro, Sariñena y Bolea, había fracasado en el asedio de Tamarite de Litera de 1104 y veía amenazadas esas recientes conquistas. Había problemas para encarar el asedio de ciudades fortificadas, dada la nula experiencia en maquinaria de asedio y la falta de apoyos internacionales al margen del tradicional respaldo del Condado de Urgel y de una esporádica ayuda genovesa, como en un fracasado asalto a Tortosa donde la flota de Génova aportó galeras. Alfonso había participado como señor bajo el mando de su hermano en estas guerras. Por el este el reino no tenía una frontera clara con Cataluña, si bien los registros documentales atestiguan que entre 1108 y la muerte de Alfonso en 1134, el Batallador era «rey en Pallás y Arán». Al oeste, incluía una Navarra que había perdido lo que hoy es La Rioja y el País Vasco en favor de Castilla.

Apenas coronado, comenzó a dar los pasos que con el tiempo llevarían a la conquista de Zaragoza. Antes de finalizar 1106 tomaba Ejea de los Caballeros y la dotaba de fuero propio, lo que hacía a sus vecinos caballeros, dando origen al actual topónimo. Ese mismo año habían caído Tauste y Sádaba, completando la conquista de las Cinco Villas, lo que cerraba el Valle del Ebro por el oeste.
También en 1105-1106 mandó reforzar dos castillos vecinos a Zaragoza que amenazaban la capital del rey musulmán Al-Musta'in II y habían sido construidos por Sancho Ramírez y Pedro I. Uno de los castillos, muy cercano a Zaragoza, construido en 1101 por Pedro I, tomó su nombre del grito de guerra cruzado Deus lo vol (Dios lo quiere) dando origen al topónimo contemporáneo de Juslibol; el otro, a veinte kilómetros de la capital de la Taifa de Saraqusta, aguas arriba del Ebro en la desembocadura del Jalón, fue erigido en El Castellar en 1091 por Sancho Ramírez y su hijo Pedro I.

En esos primeros años de reinado acorraló Zaragoza completando la conquista de la Hoya de Huesca, los Monegros(tomando el sur de la Sierra de Alcubierre) y asegurando el área de Barbastro y Monzón. Conquistó Tamarite de Litera y San Esteban de Litera en 1107, cumpliendo así con un objetivo en el que su hermano Pedro I había fracasado. Parte de la Franja de Aragón y de la actual provincia de Lérida quedaron en manos musulmanas, empero. De este modo amplió su reino al sur asentando sus fronteras se iban asentando en el río Ebro, y el Cinca, aunque Fraga y Mequinenza aún fueran musulmanas.



Alfonso VI de Castilla, suegro de Alfonso de Aragón

Tras su coronación en 1104, surgió el problema dinástico de que el nuevo rey superaba la treintena y no estaba casado, siendo el único miembro restante de la casa real su hermano Ramiro, de carrera eclesiástica. Su boda, razón de estado, fue calculada mirando las diversas casas reales ibéricas con hijas casaderas. En 1109, sabiendo cercano su final, Alfonso VI de León decidió el matrimonio de su hija Urraca con el rey de Aragón, interesado en el apoyo militar que su nuevo yerno, veterano en esas lides, podía proporcionarle ante la amenaza almorávide, frente a los que había perdido su único heredero varón Sancho, fallecido en la batalla de Uclés (1108).

