Ocurrió en 1959 en Ribadelago, un pequeño pueblo de la provincia de Zamora en la comarca de Sanabria, donde la heladora noche del 9 de Enero, el mal tiempo, la ignorancia, la desidia y las corruptelas, acabaron con la vida de 144 vecinos de los 516 con los que contaba el pueblo por aquel entonces.
Eran las doce de la noche del 9 de Enero los termómetros marcaban -18 grados y casi todos los habitantes del pueblo se encontraban en sus casas.
Mientras tanto,a unos 8 kilómetros del pueblo cañón arriba, existía una seria preocupación entre los encargados de la presa de la Vega de Tera. Las lluvias torrenciales que habían caído durante todo el día habían llevado al embalse al límite de su capacidad y había que desembalsar agua inmediatamente. Pero había un grave problema. El único modo de llegar hasta la compuerta para poder abrirla era pasando por una estrecha cornisa de cemento, sin sujeción ni protección alguna, azotada por viento y agua y que además se encontraba completamente helada.
Y aunque tras varios y arduos esfuerzos se consiguió llegar hasta la compuerta ésta, helada como todo alrededor, no se pudo abrir más que 25 cm. El agua comenzaba a desbordar aunque ese sería el menor de los problemas pues la presa empezó a mostrar todos sus problemas.
La compuerta en la actualidad. Aún sigue abierta esos 25 cm.
La presa se construyó en tres años con parones en invierno por la dura climatología ,pero la ignorancia de sus constructores hizo que “olvidaran”, entre parón y parón, hacer algún tipo de anclaje en el hormigón para que en primavera, cuando se reanudaran los trabajos, el hormigón nuevo tuviera donde engancharse.
Construcción de la presa
A esto hay que sumar los habituales chanchullos de la época en donde los dineros se iban quedando por el camino, por lo que los materiales usados eran de muy mala calidad y más para el clima que debían de soportar. Los del pueblo ya lo habían avisado (bajito eso sí, porque en aquella época uno no podía quejarse muy alto) aquella presa era una chapuza y algún día iba a dar un disgusto y efectivamente así fue.
Imagen de la presa poco tiempo después de la rotura.
El hormigón no pudo soportar más la presión y de golpe, como en una gran explosión, se abrió un boquete en la presa de 140 mtrs. de largo dejando sueltos, en apenas unos instantes, 8.000.000 de metros cúbicos de agua. La estrechez natural del cañón hizo que esa ingente cantidad de agua tomara gran velocidad y altura formando una terrorífica ola de barro, hielo y rocas que cuando llegó al pueblo de Ribadelago medía más de 9 metros de altura.
Algunos la oyeron llegar y pudieron ponerse a salvo pero la mayoría de las casas del lado izquierdo del pueblo (ver foto de cabecera) y sus moradores fueron arrastrados por esta descomunal avalancha, que duró 14 interminables minutos, y que no se frenó hasta llegar al lago natural de Sanabria que hizo de freno al arrastre y evitó que llegara hasta otros pueblos cercanos.
Recorrido que siguió el agua desde arriba la presa hasta el pueblo para terminar en el lago de Sanabria. Son aproximadamente 8 km. que el agua tardó tan solo 20 minutos en recorrer.
Murieron 144 personas (casi un tercio de sus habitantes) aunque sólo se recuperaron 28 cuerpos. El resto de fallecidos, junto a las ruinas del pueblo de Ribadelago, aún permanecen en el fondo del lago.
La iglesia del pueblo donde se puede ver un carro estampado sobre la fachada y el fuerte desperfecto de la esquina que muestra hasta donde llegó el agua.
La caridad y el empeño de las autoridades logró que, al menos materialmente, el pueblo se recuperara construyéndose un poblado nuevo a unos metros del antiguo, en una zona más segura y al que se llamó Ribadelago de Franco.
El estado pagó como indemnización 95.000 pts. por hombre fallecido, 80.000 por mujer y 25.000 pts. por niño. (NOTA: Hasta se celebró un partido benéfico entre el Real Madrid y el Fortuna de Dusseldorf donde se recaudó un millón de pesetas de entonces. Todo un dineral)
Pero como casi siempre suele ocurrir, las personas responsables “escurrieron el bulto” y pocas fueron las responsabilidades que se depuraron. Moncabril, la empresa constructora, fue condenada a pagar 19.378.732 de pesetas, pero como muchos de los afectados murieron o emigraron después de la catástrofe, gran parte de las indemnizaciones no se pagaron. Además el entonces director de la empresa, dos ingenieros y un perito fueron condenados a un año de prisión menor. Recurrieron la sentencia y fueron absueltos. Esa fue toda la justicia que se hizo.
La presa rota en la actualidad
Ribadelago de Franco se llama hoy en día Ribadelago Nuevo y en el pueblo viejo, que se reconstruyó en parte, siguen viviendo medio centenar de vecinos.
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