Antes de casarse, según parece, Urraca y Alfonso acordaron las capitulaciones de esponsales por el que se designaban recíprocamente en soberana potestas en las posesiones del otro. Pero se convenía que si el matrimonio tenía descendencia, este hijo pasaría a ser el heredero, lo que relegaba al primogénito del anterior matrimonio de Urraca con Raimundo de Borgoña, Alfonso Raimúndez (futuro Alfonso VII), que perdía sus derechos al trono de León. Entre los contrarios a este enlace matrimonial se destacaron los nobles gallegos, debido a la pérdida del entonces infante de cinco años Alfonso Raimúndez (futuro Alfonso VII) de los derechos al trono del reino de León y Castilla tras el pacto matrimonial firmado entre Urraca y Alfonso I de Aragón, que estipulaba que los derechos de sucesión pasarían al hijo que pudieran tener. La nobleza gallega encabezada por el obispo de Santiago de Compostela Diego Gelmírez y el tutor del infante Pedro Froilaz el conde de Traba, se rebelarán, y el ayo del joven príncipe proclama en la catedral de Santiago a Alfonso Raimúndez, con siete años de edad, «rey de Galicia» el 17 de septiembre de 1111, lo que obligó a Alfonso I de Aragón a intervenir para restablecer el orden. Es discutido el sentido de esta proclamación, sin que pueda dilucidarse si se pretendía con ello establecer un reino independiente o no, pero lo más probable es que simplemente se tratara de otorgar la categoría de correinante a Alfonso Raimúndez con un grado igual al de su madre Urraca. La inhábil política de Gelmírez al no facilitar la sumisión de Portugal, cerró el camino para el triunfo de la revuelta, que obtuvo apoyo entre la nobleza gallega, pero que también generó opositores entre los sectores partidarios de Alfonso el Batallador, como ocurrió en Lugo. El Batallador actuó en Galicia, pues estaba incorporada de derecho a su reino por las capitulaciones matrimoniales, que establecían que el hijo de Alfonso y Urraca podría reinar en la mayoría de los territorios de la España cristiana: Aragón, Pamplona, León y Castilla; a excepción sólo del condado de Barcelona y otros condados pirenaicos, como el de Urgel, entre otros.


El Batallador, finalmente, se dirigió contra los partidarios de Alfonso Raimúndez derrotándolos en Viadangos en octubre o noviembre de 1111 con la ayuda del conde de Portugal, Enrique de Borgoña, tío de Alfonso VII. Con esta victoria Alfonso I de Aragón desbarató el intento político del obispo de Santiago de Compostela y sus partidarios, capturó a Pedro Froilaz (que sería liberado poco después) y debilitó a sus oponentes. Sin embargo, Gelmírez y Alfonso Raimúndez consiguieron huir. La actitud de Urraca I en todo el conflicto es discutida, mientras que la Historia compostelana (que es una fuente parcial, pues se trata de una biografía dedicada a exaltar la política del obispo Gelmírez) señala que Urraca estuvo de acuerdo con la coronación de Alfonso Raimúndez (pese a que ello hubiera supuesto aceptar una corregencia dirigida por Gelmírez y sus colaboradores), existe un documento que manifiesta que el 2 de septiembre de 1111 (sólo quince días antes del acto de la proclamación de su hijo como «rey de Galicia») Urraca firmaba en Burgos junto con su esposo Alfonso el Batallador una donación a favor del monasterio de Oña, y en octubre lo hacía del mismo modo en otra suscrita en Briviesca. Ambos documentos fueron redactados por el canónigo de Santiago de Compostela, cuyo cargo lo hace cercano al obispo Gelmírez, por lo que el juego de alianzas políticas dista de ser sencillo.

Otra importante facción contraria a Alfonso I de Aragón fueron los eclesiásticos franceses de origen borgoñón que se habían establecido en el camino de Santiago durante el reinado de Alfonso VI, bajo la protección del primer marido de Urraca, perteneciente a la casa de Borgoña. Los eclesiásticos eran también señores de muchos territorios, por lo que se oponían además a las políticas proburguesas del rey aragonés, que de triunfar verían considerablemente reducido su poder. Se trataba de una peligrosa oposición pues su contacto con el papa Pascual II permitiría con el tiempo que se anulara el matrimonio, que los cronistas castellanos llamaban «las malhadadas bodas» o «mal-abitas bodas» por incestuosas al ser ambos cónyuges bisnietos de Sancho Garcés III de Pamplona el Mayor.

La acción política de Alfonso en los reinos de León, Castilla y Galicia fue muy dificultosa, a pesar de apoyarse en la primitiva burguesía de las poblaciones a las que ofreció fueros y privilegios parecidos a los que otorgó a las que repobló en Aragón. Así, Alfonso I apoyó el establecimiento de villas francas y estimuló el comercio en el todo el Camino de Santiago. Estas garantías, libertades y exenciones creaban un sector social franco o libre, en detrimento de los impuestos, que eran la fuente del poder de la aristocracia feudal, lo que concitó su impopularidad entre la nobleza. Urraca se apoyó en estos estamentos privilegiados cuando se desató la lucha entre facciones enfrentadas y entre partidarios de uno u otro cónyuge del matrimonio real.

Urraca I de Castilla, en una representación del siglo XII.

Alfonso I continuó con su política de dar la tenencia de castillos y plazas fuertes a sus leales: nobles aragoneses y navarros, y veteranos compañeros de batallas y caballeros fieles de su hueste, lo que fue incrementando la enemistad que provocaba en León y Castilla; sintiendo que perdían poder en la corte, comenzaron a conspirar contra el rey.

Por otro lado el Conde de Candespina, Gómez González, había sido antes de la muerte de Alfonso VI pretendiente a casarse con Urraca, y todo indica que mantenía relaciones amorosas con ella. Antes de la muerte del monarca leonés, un grupo de nobles castellanos se habían reunido cerca de Toledo, en Magán, para proponer al moribundo rey a Gómez González como candidato a esposo de la futura reina aunque, sin atreverse a planteárselo formalmente al viejo monarca, consiguieron que lo hiciera el médico personal del rey, un judío llamado Cidiello o Cidello. Alfonso VI recibió airado la noticia, al comprobar la oposición de una parte de la nobleza castellana a los planes que había diseñado de casar a su hija con el experimentado rey aragonés. Sin embargo, el conde Gómez González reunió partidarios y comenzó un levantamiento armado contra Alfonso I.

La respuesta de Alfonso, veterano guerrero curtido en muchas batallas, fue rápida y enérgica. Con sus huestes navarro-aragonesas marchó contra los sublevados y les infligió una dura derrota en el Castillo de Monterroso (Provincia de Lugo), en 1110. El mensaje transmitido a los descontentos fue que el Batallador estaba resuelto a aplastar militarmente cualquier intento de rebelión en su contra, lo que implicaba que la oposición tuvo que reorganizarse. Los siguientes años transcurrieron en un continuo estado de tensión militar. Un intento musulmán de aprovechar esta distracción fue desbaratado con la victoria de Alfonso sobre al-Mustain I, rey de la taifa de Zaragoza, en la Batalla de Valtierra en 1110.

Entre el 1110 y el 1111, el Conde de Candespina trató de convencer a la reina de que el príncipe Alfonso debía convertirse en el rey legítimo de Castilla como hijo biológico de la reina de Castilla y León, para que apoyase el levantamiento de la nobleza contra Alfonso. Este hecho convirtió el conflicto político en una guerra abierta entre el monarca aragonés y facciones de la nobleza leonesa, castellana y gallega. El fuerte carácter de Alfonso I y el choque con la personalidad de su mujer (las crónicas leonesas, castellanas y gallegas, siempre antialfonsíes, ponen en boca de Urraca que Alfonso «le pegó con manos y pies») llevaron al fracaso del matrimonio. Se dice que Alfonso temía que la proximidad entre el conde de Candespina y su mujer fuera sinónimo de infidelidad de ésta, razón por la que podría haberla repudiado. A todo ello se sumaba la iniciativa del arzobispo de Toledo Bernardo de Sedirac, también contrario al aragonés, que solicitó la nulidad al Papa.

Declarada la guerra civil entre los partidarios favorables a Urraca o a Alfonso, éste la declaró incapaz de gobernar y la hizo encerrar en El Castellar, en Aragón, a consecuencia de una conspiración en la que Urraca ordenó a los tenentes de fortalezas castellano-leoneses que no obedecieran las órdenes de su marido, lo que provocó una ruptura política irreconciliable con la facción de los altos prelados Bernardo de Sedirac de Toledo y Diego Gelmírez de Santiago de Compostela, y la nobleza aristocrática acaudillada por Pedro Froilaz y Gómez González. Alfonso se vio obligado a llevar a cabo una exitosa invasión de Castilla con tropas navarras y aragonesas sin más apoyo que el de los condes de Portugal. Aún sin la participación de las fuerzas de León y Castilla, en pocas semanas sometió las ciudades rebeldes de Palencia, Burgos, Osma, Sahagún, Astorga y Orense, con una velocidad que le ganó reputación de invencible entre sus enemigos.

Aprovechando esta distracción en Occidente, el conde Gómez González lanzó una incursión sobre El Castellar, liberando a la reina Urraca y llevándola a Sahagún. Las noticias de la incursión provocaron que Alfonso marchase con su ejército al sur castellano en una expedición punitiva contra el conde. La ciudad de Toledo cayó en la primera mitad de 1111 y Alfonso sustituyó al arzobispo hostil Bernardo de Sedirac. En la batalla de Candespina del 26 de octubre de 1111, sita en el actual municipio segoviano de Fresno de Cantespino, obtuvo otra victoria. Se enfrentaron las huestes navarro-aragonesas de Alfonso y del conde Enrique I de Portugal contra las tropas fieles a Urraca y Candespina, con derrota de los segundos y muerte del conde levantisco, lo que dejó a la reina en muy mala situación y forzó la reconciliación con su marido.

En 1112 el papa Pascual II hizo oficial la amenaza de nulidad, excomulgándolos si permanecían juntos. Alfonso, profundamente religioso, la repudió definitivamente. La situación se consolidó e se hizo oficial en un concilio celebrado en Palencia en 1114. Alfonso pasaba a ser únicamente rey de Aragón y Pamplona, a pesar de tantas luchas, y dirigió sus objetivos a la reconquista del Valle del Ebro, con la toma de Saraqusta en mente, proyecto casi abandonado durante sus cinco años de matrimonio y regencia castellana (1109 - 1114). No obstante, siguió utilizando el título de rey de Castilla y el de imperator totius Hispaniae producto de la tradición imperial de León y no renunció, hasta su muerte, a los enclaves por él repoblados, fortificados y gobernados por sus tenentes en los actuales País Vasco, La Rioja, Burgos, Soria y Guadalajara. Algunas de estas plazas, como Sigüenza o Medinaceli serían devueltas a Alfonso VII tras la muerte de Urraca en las Paces de Támara a partir de 1127, otras fueron conquistadas más tarde por el leonés, como Castrojeriz, perdida en 1131; el resto las conservaría el rey de Aragón hasta su muerte.


Monasterio de San Pedro de Siresa, en el Valle de HechoProvincia de Huesca, donde se educó el infante Alfonso Sánchez.

Tras haber intervenido en la Reconquista únicamente en 1110 defendiéndose de Al Mustain en Valtierra en 1110, Alfonso comenzó una nueva etapa acometiendo la conquista de Zaragoza. En busca de nuevas estrategias, se entrevistó con Gastón IV de Bearn a su regreso de las Cruzadas, estableciendo lo que sería una alianza clave transpirenaica. Los primeros movimientos de su avance fueron la conquista de la Comarca de Tudela en 1117, haciéndose con Fitero, Corella, Murchante, Cascante, Monteagudo y Cintruénigo ese año, que habían sido perdidas contra los musulmanes en ese ataque. Les otorgó el disfrute de los montes colindantes en régimen de facerías (uso compartido).

En una cronología confusa para los historiadores entre la conquista del territorio de Tudela en 1117 y la primera mitad de 1118, Alfonso marchó a Bearne para estrechar relaciones con Gastón IV. Gastón era un veterano occitano de las Cruzadas en Tierra Santa, de costumbres guerreras y religiosas similares al aragonés y señor de un vizcondado de fuerzas parejas a Aragón. Era además experto en armas de asedio como había demostrado en la toma de Jerusalén de1099, cuando luchaba bajo Raimundo IV de Tolosa, con lo que acumulaba una experiencia en sitios de ciudades que podía ser vital para el rey Alfonso. No se sabe mucho de cómo nació su buena relación, probablemente basada en sus experiencias vitales similares forjadas en la guerra contra el musulmán, pero llegaron a ser amigos íntimos. El principio, como se ha dicho es confuso, y puede que ya estuvieran colaborando antes de 1117: el vizconde de Bearne aparece como tenente de Barbastro en 1113, sin que se sepa la razón. Entre 1117 y 1118 en un concilio en Bearne se firmó un compromiso de colaboración con Aragón.

Tampoco se sabe si Gastón de Bearne influyó en otros nobles occitanos, pero con el respaldo del Papa, que otorgó bula de Cruzada y los beneficios religiosos asociados, muchos se sumaron a la campaña contra Zaragoza, a pesar del recuerdo de la derrota en 778 de Carlomagno, presente en las leyendas a través del Cantar de Roldán. Una bula de Calixto II a finales de año ratificó el Concilio de Tolosa (actual Toulouse) y reafirmó al ejército que se estaba congregando para conquistar la ciudad blanca.

Zaragoza (en árabe, Saraqusta o a veces Madînat Al-baidala ciudad blanca) era una de las principales ciudades de al-Ándalus y, fruto de su capitalidad de fronteras, uno de los principales reinos taifas musulmanes. En su mayor esplendor abarcaba desde Tudela hasta Tortosa, dependiendo de ella Tudela, Huesca, Lérida, Tarragona y Calatayud y recibiendo vasallaje de Valencia y Denia. Su fortaleza, frente a los vastos territorios despoblados en la frontera de Castilla y León habían sido la causa de la menor expansión del Reino de Aragón. A principios del siglo XII la gobernaban los hudíes. La derrota de Valtierra les había llevado a pagar parias a Urraca para granjearse la protección castellana contra Alfonso, tras suceder a Al Mustain su hijo Abdelmalik. Sin embargo su situación se fue haciendo más comprometida a medida que el rey Alfonso demostraba su poderío en el norte y los almorávides en el sur. Las parias pagadas a los castellanos enervaron a los más nacionalistas, que hicieron caer la ciudad en manos almorávides, huyendo el rey a Rueda de Jalón, donde creó un pequeño reino sobre el Valle del Jalón. Su odio a los almorávides le llevaría a aliarse con Alfonso posteriormente contra aquellos que le habían destronado. El gobierno almorávide vino personificado por Muhammad ibn al-Hayy, que había retomado Valencia tras su captura por el Cid, (1110 - 1115) e Ibn Tifilwit, cuyo gobierno vino marcado por sus desavenencias con el filósofo y visir Avempace (1115 - 1117). Su único avance contra Alfonso fue la toma de la fortaleza de Juslibol. En 1117 la ciudad quedó, tras la muerte del gobernador, en manos del rey de Murcia.



En marzo de 1118, se congregó un gran número de caballeros y señores franceses y gascones en Ayerbe, bajo el mando de Alfonso. Acudieron asimismo fuerzas del condado de Urgel y, probablemente, también de Pallars, ya que el conde Arnal Mir de Pallars Jussà fue feudatario de Alfonso I de Aragón. Marcharon al sur, conquistaron Almudévar, Gurrea de Gállego y Zuera, y sitiaron a finales de mayo Zaragoza. Se sabe poco de como se desarrolló el asedio. Varios historiadores consideran que se cortó el suministro de agua, que entraba por el canal de la Romaredapara acelerar la caída de la ciudad. Los nueve meses que duró el asedio significaron una gran prueba para la moral y salud de las tropas cristianas, significando probablemente el invierno un retirada temporal, pues los hombres dormían a la intemperie. Zaragoza finalmente cayó el 18 de diciembre de 1118. Se suele indicar como hito de la caída la toma del Torreón de la Zuda, sede del gobierno musulmán y fortificación del recinto amurallado.

Alfonso otorgó concesiones a los benedictinos para que fundasen un monasterio en el Palacio de la Aljafería, edificio que se constituyó en residencia real de los reyes de Aragón. A la ciudad Alfonso le ofreció en fuero Totum per totum, que confiaba la protección de los intereses particulares a los cuerpos armados seculares que se pudiesen formar, garantizando la autodefensa, y un sistema de aljamas que garantizaban el respeto entre comunidades religiosas.

Las capitulaciones de la ciudad reconocía a los musulmanes el derecho a quedarse en Zaragoza, con la condición de habitar en los arrabales en el plazo de un año, durante el cual las mezquitas seguirían cumpliendo su función; a pagar los mismos impuestos que hasta la conquista, a mantener sus propiedades rurales y a practicar su religión y ser juzgados por sus propias leyes. Se reconocía el derecho de marchar libremente a los que lo desearan. Con estas condiciones ventajosas, Alfonso trataba así de evitar la despoblación de la ciudad, especialmente conservando a los artesanos y comerciantes, asimilando a los mudéjares, lo que marcaría el arte de la ciudad.

Tras todo ello, la medina o ciudad vieja fue repoblada con cristianos que habían participado en la toma de la ciudad. Se estima que de los cerca de 20.000 musulmanes, muchos permanecieron, y con la llegada de nuevos habitantes la población creció y la ciudad se expandió extramuros. Gastón IV de Bearne recibió el señorío de la ciudad en recompensa a sus esfuerzos.

Una vez tomada Zaragoza, el rey de Aragón proyectó la conquista de las poblaciones del Bajo Aragón y el Valle del Ebro. En 1119 conquistó Fuentes de Ebro, Alfajarín, Tudela (el 25 de febrero de ese año, última villa que reconquistó el Reino de Navarra) y toda la dehesa del Moncayo, incluyendo Tarazona y su comarca, (puestos que en el futuro serían claves como frontera con Castilla), el valle del río Alhama (en La Rioja) con Cervera del Río Alhama en cabeza, Tudején y Castillón (fortalezas en Navarra, hoy en ruinas), Novallas, Ágreda, Magallón, Alberite de San Juan, Borja, Alagón, Novillas, Épila... Sometió también a vasallaje el reino hudí de Rueda de Jalón.

En 1119 también reconstruyó la ciudad abandonada de Soria y repobló su comarca, aunque los cronistas castellanos muchas veces lo atribuyen a Alfonso VII de Castilla, hijo de Urraca. Modernamente se conocen documentos que atestiguan que la ciudad castellana permaneció en poder de Alfonso hasta su muerte en 1134, cuando el rey castellano pudo retomarla.

En 1120, mientras sitiaba Calatayud, recibió noticias de que los almorávides, desde sus bases en Valencia, marchaban para intentar reconquistar Zaragoza. Levantó el asedio y apoyado por Guillermo IX de Aquitania, noble gascón, marchó a interceptarlos. El avance musulmán por un antiguo camino romano en la cuenca del río Turia y del Guadalaviar, pasaba por lo que hoy es Teruel. Alfonso los encontró en Cutanda, en el valle del río Jiloca. La Batalla de Cutanda se recuerda como la mayor victoria de Alfonso: en el siglo XIV aún se decía "peor fue Cutanda" para referirse a logros que parecen imposibles. A pesar de ser inferiores en número, las fuerzas aragonesas aplastaron a las musulmanas obteniendo su victoria el 17 de junio de 1120 y forzando su retirada de Zaragoza ya de forma deinitiva.

Tras su victoria, su ejército ocupó Calamocha y Monreal del Campo, donde fundó la actual ciudad, antes de retomar la conquista de Calatayud, que supuso la toma final del Valle del Jalón y del Jiloca. Las tierras de las actuales Bubierca, Alhama de Aragón, Daroca y Ariza fueron también tomadas tras la victoria de Cutanda.

En 1122 fundó en Belchite una orden militar, la cofradía de Belchite, primera de estas características en la Península Ibérica y fundada a semejanza de la Milicia de Jerusalén y de las establecidas en las Cruzadas, recibiendo los cofrades y sus bienhechores beneficios de cruzada no sólo para la conquista de una ciudad como hasta entonces había sucedido. Posteriormente estableció en 1124 en Monreal del Campo la Militia Christi de Monreal, Militia Caesaraugustana u Orden de Monreal, que tuvo su base en la recién fundada ciudad de Monreal, esto es, 'mansión del rey celestial', recibiendo una zona de influencia en el área del Jiloca y Teruel, y su término adjudicado hasta Segorbe. Su objetivo era dirigir la reconquista con vistas a la toma de Tortosa y con ello a dar al reino una salida al Mediterráneo. Posteriormente, por el acuerdo del conde de Barcelona y señor de Aragón Ramón Berenguer IV, mediante la concordia de Gerona (27 de noviembre de 1143), que supuso la entrada de la Orden del Temple en España, las órdenes militares creadas por el Batallador fueron integradas en la templaria. La concordia fue ratificada mediante Bula de Eugenio III (30 de marzo de 1150).

En 1123 se enfrentó con el Conde de Barcelona, Ramón Berenguer III, por la ciudad de Lérida, que ambos ambicionaban tomar. El año 1120, su gobernador había pactado con Berenguer Ramón III, la cesión de algunas plazas y su apoyo contra Tortosa, irritando a Alfonso, que sitió Lérida en 1123, tomando el Castillo de Gardeny. Según Zurita, la intervención de diversos prelados y barones catalanes y aragoneses puso fin al conflicto entre Alfonso y el conde, al llegar al compromiso mutuo de abstenerse de emprender ninguna acción contra Lérida. De todos modos, poco después, en 1124, un ejército almorávide derrotó a Ramón Berenguer III en la batalla de Corbins, lo que obligó al conde barcelonés a renunciar al objetivo de Lérida.



La gran extensión de los nuevos territorios incorporados al Reino de Aragón obligaba al Batallador a atraer gran cantidad de población para repoblar campos y villas y mantener la economía del país. Conociendo la insatisfacción de la numerosa población mozárabe en territorio musulmán ante el aumento del fanatismo religioso de la nueva corriente religiosa norteafricana almorávide, y alentado por los mozárabes de Granada, que le ofrecían su apoyo para rebelarse en esta ciudad del sur de al-Ándalus, Alfonso inició una expedición militar por tierras musulmanas.


En 1124, con cincuenta años de edad, el monarca emprendió esta arriesgada incursión en el interior de al-Ándalus encabezando un ejército que se adentró en el Reino de Valencia, llegando hasta Benicadell (Penya Cadiella en las crónicas). El año 1125 fue clave: avanzando hacia el sur por Valencia, en un año lanzó una ofensiva contra la ciudad almorávide de Granada con la pretensión de crear un principado cristiano en mitad del corazón de al-Ándalus. Cercó Granada, pero la población mozárabe del interior de la ciudad no quiso o no pudo abrirle las puertas. Entonces decidió emprender una operación de saqueo por las fértiles tierras del Valle del Guadalquivir.
Mientras el rey de Aragón saqueaba el sur de la actual provincia de Córdoba, Abu Bakr, hijo del emir Ali ibn Yusuf, había salido con tropas de Sevilla al encuentro del Batallador, y lo alcanzó en Arnisol, Arinzol o Aranzuel, según las fuentes, actual Anzul (hoy municipio de Puente Genil), cerca de Lucena. Allí se trabó batalla campal el 10 de marzo de 1126 con el resultado de victoria decisiva para los aragoneses.

Recorrió importantes poblaciones del sur de Córdoba y llegó a la costa en Motril o Vélez-Málaga, donde de acuerdo a las crónicas mandó que le pescaran un pez antes de emprender el retorno cargado de botín y acompañado de numerosos mozárabes. Se estima que más de 10.000 le siguieron con la intención de asentarse en el reino cristiano. Quizá la cifra sea exagerada, pero lo cierto es que el Batallador declaró a estos mozárabes hombres libres a su regreso, otorgándoles privilegios y ventajas judiciales, fiscales, económicas y militares. Perseguido por las fuerzas almorávides, Alfonso logró sin embargo culminar el regreso a través de Cuenca y Albarracín en 1126.

El 8 de marzo de 1126 murió la que fue su mujer, Urraca I de Castilla dejando un hijo de 21 años como heredero de las coronas conjuntas de Castilla y León, Alfonso. Las tensiones entre ambos Alfonsos, heredadas de la antigua guerra civil, se liberaron ante el intento del rey castellano de recuperar las villas que el aragonés tenía desde su victoria en Candespina. El Batallador perdió algunas de sus posiciones en La Rioja y Soria entre 1127 y 1128, hasta llegar a una paz con el Pacto de Támara en 1128 por la que el Batallador renunciaba al título de emperador. Sin embargo, algunas poblaciones castellanas, como Ágreda, Almazán y Soria continuaron en poder aragonés hasta finales de 1135.

Desde septiembre de 1127 se ocupó de repoblar Cella, en cuyas operaciones debió participar Rotrou de Perche, que recibió en recompensa la villa de Corella (Navarra). En noviembre de 1127 comenzó a asediar Molina de Aragón, en cuyas cercanías elevó la fortaleza de Castilnuevo, que estaba concluida en febrero de 1128; Molina estuvo en poder del rey en diciembre. A partir de mayo de ese año, mientras sus magnates continuaban el asedio de la importante plaza de Molina de Aragón, se desplazó más al sur y conquistó Traíd, en la actual provincia de Guadalajara. Constan en la documentación para ese año tenentes aragoneses nombrados para Ágreda (asignada a Jimeno Íñiguez) y Almenar de Soria, que fueron así dominadas y repobladas. Desde agosto hasta fines de 1128 Alfonso I se dedicó a poblar y así fortificar Almazán —según las crónicas amurallándola—, a la que decidió renombrar como «Plasencia». Según Rodrigo Jiménez de Rada el rey de Aragón también repobló y fortificó Berlanga de Duero. Tras esta campaña Alfaro, Corella, Soria, Almazán, San Esteban de Gormaz, Molina de Aragón, Traíd y Cella constituían las posiciones más avanzadas de Aragón en la frontera suroccidental.


En 1129 intentó conquistar Valencia, una vez libre de la presión castellana, pero fue convocado un ejército almorávide para socorro, que fue derrotado sin paliativos en la Batalla de Cullera. Sin embargo volvió al norte, quizá para auxiliar a sus aliados de Foix y Cominges. Por el camino tuvo que reconquistar Monzón, que había sido perdido por traición tres años antes a manos del conde de Barcelona Ramón Berenguer III.


Atravesó el Valle de Arán entre octubre de 1130 e inicios de 1131 para socorrer a sus aliados del otro lado de los Pirineos a los que debía protección. Gastón de Bearn y los señores de Foix y Cominges mantenían un enfrentamiento con el Duque de Aquitania. Ante el descontento con Guillermo X de Aquitania, que gobernaba sobre el País Vasco Francés, atacó sus tierras. Sitió Bayona durante un año y se apoderó de ella en (1131), tras lo cual le otorgó fuero. El monarca decía reinar «desde Belorado hasta Pallars y desde Bayona hasta Monreal».

Probablemente fue durante este asedio cuando dictó su testamento, luego muy polémico.

En 1131, mientras el rey combatía en Gascuña, Gastón IV de Bearn y su lugarteniente, un caballero de nombre Esteban, combatieron en el sureste de Aragón contra los almorávides, que seguían acosando el reino. Tomaron el Maestrazgo y lo consolidaron, pero en uno de los últimos ataques musulmanes el vizconde fue muerto y la zona cayó en manos musulmanas. Los musulmanes lo decapitaron y llevaron su cabeza a Granada ensartada en lo alto de una lanza para que el rey de la ciudad se congratulase de la muerte del enemigo que unos años antes había amenazado la ciudad. El cuerpo fue recuperado a costa de un gran rescate y enterrado en la Basílica del Pilar en Zaragoza.

Tras la muerte de Gastón, el rey volvió a su reino dejando la política occitana en manos de sus caballeros. En 1133 sitió y se hizo con Mequinenza, uno de los últimos bastiones islámicos en territorio aragonés, aunque con un ejército menguado sin los bearneses y gascones de Gastón, que habían vuelto en masa a su tierra. En el mismo año conquistó Horta de San Juan, que constituyó junto con Escarp y Morella el confín oriental del Aragón de Alfonso I.

En el verano de 1134 estaba el rey sitiando la fortaleza de Fraga con apenas quinientos caballeros cuando un ataque de la guarnición musulmana les sorprendió y derrotó el 17 de julio, recibiendo el veterano monarca graves heridas. Aunque logró huir y salvarse en primera instancia, complicaciones de las mismas causaron su muerte el 7 de septiembre de ese año en la localidad monegrina de Poleñino entre Sariñena y Grañén, siendo sepultado en el monasterio de Montearagón, cerca de Huesca. Según la Crónica de San Juan de la Peña, tenía 61 años de edad y había reinado durante la mitad de ellos.



Hizo testamento en favor de Dios sic (1131) durante el asedio de Bayona, y más concretamente dejaba como herederas y sucesoras del reino a las órdenes militares de los Templarios, Hospitalarios y del Santo Sepulcro de Jerusalén. Este testamento lo renovó en Sariñena en 1134:
En nombre del bien más grande e incomparable que es Dios. Yo Alfonso, rey de Aragón, de Pamplona [...] pensando en mi suerte y reflexionando que la naturaleza hace mortales a todos los hombres, me propuse, mientras tuviera vida y salud, distribuir el reino que Dios me concedió y mis posesiones y rentas de la manera más conveniente para después de mi existencia. Por consiguiente temiendo el juicio divino, para la salvación de mi alma y también la de mi padre y mi madre y la de todos mis familiares, hago testamento a Dios, a Nuestro Señor Jesucristo y a todos sus santos. Y con buen ánimo y espontánea voluntad ofrezco a Dios, a la Virgen María de Pamplona y a San Salvador de Leyre, el castillo de Estella con toda la villa [...], dono a Santa María de Nájera y a San Millán [...], dono también a San Jaime de Galicia [...], dono también a San Juan de la Peña [...] y también para después de mi muerte dejo como heredero y sucesor mío al Sepulcro del Señor que está en Jerusalén [...] todo esto lo hago para la salvación del alma de mi padre y de mi madre y la remisión de todos mis pecados y para merecer un lugar en la vida eterna...
Ante el disgusto de los nobles aragoneses y navarros por el resultado del testamento, los aragoneses llegaron al acuerdo de que en Aragón le sucediera su hermano Ramiro, que reinó como Ramiro II el Monje, mientras que en Navarra eligieron a García Ramírez, el Restaurador, hijo del infante Don Ramiro, que estaba casado con una hija de El Cid. Se separaban así las coronas de Navarra y Aragón después de 50 años, quedando fijadas las fronteras definitivas entre Navarra y Aragón.



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